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 2706-5421

Iris Palma

4 reflexiones sobre el desarrollo digital en El Salvador

No existen condiciones ideales para el desarrollo de ningún país, ni ninguna sociedad. Esto es porque los seres humanos somos cambiantes, con demandas y necesidades ilimitadas que se restringe por los recursos que cada vez son más escasos, cambiantes y en ocasiones externos; el principio de la economía nos dice que la escasez es la que mueve las decisiones del hombre.

Nunca alcanzaremos el óptimo social que demandan nuestras expectativas; y eso nos pone en una constante reflexión sobre cómo aprovechar los recursos para llevar de la mano al desarrollo en el camino del progreso. Lejos de una filosofía intensa sobre el desarrollo, quiero llevar su atención a esta nueva realidad que nos atiende como sociedad: la economía digital.

En artículos anteriores conversamos sobre el impacto de la economía digital y como identificar esa transformación de un aparataje productivo tradicional a uno que se estimula y reta al mismo tiempo por las tecnologías. En El Salvador, una mínima cantidad de empresas (emprendimientos y micro y pequeñas empresas, específicamente) utilizan tecnologías para sus procesos, y menos del 40 % de la población estamos conectados a internet, mientras que la banda ancha móvil se acerca apenas a impactar a menos del 20 % de personas en el país (datos de encuesta MIPYME/CONAMYPE (2017) y de estudios del BID).

Por ello, quiero compartir cuatro reflexiones de mi constante análisis de la transformación digital en el país:

El desarrollo digital será dispar en el país mientras no se ataquen estructuralmente los aspectos que inhiben la apropiación de tecnologías y la cultura de transformación en las personas que producen, crean, deciden y consumen.
La industria será clave para el desarrollo digital del país, dado su gran aporte a la generación de empleos (186,795 al cierre del 2019 según datos de la Asociación Salvadoreña de Industriales), su transformación digital puede hacer impactos en el corto plazo en la automatización y mejora relevante de empleos de valor, y a la ampliación de la oferta exportable dado el incremento de la productividad gracias a la implementación de tecnología especializada.
Los servicios, trámites y flujos administrativos en la gestión pública, mediados por la tecnología, serán la muestra más clara de implementación de estrategias de gobierno electrónico (y con suerte, gobierno digital) para abonar al desarrollo digital.
La inversión en infraestructura deberá ser constante y estructural para cimentar las bases de la transformación apoyada por las tecnologías; es decir, deberemos correr en materia de banda ancha (incluyendo la móvil) para lograr los beneficios que promete la conectividad en el desarrollo económico y social de los países. En el 2012, el BID ya estimaba que “un aumento promedio del 10% en la penetración de la banda ancha en los países de América Latina y el Caribe (ALC) provocó una subida de 3,19 % del PIB y de 2,61 % de la productividad, a la vez que generó más de 67 mil empleos directos (García Zaballos y López – Rivas , 2012)”.
Lo que es claro, es que seguimos en deuda en el análisis económico enfocado al valor de las tecnologías para sectores productivos, gobierno y sociedad civil; mientras sigamos dedicados a mapear ecosistemas y no a evidenciar su valor, el camino del desarrollo digital seguirá siendo complejo y cada vez más empinado que andar.

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