Balmore Pacheco

No hay misterio en la calidad de la educación

La mayoría de los países, en respuesta a la cambiante realidad que caracteriza el mundo de hoy, están emprendiendo procesos de reforma a sus sistemas educativos, con la aspiración de ofrecer una educación de calidad a sus ciudadanos. Sin duda, un referente de esa calidad lo constituyen los resultados de aprendizajes que obtienen los estudiantes, por lo que al intentar explicar los determinantes de la calidad de un sistema educativo se debe poner atención en aquellos factores que están presentes en contextos educativos en los que los estudiantes obtiene mejores resultados 

Los informes de PISA (Programme for International Student Assessment), que se han vuelto referentes importantes para medir la calidad de los sistemas educativos del mundo, concluyen que los países con mejores resultados de aprendizaje de sus alumnos (Singapur, Hong Kong SAR, Finlandia, Corea del Sur, Japón, Inglaterra, entre otros), presentan como rasgo común que cuentan con los mejores profesores del mundo. A este respecto, el informe McKinseytambién ya había señalado que “la calidad de un sistema educativo no puede ser mejor que la de sus profesores” (How the world’s most improved school systems keep getting better, 2007). 

Diversas investigaciones demuestran que la calidad de los profesores está relacionada de manera significativa y positiva con la construcción de resultados de aprendizaje de sus estudiantes. Si esto es así, pues existe suficiente evidencia científica que lo respalda, es importante comprender las complejidades que rodean el trabajo del docente, identificar qué es lo que los compromete con su trabajo y qué los motiva a dar lo mejor de sí. 

En la línea de comprender lo que compromete y motiva a los docentes, Christopher Day (2019) señala que para que la labor docente sea efectiva, a lo largo de su carrera profesional, los profesores no solo tienen que adquirir conocimientos de las materias que enseñan y las competencias pedagógicas para el manejo en el aula, sino que también necesitan sentirse respetados, valorados y percibir que se confía en ellos. Buena parte de las investigaciones a nivel internacional confirman que el prestigio y reconocimiento social de los docentes fortalece el sentido de profesionalidad, identidad y compromiso con su trabajo.   

Si los profesores son agentes determinantes de lo que sucede en el aula y la escuela –y consecuentemente de lo que aprenden los alumnos– comprender su trabajo, atender sus preocupaciones y ver sus necesidades, resulta imprescindible para su profesionalización. Los resultados de un estudio realizado por el Centro para Profesores Británicos (citado por Christopher Day), identificó ocho características que presentan los profesores efectivos y a las cuales deberían apostarle las políticas en educación, siendo éstas: (i) que tienen y transmiten entusiasmo; (ii) cultivan relaciones positivas con sus estudiantes; (iii) son flexibles en su práctica pedagógica; (iv) propician que el aprendizaje tenga sentido para sus alumnos; (v) promueven la seguridad de sus alumnos; (vi) establecen expectativas claras; (vii) trabajan colaborativamente con otros docentes; y (viii) aportan motivación en el aula. 

Comprender el trabajo del docente y las preocupaciones que estos presentan, que son diferentes en las distintas etapas de su carrera, resulta esencial para cultivar su compromiso y profesionalización. Sin embargo, debe decirse, que hasta hoy las políticas educativas rara vez han puesto la atención debida a estas preocupaciones. Por el contrario, las reformas han incrementado las presiones sobre los profesores y directores escolares, aumentándoles las exigencias burocráticas relacionadas con la producción de registros y preparación de informes, respaldados en la lógica tradicional de medición y estandarización como referencias de la calidad educativa. 

En este marco de ideas, se puede señalar que así como se le apuesta a cambios curriculares y mejoras en los recursos educacionales (infraestructura y equipamiento escolar), el mejoramiento de la calidad educativa deberá considerar una apuesta seria y decidida a la profesionalización del docente, o lo que también podría llamarse una apuesta al capital humano, pues como lo han señalado algunos, el techo de la calidad de un sistema educativo lo determina la estatura del docente. 

En esa línea, sin desmeritar el reconocimiento de la complejidad y multicausalidad de la calidad educativa, asumir el desafíos de la profesionalización docente es clave, por lo que deberán establecerse políticas conducentes a lograr profesores altamente comprometidos, bien preparados, justamente remunerados, adecuadamente valorados, bien conectados los unos con los otros en verdaderas comunidades de aprendizaje, y sobre todo, motivados a dar lo mejor de si por la educación de la niñez y juventud.  

No hay misterio, las políticas de mejoramiento de la calidad en educación tendrán que combatir la mediocridad docente en todas las fases de la carrera, apostándole al aprendizaje y desarrollo profesional de estos, reconociendo su valioso rol en la dinamización del cambio en el aula y la escuela, en tanto individuos dispuestos, juntamente con sus colegas docentes, a revisar y renovar su identidad y capital profesional.  

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