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 2706-5421

lectoescritura
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Óscar Picarado

Neurociencia y lectoescritura

En nuestro próximo libro “El arte de educar el cerebro” (Abrego; Pérez; Picardo) dedicamos un acápite profundo al tema de “lectoescritura”, uno de los tópicos esenciales de la pedagogía escolar. En efecto, la plasticidad y desarrollo del cerebro implica un complejo conjunto de acciones que involucran la función motora, el procesamiento visual y auditivo, los conocimientos lingüísticos verbales y mucho más. Cuando aprendemos algo nuevo, la nueva habilidad puede sentirse rígida y torpe. Pero a medida que la practicamos, la adquirimos mejor.

El cerebro cuenta con sustancia blanca (glía) y sustancia gris (neuronas) con varios tipos de células con funciones diferentes. La sustancia blanca es la mielina, el tejido que cubre gran parte de los axones que se extienden fuera de nuestras neuronas. Los científicos han encontrado que la mielinización aumenta la velocidad y la fuerza de los impulsos nerviosos, por forzar la carga eléctrica para saltar a través de la vaina de mielina al siguiente lugar abierto en el axón. El aumento de la actividad neuronal provoca el crecimiento de la mielina. Una gran cantidad de mielinización ocurre durante la primera infancia. Los niños (as) son como máquinas generadoras de mielina, absorbiendo información del mundo y de sí mismos.

El libro “Cómo aprende el cerebro”, de Sarah Blakemore y Uta Frith (2008), tiene el objetivo de demostrar que las últimas investigaciones sobre el cerebro y el aprendizaje pueden influir en cómo pensamos sobre la enseñanza. El cerebro ha sido evolucionado para educar y ser educado, a menudo de manera instintiva y sin esfuerzo, y también es la máquina que pone límites al aprendizaje. Sólo comprendiendo cómo funciona el cerebro podremos alcanzar los límites de su capacidad para aprender.

Lo verdaderamente importante en el desarrollo de los niños pequeños es la interacción con otros seres humanos, el lenguaje y la comunicación. Las funciones visuales, de movimiento y de memoria se adquieren en cualquier entorno del mundo entero a la misma edad y se aprenden de manera natural con la estimulación adecuada.

Hay cuatro capacidades educativas en que tenemos que ayudarles a los niños, así: 1.- Oír, es la primera función cerebral (vibración); 2.- Hablar, es una capacidad física que se desarrolla mientras más oímos; 3.- Leer, capacidad cerebral que capta letras y simbólicamente construye palabras, frases, contextos; y 4.- Escribir, actividad cerebral-física -cefalocaudal- que demanda aprestamiento y motricidad (si no gateas no escribes bien). El niño (a) que no lee no escribe, y el que no oye no habla…

Los métodos tradicionales para enseñar a leer han sido cinco: Alfabético (Helicarnaso): letra por letra y luego combinarlas; Fonético (Pascal y Comenio): se centra en el sonido de la letra y no en el nombre; Silábico (Gedike y Heinicke): combina consonantes con vocales; Global o Sincrético (Decroly): de palabras y frases hacia su descomposición; y Dialéctico: combinación de todas las anteriores.

Glen Doman, desarrolló un método neurolingüístico –polémico- más simbólico o emocional para el aprendizaje de casos especiales; pasando del estado emocional plano a situaciones de valor emocional alto (se utilizan tarjetas flash card o bit de inteligencia en series).

Reflexionar sobre “lectoescritura” implica profundizar en los aportes de Piaget y “la formación del símbolo” en la niñez; un cerebro que comienza a leer rostros, pero que luego mediante sus instintos, reflejos, imitación, juego y juguete comienza a crear símbolos y a codificarlos y decodificarlos; y aparece la dimensión simbólica de significantes y significados, de realidades tangibles y abstractas.

El aprendizaje de la lectoescritura origina cambios significativos en el cerebro y en el procesamiento cognitivo. En el momento en el que se aprende a leer diversas áreas del cerebro que antes eran usadas para procesar ciertos estímulos, pasan a formar una nueva área especializada.

Para el neurocientífico Stanislas Dehaene el aprendizaje de la lectura consiste en conectar dos conjuntos de regiones del cerebro que ya están presentes en la infancia: el sistema de reconocimiento de objetos y el circuito del lenguaje. La adquisición de la lectura cuenta con tres fases principales: 1.- Pictórica: breve período en el cual el niño “fotografían” unas palabras. 2.- Fonológica: producido cuando los niños aprenden a decodificar letras en sonidos. Y 3.- Ortográfica: el reconocimiento de la palabra se hace rápido y automático.

Cuando se lee, el cerebro utiliza e integra varias estructuras, al ingresar las palabras al cerebro, estas son segmentadas en sonidos y luego son convertidas en códigos fonológicos (codificar y decodificar. Según Grabner, en su artículo “Cómo lee nuestro cerebro” (2012) hace notar cómo en la actualidad los métodos didácticos para la enseñanza de la lectura se basan en letras y sonidos. Él plantea que esto se debe a que “El cerebro, para leer una palabra, la descompone en las letras que la integran, pero no de forma secuencial, sino en paralelo y a gran velocidad, algo que crea en nosotros la ilusión de que leemos la palabra en forma completa.”

Antes del nacimiento, a partir del sexto mes de embarazo, el feto ya puede oír y procesa los sonidos del habla de su madre y otros sonidos externos. Durante el primer año de vida los cerebros de los niños (as) procesan las características de la prosodia y ciertas pautas de los sonidos, sílabas y palabras; a partir de los 8 o 9 meses su cerebro empieza a filtrar los sonidos que no son propios de la lengua que oye, y se va limitando a los de su lengua. Al inicio del segundo año comienza la producción formal de palabras. Al año y medio puede producir una media de 50 palabras, pero comprende muchas más, unas 300. A los dos años puede comprender unas 300 pero comprende casi 1.000. A los tres años puede producir más de 1.000, y a los cinco años el vocabulario puede alcanzar las 5.000. (Lebrero, Pérez, García, 2015).

Como afirmara Chomsky, lo mejor distribuido en este mundo es el lenguaje, pero un pequeño porcentaje de niños tienen problemas para adquirir la gramática, debido a anomalías cerebrales. Se denomina trastorno específico del lenguaje.

Para explicar los procesos que se ejecutan al leer, se ha propuesto diversos modelos,: el ortográfico, que identifica las letras o grafemas que componen las palabras; el fonológico, que asigna un sonido o fonema a los grafemas; y el semántico, que accede al significado de las palabras. El modelo más aceptado es de ”doble ruta”, que postula dos vías para leer, o pasar de la palabra escrita a la pronunciación y articulación de la misma y a su significado.

Por último, escribir es una tarea muy compleja que implica procesos mentales diversos, cognitivos y afectivos, y que compromete a todo el cerebro. Escribir supone, al menos, un conocimiento de los códigos de lenguaje (fonemas, grafemas, palabras), una capacidad para convertir los fonemas en grafemas, un conocimiento del sistema grafémico, una habilidad psicomotriz, una capacidad visoespacial que permita distribuir, juntar y separar palabras, además de los conocimientos y memorias sobre el mundo y sobre uno mismo.

En síntesis, aprender a leer y escribir implica literalmente una búsqueda de unos “nichos neuronales” que los docentes deben descubrir y potenciar; se trata de una tarea compleja y fascinante. ¿y la edad ideal para aprender a leer…?: Mentes diferentes, aprendizajes diferentes; 5, 6 o 7 años, no es importante.

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