Clases
Óscar Picardo

Óscar Picardo

¿Cómo destruir una nación?

Existen muchas formas -conscientes o inconscientes- de destruir una nación; medidas macroeconómicas equivocadas; políticas públicas erráticas o desacertadas; iniciar guerras o conflictos; instaurar modelos autoritarios o populistas; los ejemplos en la historia sobran. Pero así como se destruyen, también se pueden reconstruir revirtiendo los procesos y utilizando la razón; también existen muchos ejemplos de sociedades devastadas después de la segunda guerra mundial que en menos de tres décadas pasaron a ser potencias mundiales. 

Sin embargo, hay tres factores críticos que son esenciales en la destrucción de un país y que son difíciles de revertir o reconstruir, y que tienen una alta incidencia en la evolución de una sociedad: 1) La familia; 2) La sociedad educadora; y 3) El Sistema escolar.  

La familia es la primera escuela y núcleo axiológico de la sociedad; el desarrollo sensorial, emocional y físico fundamental, inicia en un contexto de calidez y cuidado guiado por la madre y el padre. No obstante, en nuestro caso, el alto flujo migratorio -24.80 % en 2019- ocasiona “disfuncionalidad” en las familias, por la ausencia de padre o madre y los problemas asociados en el crecimiento normal de los niños (as). Por si fuera poco, los sistemas de cuidado infantil, la alimentación adecuada y estimulación de la plasticidad cerebral son muy limitados, y esto deja huella. Madres solteras, horarios laborales extenuantes, personal doméstico 24/7, son otros factores que afectan el desarrollo de una familia normal.

La sociedad educadora (Francisco Cajiao) es la que con su institucionalidad, valores, costumbres,  creencias y referentes, ayuda a educar colateralmente a sus ciudadanos. La conducta y narrativa política, el tráfico, las formas de comunicación y publicidad, la resolución de conflictos domésticos y comunitarios, entre otros factores son asimilados cotidianamente por nuestros niños (as), y así se va configurando desde el punto de vista antropológico y sociológico al ciudadano salvadoreño. El que se estaciona en cualquier lugar, el que irrespeta las filas y colas, el que ofrece y recibe mordida, el que tira la basura en cualquier lugar, está ejerciendo una acción pedagógica perversa que es asimilada por la cultura.

El sistema educativo, con sus fines y objetivos y con un magisterio capacitado y comprometido, forma ciudadanos íntegros…; nuestros antecedentes griegos occidentales hablaban de la “Paideia” y del “Areté”, los ideales educativos y las virtudes y valores. Pero nuestras estadísticas y evidencias educativas nos muestran otra realidad; más allá de aprender con altas limitaciones “algo” de matemáticas, ciencias y lenguaje, nuestra escuela falla seriamente en la formación de ciudadanía y, está demostrado en las tasas de desempleo, comercio informal, homicidios, migración, personas encarceladas, entre otros indicadores. Nuestro sistema educativo forma dos tipos de ciudadanos: una minoría que recibe educación de calidad y una gran mayoría que es sometida a un proyecto de fracaso y frustración; al final, solo cuatro de cada diez estudiantes que terminan educación básica llega a educación media, y de esos cuatro solo dos ingresan a la universidad y solo uno culmina sus estudios superiores.

Todo lo anterior se reduce en otros fenómenos que agudizan la crisis de una nación: a) Una escolaridad nacional baja y manipulable; b) Una clase política corrupta y oportunista; c) Un sistema judicial impune e ineficiente; y d) Un modelo religioso infantil, fanático y fundamentalista.

Si seguimos el curso de las estadísticas educativas que presentamos -seis de cada diez abandonan, solo cuatro terminan educación media, sólo dos ingresan a la universidad y sólo uno se gradúa- ahí está claramente el resultado: Un 60% de la población condenada a vivir con menos del salario mínimo; un 20% que podrá lograr un nivel de vida de supervivencia; y un 10% que ingresará a un club privilegiado de oportunidades, efectivamente sólo uno de cada diez…

El desarrollo de una nación destruida -léase Japón o Alemania en 1945- dependerá de la capacidad de reconvertir su industria de manera efectiva y colaborativa; esto implica valores, talento, disciplina, educación y patentes, no hay fórmulas mágicas. Países que no patentan se mantienen en el “tercer mundo”; inclusive países emergentes -Singapur, Corea del Sur, Irlanda, Israel, etcétera- utilizan la misma receta: Educación…

Pero el modelo educativo exitoso también se basa en una premisa fundamental: “ideas razonables largo plazo”; si cada cinco años cambiamos todas las prioridades y planes no vamos a ningún lado, y eso es lo que hacemos repetidamente, y los principales problemas se mantienen en los planes educativos y en el tiempo: Limitada dignificación docente, baja cobertura en preescolar y media, baja calidad en pruebas estandarizadas, ausencia de patentes y pobre desarrollo científico, bajo presupuesto educativo como % del PIB, brecha digital, infraestructura escolar pauperizada, etcétera.

¿Destruir o construir una nación? Esta pregunta se contesta con “datos” no es un tema de “fe”; y los datos y las estadísticas no mienten, aunque se maquillen, tarde o temprano salen a la luz, porque al final aparecen las crueles comparaciones e indicadores internacionales y hay evidencias que no se pueden esconder. La nación se construye con familias robustas, una sociedad educadora ética y un sistema educativo eficiente; lo demás viene por añadidura…

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