Óscar Picardo
La ciencia maltrecha (y el registro peor tantito…)
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Nuestro sistema de investigación es muy limitado…; tenemos pocos espacios científicos dignos, léase laboratorios; programas de doctorados contados con los dedos de una mano y sólo en el campo de ciencias sociales; salarios muy bajos, no podemos atraer y retener buenos científicos; resultados en pruebas estandarizadas de Matemáticas y Ciencias Naturales paupérrimos; publicamos poco en inglés y nulas patentes universitarias. Pese a que existe algunos esfuerzos científicos importantes, el Estado de la Ciencia nos ubica en el sótano de la región.
Hacer ciencia en un país con altos niveles de pobreza, limitadas políticas de Estado y uso ineficiente de recursos es complejo; medir el quehacer científico y registrar la evidencia de sus investigadores debe hacerse con sumo cuidado y de forma contextualizada, si lo que se busca es mejorar.
El CONACYT a partir de 2024 habilitó un nuevo Registro de Investigadores Científicos Salvadoreños, el cual sustituyó a REDISAL que tenía, al 2022, 1,281 investigadores registrados; el nuevo sistema, a la fecha, apenas logró registrar a 328 investigadores ¿qué sucedió?, ¿por qué un número tan bajo?
En primer lugar los dos sistemas de registros son muy distintos, REDISAL era una especie de directorio, en cambio el nuevo sistema aspiró a ser mejor y meritocrático, mediante categorías, y felicitamos el intento de la Dirección Ejecutiva de CONACYT, María Teresa Vargas, pero su diseño no fue el adecuado, y, además, la mayoría de investigadores optaron por no registrarse.
Aclaremos algunos conceptos; primero, el ecosistema científico está conformado por al menos seis áreas del saber: 1.- Ciencias naturales; 2.- Ingenierías y tecnologías; 3.- Ciencias de la salud; 4.- Ciencias agrícolas; 5.- Ciencias sociales; y 6.- Humanidades; áreas muy distintas en sus dinámicas, procesos y métodos. Segundo, los niveles aspiracionales científicos más altos son muy distintos en cada área del saber; veamos caso por caso, intentando contestar a esta pregunta: ¿cuál es el mayor mérito científico por área del saber?
Para ciencias naturales (Química, Física, Biología, Matemática, Geología, Oceanografía, etcétera): Viajes científicos; registros de especies; nuevos materiales; nuevos modelos matemáticos; publicaciones; aportes abstractos a las teorías clásicas; entre muchos otras actividades.
Para Humanidades (artes, filosofía, literatura, etcétera): Publicar un libro, un capítulo de libro o varios libros; recibir un reconocimiento nacional o internacional de una casa editorial, de una fundación, de una universidad o de un gobierno; premios en juegos florales u otras convocatorias afines; montar una obra o exposición en un espacio reconocido aportando a las corrientes artísticas; o aportar una teoría filosófica; pueden ser los aspectos más relevantes.
Para Ciencias Sociales (comunicaciones, psicología, economía, política, derecho, Sociología): Además de publicaciones y reconocimientos, pueden existir otros méritos científicos importantes, como por ejemplo: recibir un premio -como el Premio María Moors Cabot-; diseñar un test de psicología; diseñar y ejecutar una política especializada; aportar una teoría sociológica; desarrollar una teoría económica que mejore las condiciones de la población; entre otras actividades.
Para ingeniería y tecnologías (ingenierías): Las patentes, diseños industriales, crear una empresa SpinOff, dirigir un proyecto ingenieril, crear un algoritmo, chip o sensor; entre muchos otros aspectos aplicados de las ciencias.
Para Salud: Llevar un caso clínico novedoso a un congreso, escribir un vademécum o un artículo arbitrado, Innovar un equipo médico, mejorar o crear un tratamiento o profilaxis, son algunas de las mayores aspiraciones científicas.
Para las ciencias agrícolas: Mejorar la productividad en los campos de la horticultura, avícola, cárnico o lácteo, etcétera; publicar un manual de gestión agrícola; publicar sobre soluciones productivas o innovaciones pecuarias; presentar casos de controles de plagas; entre otros..
Para cada una de estas áreas, además, el obtener una beca de postgrado, conseguir fondos para investigación, dirigir tesis de postgrado o llevar un registro de autores citados, pueden representar un mérito importante a considerar en un sistema de registro.
Pero, el modelo que diseñó CONACYT fue absolutamente unilateral y excluyente, estableciendo ciertas categorías, en dónde el nivel más alto (N-III) era solo posible si el investigador tenía Doctorado, creación de empresas SpinOff y patentes; ¿cómo le vamos a exigir esto a un investigador en historia, literatura, psicología, economía, etcétera?, ¿saben cuántos doctorados se imparten en el país? Además, importaban poco y nada la cantidad y calidad de publicaciones, que es lo que más hacen nuestros investigadores. Tampoco distinguía sobre la relevancia de congresos nacionales e internacionales avalados por comités científicos.
No sabemos si la responsabilidad de este mal diseño fue del propio CONACYT, de una empresa consultora o de un consultor; lo cierto es que si pagaron por esto les deberían devolver el dinero.
El modelo estuvo mal diseñado desde el origen, al parecer no hubo una consulta sectorial con los investigadores por áreas de conocimiento para conocer los niveles más altos de desempeño científico en su especialidad; parece que surgió de alguna ocurrencia, o se copió algún sistema y se copió mal sin contextualización.
Un modelo debe estar contextualizado a la realidad, debe ser meritocrático, aspiracional y progresivo; dándole oportunidad a todos los investigadores e investigadoras según su área de conocimiento o líneas de investigación. Además se debe responder a una pregunta esencial: ¿para qué servirá este registro…?, algo que aún no sabemos…
Incluso un modelo de registro acorde a nuestra realidad debe considerar con mucho cuidado las métricas internacionales clásicas y los diversos índices y factores de impacto; no sólo porque muchos están bastante prostituidos, desacreditados y mercantilizados, sino porque responden a intereses de rankings, de intereses egocéntricos y a realidades científicas muy lejanas a nuestra realidad en materia de presupuestos y equipamiento de laboratorios. Esto no implica renunciar a la excelencia y a la presencia de publicaciones en inglés en bases de datos, que es la base del lenguaje científico. Pero ¿cuántos investigadores nacionales publican en inglés…?; y de las publicaciones que tenemos, ¿cuántas han impactado positivamente en la ciencia, la empresa o la industria?
Por último, invitaría a reflexionar sobre el concepto de “científico(a)” en nuestro medio, es decir personas dedicadas a realizar ciencia, que según la última encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2023 ostentan un salario promedio de US$770.50. Esto implica analizar los puestos de trabajo universitarios, las condiciones técnicas, los laboratorios, las redes colaborativas y afiliaciones, entre otros factores.
Que un puñado insignificante o ridículo de científicos hayamos logrado Nivel III con este sistema fallido me parece un insulto a la inteligencia de los académicos salvadoreños. Indigna más que muchos investigadores de muy bien nivel, con postgrados, doctorados, publicaciones y gran experiencia hayan quedado catalogados con Nivel Junior o Nivel I. Incluso, antes de registrar a los científicos se debería analizar bien el registro a las instituciones, sus laboratorios, equipos y presupuestos; para luego analizar el recursos humano.
El sistema es mejorable, y afortunadamente el CONACYT ha convocado a una reunión para revisar y mejorar el adefesio y optimizar el proceso para el año 2025; y esto es positivo, ojalá se asesoren con gente que sepa y conozca de ciencia.
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