Pintor salvadoreño Armando Solís

«Cuando estuve en la tumba de Leonardo da Vinci, como buen salvadoreño, agarré un puñado de tierra de la tumba y me lo traje»

Entre los ruidos de sillas de metal de los restaurantes que rodean su taller en el edificio Skylight Center de San Salvador, Armando imparte clases de dibujo y pintura; el artista que revolucionó la pintura salvadoreña al introducir el neoimpresionismo francés. Él nació en 1940, y su arte es la viva imagen del proceso de la Guerra Civil y la fase de reconciliación con el dolor que esta dejó. Su obra podría interpretarse como la expresión del ciudadano salvadoreño que intenta reanudar su vida a través de su trabajo.  

Armando, de ocho o nueve años de edad, estudia cinco años arte gráfico bajo la tutela del profesor José Mejía Vides. Su desarrollo artístico se ramifica en escultura, grabado y literatura, pero su deseo es ser recordado como lo que es en plenitud: “Soy esencialmente pintor”.  

En las salas del Museo de Arte de El Salvador (Marte) se encuentra la obra “Maternidad”. Sobre el lienzo hay trazos rojos y negros que fueron hechos en 1970 por las manos inconformes de un pintor que inicia su carrera. Esta pintura forma parte de su primera etapa, es un arte social conocido como Neofigurativo, que demanda la recuperación de la figura humana con técnicas informalistas. “Yo le llamaba aforismo de la pintura porque deformaba las figuras y hacía ojos grandes”, dice Solís mientras describe la pintura que denomina como su obra principal: “Es esa por una sencilla razón, porque la mujer grotesca que está chineando a un niño es mi mamá y el niño soy yo”. El estilo grotesco en la madre y el hijo es producto de su primera etapa artística, en la que pinta las angustias de la época. 

Sus tonos rojos y negros pronto se manchan del color de la guerra civil. “En 1981, Salvador Juárez nos reunió para formar parte de un movimiento contra la cultura oficial. Un movimiento artístico apoyado y representado por el FMLN.” Es así como bajo la iniciativa del poeta Juárez nace “Cinco Negritos”, un grupo artístico y literario que toma como bandera la imagen y la lírica de Roque Dalton. Entre sus integrantes estaban Eduardo Salvador Cárcamo, Joaquín Meza, Julio Enríquez y Armando Solís. Este último propone rescatar la cultura en el ámbito universitario por medio de la creación de una facultad de arte en la Universidad de El Salvador.  En el transcurso de tres años, allá por 1984, la Fuerza Armada interviene para la disolución del grupo. “Capturan a Chamba y amenazan de muerte a otros compañeros. Nos desarmaron.” 

Finaliza la Guerra Civil y Armando Solís arma su equipaje. Viaja a la patria de Claude Monet para encontrarse con un París tintado de impresionismo. Pero en sus maletas también van las experiencias vividas en la guerra. “Cuando estaba en París y fui al Musée d’Orsay sentí como que se me presentó un gran portón, se abrió y salió una luz. Un cambio. En ese instante era mi cambio, tanto de vida como pintura. Una cosa como sobrevivir después de sufrir tanto. Había allí la razón de una vida más tranquila, más sosegada”. Años después de la guerra su pintura se vuelve más contemplativa. Es aquí cuando entra en escena el color turquesa, lo espiritual y las memorias de su mamá; las mujeres, los paisajes y las pelotitas escondidas en el fondo de la obra. En su última autobiografía describe a su madre como una famosa médium, recordando cómo fue crecer en ese mundo. Por ello, la bola de médium es un símbolo en su obra. Coloca esferas en el universo de colores, como poniendo “planetas pequeños”. 

El artista retoma el neoimpresionismo y se dedica a “lo bello”. Ahora su arte no se centra en esculturas mutiladas. El negro y el rojo desaparecen en un pantano blanco con interrupciones aqua que toma a la figura de la mujer como protagonista. Los paisajes y las pinceladas desordenadas cubren el lienzo de la guerra. “Hay una contraparte a la pintura sufrida en el primer período”, revela sentado frente a su última producción de esculturas, enredado entre cables de sonido y una cámara que le mira fijamente. Años después de su viaje evoca -por coacción externa- aquel momento que cambió su producción artística, aquel viaje que dio un giro al trabajo de su vida. “Tuve la suerte de ir a la tumba de Leonardo Da Vinci. Agarré un puñado de tierra y lo traje. Ahora lo guardo en un cofrecito”.  

El taller de dibujo y pintura alberga pequeños artistas que se dejan guiar por un profesor que no solo es pintor. Entre cuadros firmados por “A.Solís” hay también pequeñas biografías de personajes históricos con la misma firma. Alberto Masferrer, Valentín Estrada y José Mejía Vides –entre otros- se apilan en una colección de diez libros. “Escribir sobre una persona y ser lo más real posible es difícil”, repite mientras recuerda cómo su camino artístico le condujo a la escritura. Y sin querer, hace un recorrido mental por los recuerdos de su vida, hasta que llega a la imagen de su madre con un niño en brazos.

"Mujer en el mar" de Armando Solís

He tenido el placer de que toda la vida, desde que empecé de niño me dediqué a la pintura porque es lo que más me gustaba y Dios quiso que viviera de eso. Y se puede decir que toda mi infancia, adolescencia y ahora mi edad avanzada todavía vivo de la pintura. He recibido becas para el extranjero: Estados Unidos, Panamá, Costa Rica, etc. Prácticamente soy un artista completo. Cuando estudié en Bellas Artes mis cinco años profesionales me dediqué también a la escritura, a la pintura, al grabado y pintura mural. Desarrollé esas técnicas y después tuve exposiciones. Una gran cantidad. Así que sinceramente me siento feliz porque vivo de lo que yo quiero.  

Armando Solís

Sabiendo que su arte se ramifica en pintura, escultura y escritura, quisiera saber, ¿por cuál de estas tres ramas quiere usted que lo recuerde la gente?   

Es lógico que me gusta más la pintura. Me gustan todas las artes, pero me vinculo más a la pintura porque es allí donde yo me he desarrollado a plenitud, aunque también domino bastante la escritura, el grabado y se puede decir que, en síntesis, cuando me hacen una entrevista, sobre pintor y escultor yo les digo que domino todo y me gusta todo, pero soy esencialmente pintor.  

¿En qué momento de su vida supo que se dedicaría al arte? 

Tenía como ocho o nueve años cuando estaba estudiando mi primaria y una profesora, que ya murió, doña Carmencita de Pacheco, cuando me vio que tenía habilidades para el dibujo, ella de la manita me llevó a matricular a arte gráfico. Entonces, allí empecé a ver lo que era el arte. Me gustó y me quedé de por vida.  

¿Cuál ha sido la influencia de Mejía Vides en su arte?  

Mejía Vides para mí es el maestro de maestros que yo respeto mucho y estimo mucho por muchas razones. Yo era niño cuando él ya era maestro en México y nos hicimos amigos, compañeros, etc. Formamos un grupo “Casa del arte” donde yo era el más joven. Allí es donde me estimularon a salir adelante en mi desarrollo.  

¿Cuáles son sus mayores influencias artísticas y cómo se reflejan en sus obras?   

Se me reconocen tres periodos de mi pintura o de mi quehacer artístico. A la primera se le llamó arte social, yo le llamaba aforismo de la pintura porque deformaba las figuras y hacia ojos grandes. Era 1968, la pintura de El Salvador era la corriente abstracta y yo vengo con un figurativo a imponer otro estilo entre la pintura salvadoreña a rescate de la figura humana. Le llamamos neofigurativo, que fue una corriente universal de arte, pero en esencia he tenido influencias y me han gustado mucho del expresionismo alemán, el arte social alemán. Cuando estuve en Europa, sobretodo en el museo Boucher de París me golpeó tanto -25 años después- el impresionismo francés, Monet y todos los famosos. Y me hice una pregunta ya con una madurez bastante avanzada: “¿Dónde se quedó corta esta corriente universal?” y fue un periodo de cinco años de estudio hasta que yo formé mi propia pintura y concepto al que yo le llamé el neoimpresionismo. Pero después del neoimpresionismo estoy incursionando en la abstracción lírica, que lleva figura y lleva abstracción. Así es como tengo los tres periodos bien identificados en mi desarrollo.  

¿Cuáles son las etapas en las que se divide su producción artística y qué estilo las representa?  

La primera etapa, que es la que me llevó a un gran crédito artístico por su novedad y no lo había hecho nadie. Ese periodo, me dicen que es el mejor. En cada periodo salen obras buenas y he tenido como seis períodos. Tengo mucha obra y muy buena del neoimpresionismo. Se ha ponderado fuera de la frontera. Lo mismo me está pasando con el impresionismo abstracto.   

Si usted pudiera definir sus obras en un solo mensaje, ¿cuál sería?  

Por lo general en el primer período era el mensaje social porque la situación lo permitía. Como en el tiempo de la guerra me incursioné mucho en la escultura porque el mensaje me era más fuerte y actualizado. Figuras mutiladas, figuras deformes por la misma guerra. Entonces me incursione más en la escultura y se me ponderó exageradamente. Tanto que en el ’87 puse una exposición de esculturas de la guerra que se vendieron todas. Las 21 piezas. Quiere decir que eran buenas y el mensaje social era recibido por la situación que vivíamos. En el neoimpresionismo cambia la situación. Años después de la guerra se volvió más contemplativa. Las mujeres, los paisajes, etc. Y allí es donde me apasioné grandemente con el color turquesa que puse en toda mi obra. Y hay un detalle también, que vale la pena mencionar ya. Desde mi primer periodo de mi obra oculté por muchos años las perlas que pintaba en el fondo. ¿Por qué? Porque en mi primera pintura tenía mucha influencia religiosa. Yo desde los tres meses y hasta los 14 años tuve acceso a la ciencia espiritista porque mi madre era una médium famosa. Le servía hasta al presidente Lemus. Entonces yo me crié en eso, y para no perder ese símbolo, esa bola de médium, me colocaba en el universo como poniendo planetas pequeños. Eran mentales. Eso lo oculté, hasta mi última biografía es que hablo de eso. 

Maternidad de Aramando Solís.

¿Cuál es su obra más importante?  

Hay varias, pero hay una del primer periodo: “Maternidad” que tienen en el museo Marte, fue hecha por 1970. Ya en el 68 ya venía manifestando ese estilo. Es esa por una sencilla razón, porque la mujer grotesca que está chineando a un niño es mi mamá y el niño soy yo. Para mi es nostálgica y emociona, da sentimiento. Es una base fundamental. Es casi la mejor obra de ese periodo. 

¿La figura de la mujer es constante en su obra?  

Sí, siempre ha estado presente la mujer. Pero en el neoimpresionismo le doy casi un 90 % de interés a las mujeres. Casi los 20-25 años que tengo de estarlo haciendo el 90 % es mujer. El resto es paisaje. Por muchas razones, en el neoimpresionismo se prestaba más a lo bello y todo eso. Entonces la mujer es el símbolo más adecuado.  

Háblenos un poco más del color azul turquesa que está presente en varias de sus obras, ¿qué intenta transmitir?   

El color turquesa lo tomé como base desde mi primer período pero más moderno y depurado en el neoimpresionismo. Me gusta, siempre me ha gustado, por mi facción espiritual. Por lo astronómico. Porque representa el origen de la vida el agua. Hay mucha cosa esotérica allí. Por eso mi pintura está envuelta en ese color. Que me parece un color muy muy sensible, agradable, donde yo me siento feliz haciéndolo. Porque como que hay una contraparte a la pintura sufrida en el primer periodo. Es diferente. Cuando estaba en París y fuí al museo del impresionismo sentí como que se me presentó un gran portón, se abrió y salió una luz. Un cambio. En ese instante era mi cambio, tanto de vida como de pintura. Una cosa como sobrevivir después de sufrir tanto. Había allí la razón de una vida más tranquila, más sosegada. Como vuelvo a repetir, siempre acompañado por la pelotita que es mi símbolo espiritista. Cuando yo tenía como catorce o quince años fui a tres conferencias espiritistas de una amiga de mi mamá, una médium, así la llaman. Y tuve la suerte y la ocasión de oír unas tres conferencias del maestro Leonardo Da Vinci. En boca de la médium. Me gustó tanto que empecé a comprar libros de él. Hoy tengo una biblioteca con más de sesenta libros de Leonardo. Actualizados y antiguos. Y cuando estuve en Francia tuve la suerte de ir a la tumba de Leonardo. Y cuando estuve en la tumba de él, yo me sentí realizado de estar cerca de él. Lo que hice como buen salvadoreño, y nadie se dio cuenta, agarré un puñado de tierra de la tumba y me lo traje. Allí lo guardo yo en un cofrecito. Así es que lo tengo allí.  

¿Qué era “Cinco Negritos”? ¿Por qué lo fundó? ¿Qué hacían?  

Cinco negritos nace por una necesidad cultural y política. Allá por 1981 al principio de la guerra. Un compañero, que en paz descanse, Salvador Juárez, nos reunió para formar un movimiento contra la cultura oficial. Un movimiento artístico apoyado y representado por el FMLN.  Éramos el lado opuesto y Chamba nos dijo que podíamos confrontar la cultura oficial. Era peligrosísimo eso porque en tiempo de la guerra que le dijeran a uno que era comunista era casi señalar a muerto. Sin embargo, tuvimos conciencia de posición y hablé con Matilde, con Rafael Mendoza, apoyando la idea de Chamba para formar el grupo y aceptaron. Y así se formó el grupo. Y dijimos, «¿qué nombre le ponemos?», y el mismo Salvador dijo: “bueno allí hay una planta de las que le dicen cinco negritos, pongámosle ese». Entonces es así como hicimos el grupo y fue una cosa maravillosa. Escribimos, agarramos de bandera la poesía y la imagen de Roque Dalton. Yo en la universidad le hice el monumento a Roque Dalton, hice la pinacoteca Roque. En fin, hicimos a Roque fuerte como una imagen política y cultural. Pero en el camino, a los tres años, sucedió un proceso para que desapareciera. No quiero hablar de nombres, pero un compañero se prestó para desintegrarnos y es así como interviene la fuerza armada, capturan a Chamba y amenazan de muerte a los otros compañeros. Uno fue para Canadá. Nos desarmaron. El único original que quedó en la universidad fui yo, porque allí era donde nos reuníamos, teníamos el cubículo y la oficina. El único que quedó y terminó la guerra. Pero con un montón de peligros. Que la decana de la facultad de odontología me dio asilo en medicina para que pasara desapercibido hasta que un año después ya se apasiguó un poco. Logro entrar a extensión cultural y como la universidad estaba desgastada en lo cultural, académico y todo fue una idea mía rescatar algo de la cultura de la universidad y así es como nos ideamos hacer la facultad de arte. Desgraciadamente el consejo superior solo mi proyecto agarró. Así es que ese fue un grupo con mucha injerencia política. Era un gran apoyo cultural para el frente.   

¿Por qué tomaron la figura de Roque Dalton? 

Como intelectuales, sobre todo los compañeros míos… yo siempre fui de la izquierda, pero mis compañeros se vincularon mucho al comunismo. Entonces vimos que como grupo estábamos huérfanos por tener una imagen de alguien de lanza. En ese momento estaba muy de moda clandestinamente Roque Dalton. Inteligentemente en una reunión vimos que la imagen de Roque era importante de lanzarla como bandera nuestra revolucionaria intelectual y así fue. Teníamos ejemplo de Vargas Llosa. Teníamos muchos ejemplos. Pero nosotros no teníamos bandera. Entonces al tomar de bandera a Roque yo fui uno de los grandes promotores de su imagen. Hice esa famosa colección de la Universidad Nacional e hice el monumento a Roque y la biografía. Entonces Roque fue una bandera revolucionaria.  

¿Cuál es su opinión acerca de cómo los diferentes gobiernos han tratado la cultura en El Salvador?

En primer lugar, hay que recordar allá por 1970 cuando llega el Ministro de Educación -Walter Béneke- y hace desaparecer todo para el nuevo sistema educativo, la reforma educativa. Desapareció el conservatorio, hasta Bellas Artes para meter el bachillerato en artes. Él quería modernizar, la idea no era mala, él quería modernizar. Yo me opuse a ese proyecto del cambio que quería hacer en el sistema educativo aquí. Ya tenía madurez, ya había viajado y tenía conocimientos. Mi posición era que no desapareciera, sino que al contrario se actualizara. Pero él me dijo que no, que eso se iba a hacer, así como él lo había planeado. Pero hay un momento cuando él invita casi a todos los intelectuales de distintas ramas de arte, y en esos invitados iba yo, a estrenar su proyecto de reforma educativa. Entonces antes de esa reunión que el convoca en el Sheraton me llamó en privado y me dijo “mira, ¿no quieres pertenecer al grupo que yo estoy formando desde México?” Pero yo le dije que a México no.  Quedamos distanciados. Hay un momentito en la presentación que dice: “y esto lo voy a hacer, aunque se opongan los comunistas” y me señala a mí. Talvez porque era gran amigo de Camilo Mineros que si era del partido comunista. Yo me enojé tanto porque sabía el gran lío en el que me estaba poniendo. Yo me levanté como que me iba y cuando pasé por el pódium lo agarré de la corbata y lo bajé al suelo. Los compañeros me decían: “Suéltalo que lo estas matando”, y entre más me decían más lo jalaba de la corbata hasta que lo solté. A mí me llevaron a calmar los nervios al bar, pero no del todo salió mal. A los tres años, un gran amigo Bobby Poma me llama por teléfono y me dice que quiere que le arme una exposición en Guatemala. “Cómo no, le dije, escoge vos los pintores y vamos”. Nos fuimos para Guatemala, conocí a su esposa y armamos la exposición. Inaugurando la embajada de El Salvador en Guatemala. Pues la noche de la inauguración volteé a ver y era Béneke y me dijo: “le dije a Bobby que vos armaras la exposición”, y allí quedamos como amigos. Como a los cuatro meses después de eso me vuelve a llamar y me dice: “quiero que me armés una exposición para México”. Nos fuimos. Orellana, un pintor muy conocido que me llevé a México, el desgraciado se emborrachó toda la semana y llega a la exposición así. Se viene de bruces y queda de tapón en la entrada de la puerta y todos a quitarlo. Todo un desastre, pero al final todo salió bien. A Bobby yo le oculté todo eso. Desgraciadamente a Béneke lo mataron, a Bobby lo mataron. Los problemas de la guerra. Así es que lamenté mucho la marcha de Bobby porque el creyó mucho en mí. Así es que eso es parte de lo que va formando a uno de artista. Y al final de lo bueno que se puede decir, yo le comentaba a Roberto Galicia, un amigo de distinto pensamiento ideológico, aunque nos hemos entendido bien. Quizás todo lo bueno que ha sido de gobiernos anteriores es la realización del museo Marte. Ese es un proyecto genial que hasta ahora tiene renombre en Centro América y Estados Unidos. Que el día que desaparezca nos quedamos sin nada que nos represente dignamente y profesionalmente. En ese sentido el museo con todos los antagonismos me parece todo un proyecto que nos ha dejado los gobiernos anteriores. Está lejos que podamos tener otro proyecto así. El día que desaparezca ese museo yo no qué va a pasar. 

Y con referente a los gobiernos de izquierda, que yo colaboré cien por ciento, si nos decepcionaron, desde un principio nosotros estábamos metidos en la situación en la universidad creímos que al cambio de la izquierda iba la cultura a ser preponderante y antes de los acuerdos tuvimos reuniones con ellos, son amigos míos. A y a otros compañeros nos dijeron: “no, nosotros no venimos a hacer nada de cultura ni de arte, nosotros venimos a una posición política y económica.” Fue una decepción terrible y eso fue antes de los acuerdos. Porque ya abogaban que en los acuerdos se metiera la cultura. Pero no pudimos. Hasta ahora terminó en un desastre.  

Cuando me habla del Museo de Arte, ¿ese tipo de iniciativas no tendrían que hacerlas el gobierno porque ellos son llamados a preservar la cultura? 

Sí. Hay que recordar que el museo Marte es de la empresa privada y hay muchas personas que han colaborado entonces, el gobierno lo que hizo es aportar el terreno, que ya es bastante. Paco Flores  dijo que apartaran el terreno para hacer ese proyecto. Lograron hacer un grupo homogéneo de dinero y el gobierno de realizar ese proyecto. Del contrario no se podía hacer eso. Porque los que ayudaron mucho para el museo son las donaciones de obra. El museo nunca ha comprado obras, todo fue por donación. Todo eso fue para que el proyecto tuviese la fuerza que tiene ante el mundo. No hay que olvidar que el director ha sido muy buen administrador de ese proyecto. Y se hizo bien en no involucrar estrictamente al gobierno, sino que los gobiernos colaboraran. Porque si el gobierno entrante y el saliente no se entendieran sacan toda la obra. Entonces hicieron bien en hacer esa gama de personas e instituciones. Pero todo vinculado al capital por supuesto. 

La figura femenina es uno de los temas presentes en la obra de Armando Solís

¿La gente lo ubica por la pintura, pero usted también es escritor de 10 biografías, cómo es que de repente decide explorar las letras? 

La vocación de la pintura lo traía de niño, pero ya en la adolescencia viene la inquietud de escribir. Que para la matemática fui medio bueno, pero para las ciencias de escribir era bueno. Lo que quiero decir es que en el camino desarrollé la escritura personal no académica. Autodidacta. Llega un momento en que ya tenía bastante escrito y un amigo mío escritor conocido leyó mis escritos y me dijo que tenía algo importante. Que sacara una autobiografía. Y así es como sale mi primer libro. El problema es que el libro fue aceptado, hasta en la facultad de ciencias de la universidad. Entonces eso me entusiasmé y tenía bastante escrito sobre arte, pintura y galerías. A mi segundo libro le puse Estética Latinoamericana. Es una crítica al arte latinoamericano. Allí noté la rebeldía y valentía de escribir. Criticar el arte latinoamericano no es fácil. Pintores muy reconocidos de Centro América me felicitaron por el libro. Llevaba la escritura a la par. A compañeros escritores les decía que escribieran biografías. Algunos me decían que no tenían tiempo para escribir ni para ellos ni para otra persona. Hay que investigar y es tedioso, pero yo vi que había una necesidad de rescatar esa línea entonces yo me tomé la valentía, pero en el camino vi que sí tenían razón. Me he encontrado con la familia de personajes que decían “si vas a escribir la vida de mi papá escribí solo cosas bonitas”. Escribir sobre una persona y ser lo más real posible es difícil. Sin embargo, yo lo hice, a tal grado que ahora son recomendados mis libros. Porque son reales, no ando evadiendo. Así es que es bien difícil y yo recomiendo no hacerlo.  

He escrito sobre Masferrer, don José Mejía Vides, Valentín estrada, Benjamín Saúl, Camilo Mineros entre otros.  

Cuando incursioné en las biografías en mis primeros libros hice cuatro biografías en un solo tomo. Desgraciadamente ese libro no me pegó mucho. No me lo ponderaron mucho quizás porque ya eran conocidos y no era novedad. Al hablar de Mejía Vides, Camilo y Roque, como son nuestros personajes, la gente que lo lee. Escribo como hablo. Y eso ha sido el triunfo de los libros. Que son naturales, amenos, que se quiere saber en qué terminan.

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