Óscar Picardo
Seguridad, Derechos y Dignidad
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- , Disruptores
“Vives en un lugar seguro sólo cuando de modo flagrante se respetan y reconocen tus Derechos y tu Dignidad…”
En 1995 -después de los conflictos de la Guerra Fría- se firmó el “Tratado Marco de Seguridad Democrática de Centroamérica” , el cual creó una hoja de ruta basada en los principios de Estado de Derecho, Seguridad Democrática -integral e indivisible-, Seguridad de las Personas y sus bienes, Seguridad regional y las orientaciones de Naciones Unidas.
El concepto de seguridad democrática puede ser definido de diferentes maneras. (…) está claro que se opone al concepto de seguridad autoritaria, o de seguridad totalitaria o de seguridad dictatorial. Pero ¿qué significa?
La seguridad puede llamarse democrática cuando incluye en una sociedad a todos por igual. Además, debe buscarse y lograrse a través de medios que respeten la dignidad de la persona. Y, por ende, que no causen vulneración o amenaza en la autonomía o inviolabilidad del ser humano.
A la luz de lo anterior ¿qué es Seguridad democrática?: Habrá de entenderse el conjunto de condiciones que permiten a los individuos y a las instituciones adelantar sus acciones y materializar sus proyectos de vida sin mayores incertidumbres que las normales de la vida en sociedad; definición que apunta hacia una mirada integral, compleja e incluso sistémica sobre lo que es -o debe ser- la Seguridad Democrática por cuanto: La seguridad democrática no se basa esencialmente en la aplicación de la capacidad de coacción, de intimidación o de penalización por parte del Estado sobre el resto de la sociedad, sino que se fundamenta cada vez más en el perfeccionamiento de una cultura de convivencia ciudadana en términos de tolerancia, solidaridad, respeto a las diferencias, y en un ambiente crecientemente igualitario, en el que prevalezcan criterios, postulados y principios básicos de justicia distributiva.
Lo que busca la seguridad democrática es: a.- reforzar y garantizar el Estado de derecho en todo el territorio, mediante el fortalecimiento de la autoridad democrática: del libre ejercicio de la autoridad de las instituciones, del imperio de la ley y de la participación activa de los ciudadanos en los asuntos de interés común; y b.- el ejercicio de una autoridad efectiva que sigue las reglas, contiene y disuade a los violentos y está comprometida con el respeto a los derechos humanos, el pluralismo político y la participación ciudadana.
En sociedades de postguerra coludidas por las pandillas, terrorismo o narcotráfico con alta criminalidad y corrupción es difícil comprender el concepto de “seguridad democrática” en los términos anteriores; y fue así que surgieron los modelos de “mano dura”, los del pasado ineficientes y los del presente preocupantes…
En este contexto surgió el axioma que ha permeado en las narrativas contemporáneas: “Los ciudadanos de bien tienen derechos humanos, mientras que los criminales no los tienen…”; un modelo que “sustituye la justicia por la venganza”, y que ha comenzado a funcionar bien en sociedades con alta criminalidad gobernadas con apoyo de grupos profascistas. Se trata de un moralismo perverso, peligroso y clasista que presume una condición inalterable de superioridad y una antesala del racismo económico y aprofóbico… nos guste o no, la mayoría de encarcelados son gente de estratos pobres, hijos de un sistema excluyente y de un sistema educativo deficiente.
Pese a lo anterior nos preguntamos: ¿La alta tasa de encarcelamiento, la baja significativa de homicidios, la desaparición de la renta pandilleril nos hace el país más seguro del hemisferio?; a ciencia cierta la seguridad comunitaria ha mejorado sustancialmente, pero siendo la seguridad un concepto más amplio e indivisible, podemos decir que falta mucho por lograr ese estatus de seguridad.
¿Qué hace falta para lograr una seguridad integral…?: 1.- Un sistema de justicia eficiente, transparente y sin corrupción; 2.- Estado de derecho, en dónde todos somos iguales ante la ley sin privilegios excepcionales; 3.- Seguridad jurídica, un Estado que ofrezca garantías; 4.- Una policía eficaz y civil, sin militarizarla; 5.- Un sistema penitenciario que verdaderamente eduque y reincorpore a los privados de libertad sin maltratos ni torturas; 6.- Libertad de expresión plena y un periodismo activo y vibrante; 7.- Capacidad de realizar critica constructiva o critica política sin temor; 8.- No utilizar el aparato del Estado para persecuciones; 9.- Acceso a la información pública sin reservas, salvo lo que atañe a la seguridad nacional; y 10.- Confianza en las instituciones de gobierno.
A lo anterior le podemos llamar “institucionalidad democrática de la seguridad” algo que poseen Costa Rica, Canadá, Chile o Uruguay; ¿pero en estos países quizá hay más asesinatos per capita que en El Salvador…?; probablemente sí, pero hay otras condiciones institucionales que funcionan mucho mejor que en nuestro medio.
Pese a que la vida es lo más importante para el ser humano, no podemos medir la seguridad unilateralmente y sólo por el número de homicidios, hay otras variables a considerar y mejorar; en efecto, hay diversas formas de vivir, más o menos crueles o encasilladas en regímenes autoritarios, y sobre esto se podría debatir más a fondo.
Llevar a cero los homicidios es un gran paso…; tan importante como que ningún ciudadano inocente esté en la cárcel viviendo una pesadilla, ¿podemos estar de acuerdo con esto…?.
En Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “Dignitas infinita” Víctor Manuel Cardenal Fernández nos recuerda que la “dignidad humana” es inalienable, indivisible y posee cuatro distinciones: dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad social y finalmente dignidad existencial; y que la pobreza, la migración forzada, trata de personas, abuso sexual, violencia contra las mujeres, violencia digital, etcétera, son graves violaciones a la dignidad de la persona.
¿Tiene algo que ver la seguridad con la dignidad…?, ¿vives en un país seguro cuando tienes que migrar de forma irregular y forzada?, ¿cuándo te insultan o denigran o difaman en las redes sociales?, ¿cuándo te explotan?, ¿cuándo te maltratan, torturan o asesinan?, ¿cuándo por tu condición de pobreza o aspecto puedes ser arrestado?, ¿cuándo te discriminan por tu raza, religión o ideas políticas?, ¿cuándo tienes que levantarte de madrugada para evitar 2 o 3 horas de tráfico?
Sin lugar a dudas hemos avanzado, pero falta mucho por corregir, y hay formas afables y razonables de hacerlo. Podríamos concluir que seguridad siempre supone e implica vivir con dignidad y respetando los Derechos Humanos…
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