Óscar Picardo
AVANZO: Buen espectáculo, mala prueba…
En la literatura educativa internacional y académica, las pruebas estandarizadas –referidas a Norma o a Criterio- son un instrumento psicométrico de medición que buscan asegurar resultados o puntajes que indiquen de manera válida y confiable las habilidades, conocimientos, competencias, capacidades o destrezas que se están midiendo, y no otra cosa.
La reconocida Dra. María Antonia Casanova (1998) define la evaluación como el proceso de obtener información, rigurosa, confiable y válida para emitir juicios de valor y realizar intervenciones. En términos generales, y a nivel de políticas públicas educativas, se utiliza la evaluación estandarizada, no para promoción o emitir notas, sino para fines DIAGNÓSTICOS.
El debate técnico de los resultados de las pruebas estandarizadas se refiere a dos posturas: a) evaluamos conforme a un estándar pre-definido o baremo; o b) evaluamos referente al conjunto o sistema de alumnos. Así, una prueba referida a normas es usada para establecer el status o posición de un individuo con respecto del grupo que integra y con el que participó en la medición. Las pruebas referidas a criterios son usadas para establecer el status o posición de un individuo con respecto a un dominio preciso o al nivel de desarrollo de una competencia, objetivo o estándar.
Elaborar una prueba estandarizada es una tarea de psicometría, delicada y profesional; ya que el resultado puede intervenir en el destino futuro del estudiante en materia de oportunidades o becas. No se trata simplemente de reunir un grupo de ítems o preguntas por materias. Hay procedimientos científicos de calibración, para garantizar que la prueba mida lo que deba de medir, discrimine académicamente al estudiante que sabe del que no sabe y sus diseñadores –en un debate técnico- definan su nivel de dificultad.
Una prueba estandarizada no suele ser una herramienta cualitativa, y no debe pretender ayudar a los estudiantes por estar viviendo una circunstancia compleja, sea pandemia, guerra u otra situación.
Uno de los aspectos más importantes de validez y confiabilidad de una prueba estandarizada es la seguridad y la ética; garantizando que el estudiante que se está sometiendo a la misma no altere los resultados reales, copiando o verificando fuentes; e inclusive, ni preparándose extraordinariamente para dicha prueba. Lo explico de modo más sencillo: Es como si antes de ir al médico a hacerte un examen haces dieta y dejas de practicar tus rutinas para que los resultados salgan bien. Engañas al médico y a los exámenes, pero tú sabes que estás haciendo trampa…
PAES o Avanzo deben ser como termómetros, que midan científicamente lo que saben o no saben los estudiantes. Para que luego las autoridades educativas y docentes, en base a los resultados sepan la situación e intervengan y den la medicina correcta para lograr superar la enfermedad y tener un estatus saludable.
Durante 23 años la PAES tuvo un buen nivel de rigor científico y estadístico; el problema fue que nunca se utilizaron bien los resultados; sabíamos que había un estado febril, conocíamos la etiología de la enfermedad: Matemáticas y Ciencias Naturales, incumplimiento del calendario escolar y ausencia de laboratorios, pero nunca tomamos los antibióticos apropiados…
Dadas las características de AVANZO, los resultados NO sirven por varias razones: 1) La prueba no se centra en el diagnóstico de lo que sucedió en 2020, sino que midió contenidos de 2019 de primer año de bachillerato; 2) Tuvo un diseño “acientífico” mezclando aspectos cualitativos, emocionales y contenidos ocurrentes; 3) Las autoridades no tienen garantías de que el estudiante contestó la prueba sin ayudas alternativas; siendo digital la prueba, pudo abrir pestañas de Google para hacer búsquedas y verificaciones; 4) Los estudiantes contaron con 18 horas para hacer la prueba, esto es inaudito técnicamente hablando y facilita lo mencionado en el numeral tres; 5) 67.6% de los estudiantes realizaron la pruebas en teléfonos móviles, lo cual representa un desafío de brecha educativa que llama la atención; 6) La prueba mezcló contenidos curriculares cognitivos, habilidades blandas o emocionales y cuestionarios vocacionales, fue una verdadera ensalada técnica; 7) Aunque hagan el esfuerzo de establecer una interpretación cualitativa en categorías básica, intermedia y superior, al final siempre asignarán un dato matemático para completar el porcentaje de la nota de promoción; 8) Las conclusiones de Ciencias Naturales son lamentables: “No reconocen practicar una ingesta equilibrada de alimentas (textual)”; 9) Se perdió la trazabilidad técnica de evaluación de 23 años de trabajo profesional realizado de modo impecable e independiente por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA); y 10) Nunca sabremos que sucedió con la respuesta multimodal del Ministerio de Educación durante la pandemia, ni con qué vacíos llegan los estudiantes al grado o nivel inmediato.
La PAES sí necesitaba una actualización o un aggiornamento, definitivamente, pero con base a discusión técnica y con los especialistas que han trabajado en el tema durante años. Medir es fundamental para cambiar, mejorar, corregir. Nuestra crítica, una vez más, pretende ser constructiva.
Sugerimos a las autoridades del Ministerio de Educación improvisar menos y dialogar más; el sistema educativo es muy importante para la vida de los niños y para el progreso de la nación. Todo esto ocurre por lo que hemos señalado anteriormente: La ausencia de una planificación seria y la falta de diálogo con el sector universitario.
La prueba AVANZO fue un buen espectáculo tecnológico y reflejó un intento de coordinación intergubernamental; pero lamentablemente sus resultados no sirven para mucho, sólo para cumplir la Ley General de Educación y ocultar lo que realmente sucedió con la educación online y multimodal en la pandemia de Covid-19.