Número ISSN |
 2706-5421

ehekat
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Rafael Lara Martínez

Professor Emeritus, New Mexico Tech
rafael.laramartinez@nmt.edu
Desde Comala siempre…

Los Huracaneros: desastre ecológico

Al observar las inundaciones y los desastres que provoca Julia —huracán con nombre femenino—, se recuerda un relato testimonial náhuat intitulado «Los Huracaneros», también a doble género.  Lyle Campbell lo recolecta en junio de 1975, gracias a su vocación de estudiar el náhuat, una de las lenguas indígenas de El Salvador, junto al xinca, poqomam, ch’ortí’, alagüilac, lenca, cacaopera, etc.  En coincidencia con el asesinato de Roque Dalton, en mayo de ese mismo año, ambos eventos simultáneos definen un azar objetivo surrealista.  Si las Ciencias Sociales suelen llamar casualidad a lo simultáneo de dos hechos —fratricidio y lengüicidio por exclusión monolingüe—, la mito-poética indaga su continua presencia conjunta [véase: «Azar del (des)encuentro (1975).  Roque Dalton y el legado náhuat en Lyle Campbell»].  No en vano, al escritor se aplicaría el epígrafe mito-poético náhuat.  Hasta 2022, aún se busca restituir el legado re-volucionario de su pluma con la solidez ósea, mientras la obra de Campbell sigue inédita en el país.   

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Transcrito al final de este ensayo, el relato narra la interacción entre la naturaleza y la cultura.  Ambas esferas se personifican en entidades vivas dotadas de lenguaje (logos).  La primera se encarna en el viento devastador quien debe nutrirse de mazorcas; la segunda se representa en el cultivo y en la alimentación, igualmente destructores de la ecología.  Si la comunidad humana le teme al viento en ráfagas dañinas, lo natural le reprocha asesinar a una de sus representantes para satisfacer la necesidad básica de alimentación.  Los humanos destruimos la naturaleza para subsistir y, a su vez, el hábitat cobra su saldo huracanado para perdurar durante cada revolución sinódica de las estaciones.   

La narrativa despliega una enorme paradoja, ya que el acto natural de los Huracaneros se juzga nocivo, pero la acción humana recibe el indulto, pese a su acción nociva similar.  Además, la naturaleza posee un carácter intrínseco de transformación.  Luego de su captura, el viento se vuelve pava.  Ella no solo expresa un posible cambio de género —la arbitrariedad castellana que hace del puerto una puerta; del viento, la ventisca.  Más radical, lo inmaterial y aéreo se convierten en carne viva, quizás en remedo del subsuelo, de donde brotan frutos diversos en alimento animal y humano.  Existe un ciclo de transformaciones de la energía aérea hacia la terrestre inorgánica y hacia los organismos biológicos.  

A continuación, junto a «VI. El Nanahuatzin», se examina ese relato para visualizar el contraste entre la captura humana, depredadora de lo natural y, en contrapunto, la devastación del viento.    

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Una paradoja flagrante relaciona la alimentación a la muerte de un semejante.  Como ente natural, el ser humano destruye la naturaleza para crear y sobrevivir en un nicho cultural.  Hay que interrogar la manera en que el consumo de carne —la depredación carnívora—, corresponde al asesinato ritual disfrazado de culinaria.  Igualmente sucede con la destrucción de la naturaleza para la creación de pueblos, de ciudades y de cultivos agrícolas que satisfacen la cultura humana.  El ejercicio conjunto de la violencia fomenta la solidez de lo político.  En Campbell, el relato «I.  Los Huracaneros» y el «VI. El Nanahuatzin» ofrecen los prototipos de esta paridad trágica entre la “matanza” —término nuevo mexicano para el destace—, y la comida.   “I.  Los Huracaneros” identifica al viento —reconvertido en una pava/chompipa—, con una muchacha cuya carne —flesh and meat; -naka-yu y -naka-t—, nos alimenta.  En cambio, “VI.  El Nanahuatzin” equipara al venado con el padre simbólico y el sustento cotidiano.  Se comenta la manera en que ambos textos reseñan el crimen primordial ––la destrucción de lo natural—, en anticipo de la cultura y la gastronomía.   

“I.  Los Huracaneros” narra la acción destructiva del viento (ehekat, I.3.) quien arrasa las milpas del pueblo (I.3-4.).   Su índole antropomórfica lo emparienta tanto con los pobladores de la aldea que, al capturar un fragmento del aire, el personaje principal del relato atrapa “una muchacha de unos dieciocho años” (I.8.).  No obstante, de inmediato, ella se transforma en chompipa.  Presa, el hombre la conduce a casa, para que su mujer la mate y se la coman en familia.  No se puede vivir sin una destrucción —a menudo masiva—, del medio ambiente personificado en una mujer.  Ante el reclamo destructor de lo natural —la muerte culinaria de la muchacha—, la comunidad humana percibe a los Huracaneros como caníbales que «se fregaron» al nutrirse de su propia estirpe.  En cambio, los humanos podemos devastar el entorno natural sin reproche y consumirlo a diario, durante los tres tiempos de comida.    

 “VI. El Nanahuatzin”: continúa el ciclo de “La mujer en fragmentos” —recopilado por Leonhard Schultze-Jena (1930-1935)—, de cuya cabeza cercenada, hecha morro, nacen los Tepehuas, divinidades tutelares según el antropólogo alemán.  Más que al acto original de prodigar lluvias, fauna y flora, el relato enfoca el conflicto infantil contra el amante de su abuela, quien cuida a los niños Nanahuatzin-Tepehuas.  El menor de ellos —título del relato—, desafía a los amantes hasta provocar su descalabro, al asesinar al amante y ofrecérselo a la abuela como la carne del venado que a diario cazan para subsistir.  La presencia de esta narración demuestra “la persistencia de la memoria” (Salvador Dalí) en cuarenta años de historia del siglo XX.  Incluso se extiende casi un siglo de vincularlo a la versión del antropólogo sueco Carl V. Hartman (1907).  Tanto la decapitación de la madre como la caza del venado —imagen paterna— confirman la cualidad depredadora de los Tepehuas, esto es, la nuestra al consumir ánimas naturales para vivir.   

Si según el relato de «Los Huracaneros» la secuencia de acciones violentas —captura, muerte, cocina y festín—, las justifican la legítima defensa y la necesaria subsistencia, el desenlace despliega una paradoja sutil.  Los Huracaneros regresan a buscar la compañera extraviada.  Al confesarles los hechos, sin acusar al victimario —en cambio, otorgándole su derecho de matar—, le solicitan entregar los restos anímicos a reciclar.  Se trata de “los huesos y las plumas”, los cuales establecen el difrasismo para expresar la energía anímica que resucita en lo natural.  Este vestigio lo transportan a su origen bajo el engaño que lo confunde con un ave comestible.  El enunciado (1) sintetiza la conclusión de la breve narrativa.   

(1) pero kunih mu-chiw-ke-t hregár porké ki-miktih-ke-t se: siwa:pil wan ki-kwah-ke-t  pero entonces se fregaron porque la/o-mataron una muchacha y (se) lo/a comieron. 

Las épocas cambian, el narrador carece de una prueba nutritiva del viento hecho ave: te:-ya ke:man ti-k-ita-ke-t su wal-ku-wetsi se: “cuando lo/a vimos ya aquí no cae una (muchacha)” (el género femenino lo aclara el contexto).  En verdad el narrador confiesa que esa experiencia pertenece a la tradición, sin un testimonio visual directo.  Empero, queda pendiente aclarar la razón por la cual los Huracaneros “se friegan” al matar y comerse a una muchacha, mientras el protagonista y su familia parecen exentos de tal injuria.  A esta paradoja de un crimen primordial —muchacha-chompipa—, se añade la del último relato.  En contrapunto coral, la premisa de la alimentación la funda el crimen (miktia) de un semejante.  Se recuerda que la palabra castellana para animal deriva de ánima, es decir, se trata de un alma que asesinamos para cocinarla e ingerir su energía anímica en sustento cotidiano.  Igualmente, la palabra naturaleza, proviene de natura, nacer, ya que nace por sí misma en el territorio ancestral de nuestra propia nación.   En seguida, nos entrega la vida vegetal que germina de su seno y se multiplica colorida antes de nutrirnos.    

Tal cual lo confirma otro relato, «El Nanahuatzin», hacia la frontera sur de Mesoamérica, el personaje invierte su papel de sacrificado en el altiplano de México en sacrificante.  Declara su sinonimia con los Tepehuas —divinidades o fuerzas naturales de la lluvia—, quienes declaran una autonomía regional.  De igual manera, aparecen actores casi desconocidos en la literatura salvadoreña.  Se nombren Huracaneros, Alvolarios, Calavera, Siguanaba-Muerte, Cipitío-Epidemia, etc., su exclusión atestigua la falta notoria de estudios que se enfoquen en recabar la tradición oral del país.  Los relatos exhiben una manera peculiar de representar la violencia.   En su transcurso cotidiano, la relacionan a la manutención y a la culinaria como necesidades vitales del organismo biológico.  El preludio de la buena gastronomía lo define la matanza de un animal —la de un vegetal—, cuyo parentesco anímico con los comensales denuncia un crimen primordial.   

Por esta temática única —testimonio, susto y miedo encarnados en siluetas nocturnas, muerte y enfermedad, asesinato culinario, cuerpo en fragmentos—, los relatos náhuat recopilados por Campbell ofrecen una versión mito-poética ancestral sobre los desastres naturales.  Si por tradición univalente, el canon literario monolingüe censura las lenguas indígenas, la historia remite su testimonio a la fantasía que tilda de «mito».  Por esta doble destitución —lingüística y narrativa del debate académico—, se excluye la interpretación ancestral sobre temáticas actuales como la pandemia y la crisis ecológica, sin mencionar la Muerte considerada un simple «mito».  Mientras la objetividad de las Ciencias Sociales exige indagar los archivos, más cercana de la Arqueología y de la Antropología Forense, la mito-poética recobra la materia difunta: el ADN óseo, apoyo terrenal del ánima.   

Sin embargo, la doble supresión no solo define una negativa por el diálogo con la población arraigada desde la antigüedad en el territorio nacional.  También, restringe las perspectivas teóricas sobre un mismo evento natural y social.  Para el caso particular del Huracán Julia, los Huracaneros nos enseñan la estrecha correlación entre el carácter depredador de la sociedad humana y su correspondiente natural.  Sea «mito» o testimonio de una tradición oral, la agricultura nos nutre, al igual que alimenta a todo ente biológico.  La expoliación que genera ese producto no solo provoca disturbios ecológicos constantes, tal cual los ventarrones y las lluvias torrenciales.  A la vez, la comunidad humana debe defender los cultivos de la naturaleza misma los cuales también se alimenta, luego de su despojo.   

Por el hecho mismo de existir, todo ser debe impregnarse de energía para preservar su presencia terrenal, esto es, para proteger su índole química. Esta necesidad vital implica una transformación continua de los entes naturales.  Basta respirar e ingerir para demostrar cómo el aire o la pava sazonada infiltran su constitución física en quienes los absorban.  El relato «Los Huracaneros» explaya una transformación cíclica más compleja que la del aire vuelto chompipa.  En verdad, por la culinaria la carne (-naka-yu/t) del ave la incorpora el cuerpo mismo del comensal, mientras sus restos duales —plumaje y osamenta—, sus allegados los rescatan para reciclarlos según la revolución sinódica de los astros.  En rotación perenne —siempre en presente—, esta restitución con-funde un fragmento corporal del pasado difunto con un precepto a cumplir en el futuro inexistente aún.  A imagen de «los dos hombres y una mujer» en busca de la muchacha-chompipa, Julia regresa a recolectar (logos) un vestigio natural en archivo de su historiografía sobre el cambio climático.   

Según el postulado de la dinámica universal, la materia-alma no se crea ni se destruye, solo se transforma de la siguiente manera circular: —Aire/Lluvia—Muchacha—Chompipa/Carnalidad—Cocina/Carne—Ingestión/Carnalidad—Huesos/Plumas/ADN/Alma—. 

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Se reproduce la transcripción del relato original, introducido por una breve descripción y, al final, se ofrece una traducción semi-literal para calcar el ritmo original de la lengua náhuat.  

“I.  Los Huracaneros”: narra el carácter perjudicial del viento —entidad andrógina y polimorfa—, quien se vuelve pava (chompipe-mujer) en alimento de los humanos.  Asimismo, su figura intempestiva linda en la depredación que remeda la sociedad en su cultura culinaria.   

La trama principal involucra la interacción entre la sociedad humana y los vientos, personificados bajo el título del relato.  El vendaval destruye las cosechas en un acto depredador, similar al de una fiera.  Un fragmento de ventisca femenina se vuelve chompipe que los humanos consumen, salvo las plumas y los huesos, símbolo en difrasismo de la permanencia.  Este par de vestigios lo transportan los Huracaneros a su lugar de origen, quienes engañados devoran su propia dote en alimento.  El relato asienta una honda paradoja.  Si los humanos se nutren del viento —aire y brisa encarnadas en chompipa (I.12.)—, los Huracaneros que realizan la misma actividad se juzgan criminales (I.31.).  Al igual que El Guashaco, los Managuas, la Piedra Tecuentet —citados por Baratta (T. I: 272 y ss.)—, no existe una amplia recopilación de textos que indaguen la variación narrativa de estos personajes.    

  1. Los Huracaneros 

(Santo Domingo de Guzmán, junio de 1975)  

1)  na ni-k-elna:miki tay nech-ilwih nu-no:yah wan nu-tata-noy.  

2)  En aquel tiempo wi:ts-et urakaneros tik se: te:chan de nombre chiltyupan.  

3)  keman ina-t yehemet ka yawi panu urakán, según yehemet ina-t ka tik ne eheka-t panu ne: wi:ts-et hombres wan siwa:-tket al aire con tal de que wi:ts-et k-wi:ka-t e:lu-t pal yehemet ki-kwa-t.  

4)  kunih ne mih-mi:l naka-k bien quebrado, bien aplastado, varias mazorcas desfigurados en un aspecto de, como buba.  

5)  yahane mazorcas k-wi:ka-t ne chiltyupanekos, según nu-tata-noy wan nu-no:yah ki-chiw-ke-t kontár.  

6)  pero en ese caso siyuhti nemi-k se: ta:ka-t intelihenteh, wan mu-chiw-ki proponér ke  

7)  kunih yaha ki-chiw-ki se: trampah.  

8)  tik ne trampah weli-k ki-kutamima se: siwa:pil como de dieciocho años.  

9)  pero ne siwa:pil al mumentuh ke wets-ki ta:lchi inmediatamente mu-kwep-ki se: chumpipi.  

10) kunih ne ta:ka-t ke ki-kutamin k-its-ki ne chumpipi, k-wi:ka ka i-chan.  

11) inmediatamente ki-chiw-ki ordinár i-siwa:-w ma: ki-mik-ti ne chumpipi pal ki- kwa-t.  

12) entonces ne i-siwa:-w ki-mik-tih ne chumpipi, ki-chiw-ki desplumar, wan ki- chiw-ki ne komidah wan ki-kwah-ke-t.   

13) pero, tay yehemet mu-chiw-ke-t afihár ka ne i-uh-u:mi-yu ne chumpipi, ne plumas te: ki-kwah pe:lu.  

14) entonces naka-k pensativo muchi ne hwamilya tayika te: ki-kwah pe:lu ne uh-u:mi-t ni ke ne plumah.  

15) a los tres días ka panu-tuk ne urakán wan ki-kwah-tiwi-t ne chumpipi, wa:lah-ke-t u:me ta:ka-met wan se: siwa:-t ki-te:mua-t.  

16) kunih ahsi-ke-t i-chan ne ta:ka-t kah ki-kutamin-ki porké yehemet poco mas o  menos ki-matia-t-a katka kah ki-kutamin.  

 17) pero yehemet te: ina-ke-t la verdad sino ahsi-ke-t a:n k-ilwih-ke-t si por   casualidad k-its-tuk se: siwa:pil panu-k ka ne: cerca i-kal ne di:yah panu-k ne  urakanasoh.  

18) yaha tay ki-chiw-ki kontestár kah siwa:pil tesu k-its-tuk.  

19) lo que sí ya ki-ahsi-k en campo libre se: chumpipi.  

20) kunih yaha k-its-ki wan k-wi:ka-k ka i-chan wan k-ilwih i-siwa:-w ma: ki-miktih wan ki-chiw-ki se: komidah wan ki-kwah-ke-t.  

21) kunih ina-ke-t los tres, “pwes ye:k tay ti-k-chiw-tuk, pero bien naha ni-k-neki xi-k-chiwa nu-wan ne hwabór”.  

22) xi-nech-ilwiti siquiera ka:n nemi ne plumas, ka:n naka-k ne i-uh-u:mi-yu, pal ni-yaw ni-k-ita ka:n nemi.  

23) kunih ne ta:ka-t yah-ki k-ilwitia.  

24) los tres ahsi-ke-t ka:n nemi ne plumas wan ne weh-we:suh ka te: ki-kwah-tuk pe:lu.  

25) kunih ye(:)met ki-a:n-ke-t ne we:suh, ki-chiw-ke-t se: punyuh wan ki-tahtan-ke-t se: bateya wan se: buen punyuh a:-t wan se: karretón ilerah, ki-mi:n-ke-t ka  ikahku.  

26) al ratito tikwini.  

27) ka:n tikwini-k yaha k-ita-k ka maya ki-mak bweltah.   

28) en la vuelta que ki-maka mu-chiw-ke-t elebár wan mu-chiw-ke-t desaparesér.  

29) kieneh k-wi:ka-ke-t ne siwa:pil porké ne ta:ka-t en el momento que k-ita-k ke ki- chiw-ke-t la prueba k-ita-k perfectamente ka se: siwa:pil hermosa ki:s-ki tik ne  we:sus wan ne plumah.  

30) yahika ne urakaneros en realidad wi:ts-et de chiltyupán, wi:ts-et k-wi:ka-t e:lu-t  pal ki-kwa.  

31) pero kunih mu-chiw-ke-t hregár porké ki-miktih-ke-t se: siwa:pil wan ki-kwah-ke-t.  

32) kieneh nech-chiw-tuk kontár nu-tata-noy wan nu-no:yah, wan esta fecha siempre panu urakán pero tehemet te:-ya ke:man ti-k-ita-ke-t su wal-ku-wetsi se:.  

33) yahika a:n ni-k-chiwa kontár nu-amiguh pal k-wi:ka como recuerdo ini kwentuh.  

  1. Los Huracaneros 

(Santo Domingo de Guzmán, junio de 1975)  

Recuerdo qué me dice mi abuelo y mi abuela.  En aquel tiempo vienen Huracaneros de un pueblo de nombre Chiltiupán.  Cuando cuentan ellos que va pasa (un) huracán, según ellos cuentan que en el viento pasa, ahí vienen hombres y mujeres al aire, con tal de que vienen, lo llevan elote, para ellos lo comen.  Así las milpas quedaron bien quebradas, bien aplastadas, varias mazorcas desfiguradas, en un aspecto de cómo bubas. Ésas son mazorcas, las llevan los chiltiupanecos, según mi abuelo y abuela lo contaron.  Pero en este caso, una vez hubo un hombre inteligente, y se propuso que era de más, qué vienen, lo hacen aquí en nuestro pueblo.  Entonces, él la hizo una trampa.  En la trampa pudo, la atrapa una muchacha como de dieciocho años.  Pero la muchacha, al momento que cayó al suelo, inmediatamente se volvió una chompipa.  Entonces, el hombre que la atrapa, la agarra la chompipa, la lleva a su casa.  Inmediatamente, le ordenó a su mujer, (que) la mate la chompipa, para la comen.  Entonces, la su mujer la mata la chompipa, la desplumó y la hizo la comida y la comieron.  Pero qué ellos se fijaron que los huesos de la chompipa, las plumas no lo come el perro.  Entonces, quedó pensativa toda la familia, por qué no lo come el perro, los huesos y las plumas.  A los tres días que ha pasado el huracán y la han comido la chompipa, vinieron dos hombres y una mujer, la buscan.  Entonces, llegaron a la casa del hombre que la atrapó, porque ellos más o menos saben, ya antes, quien la atrapa.  Pero ellos no contaron la verdad, sino llegaron hoy, le dijeron si por casualidad la ha visto una muchacha, pasó ahí cerca de su casa el día, pasó el huracán.  Él que contestó, la muchacha no la ha visto.  Lo que sí él la encontró, en campo libre, es una chompipa.  Entonces, él la agarró y la llevó a su casa y le dice a su esposa la mate y la hizo una comida y la han comido.  Entonces, contaron los tres, “pues bien qué lo has hecho, pero bien yo lo quiero conmigo un favor.  Me enseñás siquiera dónde están las plumas, dónde quedó los huesos, para voy, lo veo dónde está».  Entonces el hombre fue, lo enseña.  Los tres llegaron dónde está las plumas y los huesos que no lo ha comido el perro.  Entonces, ellos lo juntaron los huesos, lo hicieron un puño y la pidieron una batea y un buen puño de agua y un carretón de hilo, y lo aventaron arriba.  Al ratito truena.   Dónde tronó, él lo vio, sólo lo/e da vuelta.  En la vuelta que lo da, se elevó y desapareció.  Bien la agarraron la muchacha porque el hombre en el momento que lo vio, que hicieron la prueba, lo vio perfectamente, que la muchacha hermosa salió de los huesos y las plumas.  Así es, los Huracaneros en realidad vienen de Chiltiupán, vienen, lo llevan elote, para lo comen.  Pero entonces se fregaron, porque la mataron la muchacha y la comieron.  Así es, me cuentan mi abuelo y abuela, y esta fecha siempre pasa huracán, pero nosotros no ya vimos si hacia-aquí cae uno.  Así es, hoy le cuento a mi amigo, para lo lleva como recuerdo este cuento.   

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