Rafael Lara Martínez
Descolonización colonial / El caso de las dos lenguas mayas en El Salvador
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El problema
Una gran falacia de la moda descolonizadora consiste en ignorar la huella permanente del pasado en el lugar de su vivienda. Mientras no se publique una antología mínima de las mito-poéticas multilingües en las lenguas xinca, poqomam, ch’ortí’, náhuat, lenca, cacaopera, etc., el saber (-mati) de las teorías extranjeras reemplaza el conocer (-ix-mati; saber ocular) práctico de lo propio. Un ejemplo flagrante lo ofrece la incesante búsqueda actual de correspondencias entre el cristianismo y el marxismo, sin interrogar su arraigo mutuo en el entorno geográfico ancestral (véase la identidad colonial entre Quetzalcóatl y Jesucristo, durante la evangelización).
Rara vez se considera como universal el Estar-en (Dasein) un lugar y el Estar-con (Mitsein), una población asentada ahí desde lo antiguo. No se percibe que la noción de «estar-en-un-lugar» resulta de tal alcance que en náhuat y en otras lenguas mesoamericanas existen sufijos locativos: -co/u, -pan, -tan, etc. De ellos se deducen los topónimos y los nombres relacionales, esto es, la categoría que varias gramáticas asimilan a un simple sustantivo o a las preposiciones castellanas, i.e., -ix-pan, «es-enfrente-de, -es-ojo/cara-locativo»; -ix-tem-pan, «es-enfrente-de; -ojo/cara/abertura-locativo/orilla/verja».
A lo sumo, una generalización constante reclama lo maya, sea por el prestigio de lo clásico yucateco, sea por la transcripción colonial del Popol Vuh. Se presupone que la experiencia peninsular, o bien la quiché de los altos de Guatemala resulta suficiente para entender la diversidad cultural de las múltiples regiones geográficas accidentadas. Basta citar el trabajo de Terence Kaufman para advertir el problema: «The proto-Mayan homeland must have been in a highland zone…in Northern Highland Guatemala…there are exclusively lowland people who are ignorant of any of the flora and fauna found in the highland zone (la tierra natal del proto-maya debe haber sido en una zona de las tierras altas…en las tierras altas del norte de Guatemala…hay pobladores exclusivamente de las tierras bajas que ignoran la flora y la fauna de las zonas de las tierras altas)».
Donde Yu = yucateco; WM = maya occidental y EM = maya oriental, hacia 1500 AC.
La propuesta de Kaufman también propone que la diversidad lingüística del xinka y del lenca constituye el sustrato ancestral de El Salvador. Su ausencia del currículo educativo —primario y universitario nacional—, testimonia el desdén por lo propio, es decir, lo arbitrario del concepto de identidad.
Casi siempre referir lo maya implica extender un legado regional privilegiado hacia zonas sin contacto directo. Para El Salvador, esta aplicación la demuestra la mención repetida de lo maya en abstracto, sin referencia a la división lingüística de la familia de lenguas y, más grave aún, en el silencio de las características particulares del poqomam y del ch’ortí’, los únicos idiomas que se habla(ba)n en el territorio nacional.
La familia de lenguas mayas
Sin pretender una maestría en el tema, este ensayo elemental presenta una simple introducción a la diversidad lingüística en su historia. Se advierte la paradoja que, desde mediados del siglo XX —sin el empleo del término descolonizar—, la lingüística estadounidense se aboca al estudio de las lenguas de la familia maya con mayor ahínco que las Ciencias Sociales y la Filosofía en El Salvador. Norman McQuown sería uno de los grandes pioneros. Prosiguiendo el trabajo de Kaufman y el libro «The Mayan Languages» de J. Aissen, N. C. England and R. Zavala M. (2017), se establece la correlación siguiente entre la cronología histórica y el árbol genealógico de la familia. Los recuadros anotan la variedad de los idiomas —de la rama occidental (West) a la oriental (East), de las tierras bajas (lowlands) al altiplano (highlands), del norte al sur. Ya para la época clásica la familia de lenguas mayas se halla dividida en ramas bastante diversas, sin contar la variedad de hablas locales y las jerarquías sociales.
- Período arcaico (4000-2000 AC), en el cual se domestican las plantas e inicia la agricultura. El huasteco se separa del proto-maya, dejando el maya del sur. Un dato interesante lo ofrece la ausencia de una palabra proto-maya para el alimento básico —la tortilla y su útil culinario, el comal—, ya que su invención sucede luego de la división lingüística de la familia.
- Período pre-clásico (2000 AC-250 DC), aparecen la cerámica, la agricultura productiva, los edificios públicos y una marcada diferenciación regional de patrones culturales. Igualmente, aparece la escritura jeroglífica clásica y el calendario. La rama yucateca se separa de la rama maya sur y del maya central (1900 AC). El maya oriental se aparta del maya occidental (1600 AC). Por esta marcada diferenciación «no hay, y nunca hubo, un sistema único maya para nombrar los días. El calendario lo adoptaron los mayas…después de que las lenguas se habían diversificado en las ramas Huasteca (Wa), yucateca (Yu), maya occidental (WM) y maya oriental (EM)». El idioma de la escritura jeroglífica maya se juzga el antecesor de la rama ch’ol
- Postclásico (250 DC-1500 DC), aparece el sistema estatal y la irrigación.
Distribución geográfica de las lenguas mayas, alrededor de 1500 DC (lakantun –lacandón-, no existió hasta después de 1520, cuando algunos hablantes de yucateco huyeron al territorio ch’ol para evitar la reducción de los españoles).
Diversificación de las lenguas mayas: huastecas, yucatecas y subgrupos mayas occidentales.
Diversificación de las lenguas mayas: subgrupo maya oriental.
Para El Salvador, la enseñanza parece contundente ya que el maya oriental (EM) se conforma luego de 1500 AC —el sub-grupo gran-quiché (GKi) hacia 500 AC— del cual deriva el poqomam hacia 1000 DC. Para la otra lengua del occidente del país, el ch’ortí’, la separación parece más tajante, ya que el maya sureño (SM) se separa unos 2000 años AC, luego el maya central (CM) hacia 1500 AC, para luego dar origen al maya occidental (WM) 1000 años AC y al gran tzeltal (GTz) hacia la era cristiana, hasta concluir con las lenguas ch’ol (Ch) unos 500 años DC. De tal manera, la separación del ch’ortí’ con el maya-yucateco y el k’ichee’ no sólo data de hace 4000 años, la del poqomam con el k’ichee’ también se fecha de un mínimo de 1500 años.
Conclusión
Se juzga válida la intención decolonial, pero su cometido jamás lo logrará al ignorar la diversidad de las culturas subalternas en el territorio nacional. Sin admitirlas, la descolonización repite el nacionalismo que anhela suprimir la diferencia bajo la rúbrica de un canon monolingüe. Ante la falta de un diálogo entre las distintas Ciencias Sociales y las Humanidades, tampoco la Filosofía latinoamericana alcanza una visión totalizadora, al excluir de su currículo académico los logros de las disciplinas aledañas. Es cierto que desde la década de los ochenta —en coincidencia con la guerra civil salvadoreña— existe un auge de los estudios mayas y de la literatura nacional en el extranjero. Pero ambas disciplinas se desarrollan de manera paralela sin un intercambio directo entre el interés literario y testimonial de los estudios culturales, por una parte, y la investigación de las lenguas indígenas, por la otra. Ni los estudios culturales honran su nombre al negar las culturas indígenas de su territorio monolingüe y al hablar de testimonio sin verbos testimoniales en los idiomas ancestrales.
Si el otro no tiene «cara/ojo» —-ix en náhuat— tampoco comparte una gnosis común, co-nocer, -ix-mati, con la intelligentsia académica. Ni siquiera la filosofía respeta su nombre propio al rechazar casi toda filiación (philos) con la sabiduría (sophos) de las lenguas ancestrales. Parecería que la academia funda esferas encerradas al prohibir todo intercambio recíproco entre saberes especializados. Asimismo, hoy que el desarrollo económico se asocia con su nombre inglés —Bypass, Sivarland, Sunset Park, Surf City, etc.—, tampoco extraña que la política estatal no aplique la política de la cultura de su mismo régimen.