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LA CIENCIA EN EL SALVADOR, UN CASTILLO DE NAIPES

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Dos variables son importantes para que El Salvador recupere la capacidad científica que tenía entre los años 40 y 60: formar o contratar doctores y fortalecer sus laboratorios con mejores equipos.

Dos variables son importantes para que El Salvador recupere la capacidad científica que tenía entre los años 40 y 60: formar o contratar doctores y fortalecer sus laboratorios con mejores equipos. En efecto, la Universidad de El Salvador –según se puede constatar en el libro de Ítalo López Vallecillos “El Periodismo en El Salvador”, capítulo sobre periodismo científico- poseía un aparato científico de primer nivel reflejando en una considerable cantidad de revistas científicas e institutos. Con las intervenciones del 72 y 77 la capacidad científica se debilitó, y así llegamos hasta finales de los 90 con una visión comercial de la educación superior –como ascensor social Martín-Baró- dedicándonos, casi hasta la fecha, a hacer investigación en el campo de Ciencias Sociales, y descuidando otras áreas más vinculadas a la productividad –ciencias exactas, agronomía, ingenierías, etc.-

Según los informes recientes del N-CONACYT 2008-2017:

El comportamiento de la inversión en I+D por año y sector refleja una caída estrepitosa en todos los niveles a partir de 2008; sólo el sector de Ciencias Médicas refleja un comportamiento atípico en 2014, mientras que los sectores Ingeniería y Tecnologías y Ciencias Sociales logran un ascenso a partir de 2013. Los resultados de esta comparación entre 2015, 2016 y 2017 por área científica y tecnológica en el gasto de I+D en Educación Superior no reflejan cambios significativos: cuatro áreas tienen un leve ascenso: Humanidades, Ciencias Agrícolas, Ciencias exactas e Ingeniería y tecnologías; mientras que Ciencias Sociales y Ciencias Médicas descienden.

El número de investigadores de Estudios Sociales representa casi el 40 % de la población de todos los demás sectores; es positivo el crecimiento de investigadores de Ciencias Exactas y Ciencias Médicas, y preocupante el número de investigadores de Ciencias Agrícolas –apenas el 3.4 %-. Esto obviamente tiene que ver con la oferta académica universitaria, la cual debe revisarse y reformularse respondiendo a los retos del país.

La evolución en el número de investigadores por áreas –en términos generales- presenta un comportamiento positivo y descendente en la década que se está midiendo; en Ciencias Exactas se recupera y pasan los niveles de 2007 luego de una baja significativa. En ingenierías y tecnologías el incremento es progresivo. En Ciencias Médicas y Humanidades el comportamiento es relativamente estático. En Ciencias Agrícolas la tendencia en descenso. En Ciencias Sociales la gráfica refleja un alza significativa y progresiva.

Los porcentajes de investigadores, los proyectos se concentran en el área de Ciencias Sociales en un 52 %, y le sigue ingeniería y tecnología con un 22 %. La progresividad del número de proyectos se pierde y comienza a decaer a partir de 2014, tanto en Ciencias Exactas y Naturales como en Ingeniería y Tecnologías; en el área de Ciencias Médicas y Humanidades se refleja un comportamiento irregular; en Ciencias Agrícolas, a partir de 2015, se presenta un crecimiento sostenido; mientras que en Ciencias Sociales los niveles de proyectos son regulares en los diversos años.

Al correlacionar número de investigadores con número de proyectos hay congruencia; salvo en el campo de Ciencias Exactas en donde se refleja una menor “productividad” o mayor complejidad con un número significativo de investigadores para pocos proyectos reportados (6.5 a 1), en el resto de las áreas los niveles son equilibrados; llama la atención en el área de Ciencias Sociales que la relación es uno a uno, siendo así el área menos productiva pese a tener la mayor cantidad de proyectos.

Los datos presentan fotos diversas en lo que respecta a la evidencia terminal del quehacer científico (artículos, libros y patentes); a nivel de publicaciones, por un lado, el nivel destacado en el área de Ciencias Sociales frente a las demás áreas; la caída estrepitosa de 65 a 9 publicaciones en Ingeniería y Tecnologías entre 2008 y 2009; también disminuyen significativamente las publicaciones del área médica y ciencias exactas y naturales en el año 2017. Ciencias Agrícolas presenta un repunte sostenido desde 2015. Se registra un crecimiento importante en la relación libros publicados por investigador en Ciencias Agrícolas; y llama la atención las caídas de publicaciones de 2008 a 2009 en casi todas las áreas. En lo que respecta a artículos arbitrados en el ISI presentan datos positivos para el 2017 en las áreas de Ciencias Exactas y Naturales, Médicas, Sociales y Humanidades; en el área de Ciencias Agrícolas no hay registros y en Ingeniería sólo uno.  Pese a estos datos, la producción de artículos arbitrados en esta base de datos es muy limitada para un país con 41 instituciones de Educación Superior. Finalmente, el nivel de patentes solicitadas y otorgadas es crítico para el país (2012: 3 solicitadas, 0 otorgadas; 2013: 5 solicitadas, 0 otorgadas; 2014: 4 solicitadas, 0 otorgadas; 2015: 0 solicitadas, 0 otorgadas; 2016: 2 solicitadas, 0 otorgadas; y 2017: 2 solicitadas, 0 otorgadas); la eficacia es casi nula, y es posible que esto se deba a varios factores: a) poca tradición en crear y patentar; b) la limitada articulación entre las propuestas científicas y la redacción de reivindicaciones jurídicas, o c) debido a otros problemas del proceso o trámite. Esto es un fuerte llamado de atención para que las autoridades intervengan y diseñen junto con las autoridades de instituciones de Educación Superior una estrategia, sino seguiremos siendo un país consumidor y no productor.

Vale la pena destacar dos grandes iniciativas para reactivar la capacidad científica del país: por un lado el quehacer del Viceministerio de Ciencia y Tecnología y los incansables esfuerzos de la Viceministra Herlinda Handal; a esto agregamos el trabajo estadístico y de datos del N-CONACYT que ha sido sistemático y creciendo en los enfoques de investigación; y por otro lado el proyecto “Educación Superior para el crecimiento económico” de USAID, que ha invertido una fuerte cantidad de dinero en equipar laboratorios de varias universidades –sobre todo UCA, UDB, UNICAES y UFG-, y en capacitar una nueva generación de científicos jóvenes bajo las exigencias globales actuales. Pero si no se da seguimiento en el próximo quinquenio este castillo de naipes se puede derrumbar, la responsabilidad está, también, en mano de los rectores.

Más allá de los laboratorios y de los PhD. contratados, nos dice Carlos Hernández Suárez (Cornell University): “Es mejor la solución aproximada del problema correcto, que una solución correcta del problema aproximado…”; debemos darle más prioridad a los problemas que a la capacitación en métodos científicos; necesitamos buenos problemas vinculados al quehacer productivo (y esto es un mensaje para los empresarios) para diseñar soluciones creativas. Tenemos que decidir si seguimos apostando a un modelo científico consumista o de segunda mano o si nos arriesgamos a investigar para producir.