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El Pecado visual: Ruz, Otto, Alecus, Salomón, Mundo, Kikín y El Choco

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“La risa es un invento diabólico. La risa acaba con el miedo. Sin miedo no hay fe. Sin miedo al diablo no se necesita Dios”

(El nombre de la rosa, Umberto Eco)

Las definiciones tradicionales catalogan a los caricaturistas como aquellos dibujantes que con su trabajo exageran o distorsionan la apariencia física de una persona, o bien, crean una determinada circunstancia humorística, con la finalidad de ironizar, relatar o proponer de modo visual determinados hechos de la sociedad a modo de sátira gráfica. La etimología nos remite al italiano caricare: cargar, exagerar…

En la tradición de Wenceslao Cisneros –realismo intelectual- y de Toño Salazar –mago de las líneas- Ruz, Otto, Alecus, Salomón, Mundo, Kikín y El Choco, proponen su trabajo en el escenario contemporáneo, en dónde la imagen supera levemente al texto; en la época de los “Memes” que circulan en las redes sociales; en un contexto de mucho vigor para la caricatura. A pesar de ello, no estamos preparados como sociedad para un modelo de sátira o caricatura como el de Charlie Hebdo, somos bastantes conservadores, pero estos artistas hacen sus diabluras.

En la exposición “Otran Vex” –convocada por el Centro Cultural de España de El Salvador – se reunieron todos los caricaturistas mencionados con la finalidad de presentar muestras de su trabajo; sin lugar a dudas, un espacio necesario de reflexión colectiva, de humor y de reconocimiento a estos talentosos artistas. Intentamos ahora describirlos desde otro ángulo.

Carlos Alfredo Ruiz Moisa, conocido artísticamente como “Ruz”, despliega con su trabajo en El Diario de Hoy una estética muy apegada a la salvadoreñeidad; me atrevería a decir que es como el Francisco Andrés Escobar del lápiz y del dibujo. Expresa lo cotidiano, ironiza con mucho humor incorporando textos en el lenguaje común y corriente, y además propone paisajes de lo urbano en su trabajo.

Otto Meza, conocido como “Otto”, presenta en El Faro, trabajos tan profundos como críticos, proyectando así un punto de vista desde el subconsciente colectivo de El Salvador; diría que es el psicoanalista de la caricatura, enviando mensajes fuertes y a la vez denunciando con exquisita ironía y mucha ética.

Ricardo Clement, conocido como “Alecus”, además de caricaturista es artista y su trabajo –en El Diario de Hoy- refleja o proyecta rasgos muy fuertes de ironía y anarquía en el espectro político –desdén-; si “El humor es cosa seria” Alecus es como un fotógrafo con un lente especial en su mano. Dibuja con dardos, hirientes y necesarios.

Walter Salomón Arévalo, conocido como Salomón, de La Prensa Gráfica, tiene un estilo, en evolución, muy gráfico y realista, centrado en la imagen, los diálogos, pero sobre todo en el color. La identidad artística de Salomón proviene de buena veta: El Cenar… y del empírico talento personal. Salomón es el caricaturista cromático.

Edmundo Landaverde, conocido como “Mundo”, de El Blog, ganador de uno de los premios Pixels, posee un estilo de ilustración hiper-realista; dibujante, animador e ilustrador, en cada una de sus creaciones se percibe una identidad muy definida: El “movimiento”.

Enrique Castaneda, conocido como “Kikín”, del diario El Mundo, es hijo artístico del Cenar; con ADN de dibujante; su especialidad es el sarcasmo en su esencia, con toques “naif” –desde la perspectiva lúdica- en su lápiz.

José Santos, conocido como “El Choco”, es ilustrador y animador. Ganador de un premio Pixels en 2015. Su trabajo parece tener rasgos renacentistas, en lo grotesco de los rostros, con una percepción singular de la realidad.

Las caricaturas de Ruz, Otto, Alecus, Salomón, Mundo, Kikín y El Choco educan, son pedagógicas, presentan con criterio plástico y humor la realidad que generalmente se oculta entre las líneas editoriales y maderas de los medios. Les mandan mensajes fuertes y groseros –necesarios, por cierto – a nuestra clase política y liderazgo nacional.

Como género periodístico o como categoría plástica, las caricaturas representan el sentir popular; nos podemos imaginar que muchos de estos dibujos surgen de lo que escuchan, de conversaciones, de las noticias, de la crueldad y del absurdo cotidiano.

Intentar hacer un poco de teoría del arte sobre las caricaturas es una tarea compleja pero necesaria; no sé si enseña o no en las aulas universitarias algo sobre caricaturas; nos imaginamos que los caricaturistas –como los pintores o escultores- poseen esas habilidades, inteligencias o capacidades que vienen con el ADN, pero al final observamos estilos, rasgos y posiblemente escuelas o corrientes en los estilos de trabajo. También podemos reflexionar sobre las transiciones de lo manual a lo digital; como sea, hemos hecho un intento muy local y limitado de etiquetar o situar a estos siete caricaturistas, quizás debemos hacer algo más en el futuro y pensar en las generaciones de relevo.

Al final de cuentas, lo cierto es que necesitamos caricaturas inmediatas y cotidianas como herramienta de denuncia humorística, como imperativo ético visual, como expresión correctora moral, como recurso irónico y como correspondencia que llega a los escritorios, móviles o PC de los que dirigen el país con los codos y con los pies. Por el momento, es todo, gracias Ruz, Otto, Alecus, Salomón, Mundo, Kikín y Choco… sigan pecando con sus dibujos y trasgrediendo la falsa ética de los corruptos, malandros e impunes que nos intentan gobernar.