Balmore Pacheco
“Avanzo” ¿comparabilidad y progresión del sistema educativo?
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A finales de la década de los setentas, impulsados por la presión de los movimientos estudiantiles de secundaria, las autoridades de educación de la época –en los albores del conflicto armado salvadoreño– tomaron la decisión de suprimir los entonces llamados “privados” como requisito para obtener el título de Bachiller. Los “privados” por muchos años constituyeron la prueba nacional de medición de los aprendizajes, mediante los cuales se exploraba la formación general y la formación vocacional de los egresados de educación media. Sin mayor razonamiento técnico, en un afán populista por satisfacer las demandas del Movimiento de Estudiantes Revolucionarios de Secundaria (MERS), el Ministerio de Educación, resuelve dejar sin efecto dicho requisito para graduarse de bachiller.
Años después, superado el conflicto armado, se incluye en la Ley General de Educación de 1996 la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media, conocida popularmente como Paes, aplicándose desde 1997 y cuya importancia radicó en ser un instrumento de información sobre el aprendizaje de los estudiantes que egresan del sistema educativo, comparar y medir la progresión histórica de estos, permitiendo analizar otros temas relacionados con el aprendizaje: la gestión escolar, la administración del currículo, el trabajo docente, los recursos educativos y el entorno escolar. En este sentido, la Paes no solo evalúa el aprendizaje de los estudiantes, sino que también se constituye en una fuente de evaluación del sistema educativo en su conjunto.
El ciclo técnico de la evaluación de los aprendizajes no concluye con la aplicación de una prueba y la comunicación de resultados, debe traducirse en medidas concretas de mejora a adoptarse por los diferentes actores educativos: alumnos, familia, maestros, directores y el mismo Ministerio de Educación, este último mediante la generación de políticas públicas. La evaluación educativa, como lo señalan los expertos, debe ser un acto de provocación hacia adelante, no de reproche o carácter punitivo para el estudiante.
El lanzamiento reciente de la nueva prueba para egresados de educación media “Avanzo” –como se ha hecho habitual en el anuncio de medidas y programas gubernamentales– es presentada con mucho marketing pero con muy poca información técnica sobre qué evalúa, qué baremo utiliza y cuáles serán sus usos. De allí que determinar la robustez como instrumento válido y confiable para evaluar el aprendizaje de los estudiantes que finalizan la educación media es por ahora prematuro.
Si la decisión de las autoridades de educación es hacer mejoras a la evaluación, ello debe hacerse con responsabilidad, criterio técnico y visión integral del sistema educativo, no como respuesta a situaciones coyunturales. No es sano estar haciendo modificaciones cada ciclo de gobierno y peor aún de manera apresurada, pues además de generar confusión en los diferentes actores educativos (directores, maestros, estudiantes y padres de familia), se le resta criterio de comparabilidad histórica a los resultados de aprendizaje, que es uno de los propósitos de las pruebas nacionales: valorar el progreso del sistema educativo y tomar medidas para la mejora de estos.
Una de las críticas más recurrentes que se hace a las pruebas estandarizadas es que se evalúa a todos con el mismo estándar (la misma expectativa de saberes para todos), desconociendo el contexto de los estudiantes y de los centros educativos, factor que efectivamente influye de manera significativa en los resultados de aprendizaje, tal como lo revelan las investigaciones de los llamados factores asociados. Una alternativa para superar esta crítica nos los dan los países desarrollados, particularmente las naciones europeas, en donde las pruebas de logros consideran, por una parte, un conjunto de ítems válidos y aplicables a todos los estudiantes de un país (o incluso de toda la comunidad europea), mediante los que se exploran saberes que todo estudiante debe lograr independientemente de la región o localidad a la que pertenezca; pero por otra parte, se incluyen también ítems que corresponden a saberes que las comunidades locales identifican como relevantes y significativos para ese contexto particular, lográndose así un balance entre expectativas nacionales y expectativas locales. Esta experiencia valdría la pena sea evaluada en el marco de la mejora de nuestro sistema de evaluación de los aprendizajes.
Finalmente, como lo postula el Programa de Reformas Educativas para América Latina y El Caribe (PREALC), es primordial que los países y sus gobiernos pongan la atención debida al producto principal de los sistemas educativos: el aprendizaje de los alumnos, para lo cual es importante contar con pruebas de aprendiza contextualizadas, robustas, válidas y confiables, que sean capaces de influir en las políticas educativas, pues sin duda la deuda de los sistemas de evaluación continua siendo la poca o nula utilización de sus resultados para la formulación de políticas que procuren la mejora de los sistemas educativos.