Número ISSN |
 2706-5421

Descolonización
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Rafael Lara Martínez

Professor Emeritus, New Mexico Tech
rafael.laramartinez@nmt.edu
Desde Comala siempre…

Descolonización colonial III – El caso de las dos lenguas mayas en El Salvador (1era. entrega)

Si dicen que en 1932 el miedo a hablar náhuat suprimió el idioma, en 2022 ese mismo temor lo inculca la academia al censurar el estudio de las lenguas indígenas en su recinto liberador...

I

La lengua ch’ortí’ 

Asentada alrededor del Trifinio —donde colindan Guatemala, Honduras y El Salvador—, la lengua ch’ortí’ recibe un enorme interés de investigadores extranjeros, por supuesto, tal cual sucede con el náhuat durante todo el siglo XX (Leonhard Schultze-Jena, 1930-1935; Lyle Campbell, 1975-1985; Alan King, 1998; para la negligencia salvadoreña sobre lo maya, véase: R. Zavala y T. Smith-Stark, «The current situation in research on Mayan languages«, 2007; del «incremento de 950 por ciento en la producción de materiales» no hay una sola publicada en el país).  La curiosidad no podría motivarla una mayor razón que el lugar mismo de su asentamiento.  Ahí se sitúa Copán (300-900 DC), la periferia de Quiriguá, Esquipulas, Ocotepeque, Chalatenango, Metapán, hacia el sur y sureste, curato de Tejutla, Citalá y Chicumhuezo, Texistepeque (ch’ortí’ y náhuat), hasta el río Lempa, etc.  En su centro, se hallan ciudades clásicas y un lugar de peregrinación.  Por esta localización ancestral, la ciencia más rígida a veces se mueve por el ideal pre-babélico de encontrar la lengua original, aquella que —en sus comienzos—, provoca el auge de una alta cultura clásica.   

La hipótesis propone la siguiente secuencia: Proto Maya (42 siglos) -> Maya sureño (39 siglos) –> Maya central (36 siglos) –> Maya occidental (30 siglos) –> Gran Ch’ol-Tzeltal (22 siglos,  otros idiomas derivados: Tzeltal propio (14 siglos) -> Tzeltal – Tzotzil, (Tojolabal)) -> Ch’ol común (14 siglos, otros idiomas: Yokotan-Ch’ol – Ch’oltí’ – Ch’ortí’) –> Ch’olti’ clásico -> Ch’olti’ colonial -> Ch’ortí’.  Ante la ausencia de datos para la lengua clásica, solo existen ejemplos del idioma colonial el cual demuestra la filiación ergativa entre el sujeto transitivo y el posesivo (u-), por una parte, y el sujeto intransitivo y el objeto transitivo (-et), por la otra (J. Aissen, 1992; D. A. Law, «Early Classic Maya«, 2006; R. del Moral, 1988; J. T. Dugan, «Grammar of Ch’ortí Maya Folktales, 2013). 

(1) 

lopa-et t-in-wut 

venir-Abs/2s prep-Erg/1s-cara 

tú-viniste frente a mí = tú-viniste a/en mi-cara 

u-kohko-et 

Erg/3s-mantener/guardar-Abs/2s 

él te mantiene = su-mantener-tú 

u-k’aba-(ø) 

Erg/3s-nombre-(Abs/3s) 

(es)-su-nombre 

El ch’ortí’ sería el descendiente directo de la «lengua maya» —dicen, pero a saber si es cierto—, durante la incesante búsqueda del verdadero reflejo de una verdad pretérita, idealizada en el presente.  Casi nunca se menciona el «prestigio», «la alta formalización» y lo «arcaico» de su escritura jeroglífica (D. Law y D. Stuart).  Se presupone que el saber oral del ch’ortí’ cataloga el archivo de aquella Biblioteca de Babel mesoamericana, hoy perdido por la falta del recuerdo, es decir, por el olvido de la memoria histórica.  En El Salvador, no extraña que la academia liberadora excluya la lingüística mesoamericana de su currículo (L. Clemens, «Mayan», Linngdomain.org,  S/F).  Casi siempre, se memoriza sin establecer una correlación cordial (-yul) con el pasado, ni con el presente indígena vivo.  Hay memoria sin re-Cuerdo.  Esta búsqueda del origen —la lengua primordial—, la oculta una amplia diversidad —unas treinta (30) lenguas mayas—, que ya no se reconocen en su diferencia.  Por esta razón, los textos coloniales del siglo XVI resultan inexistentes, mientras existen para la rama k’ichee’ los cuales no mencionan ese grupo étnico. ch’ortí’ ni su idioma dispar.  En cambio, hacia la época, parece que los contactos más próximos el ch’ortí’ los efectúa con el xinca, el poqomam, el náhuat, el lenca (véase: Claudia Dary, Sílvel Elías y Violeta Reyna, «Los ch’orti’ en las laderas secas del oriente de Guatemala», FLACSO, 1998).  De otorgarle veracidad a las cifras demográficas de Francisco de Solano («Población y áreas lingüísticas de El Salvador, 1772», REAA, 275-317), en 1772, el ch’ortí’ es la segunda lengua indígena más hablada en El Salvador, luego del náhuat.  El siguiente mapa señala la presencia ch’ortí’ según de Solano en el siglo XVIII. 

Pese a esa presencia en el territorio salvadoreño, los estudios culturales ignoran la cultura ch’ortí’ y su legado lingüístico a la identidad nacional.  No importa que los estudios culturales se jacten de su ruptura radical con los estudios literarios, ni que la historia explore el ámbito cultural.  Las lenguas indígenas no reciben el más mínimo comentario.  El interés actual por recolectar los archivos suele concederle a esta noción un giro logo-céntrico.  Por archivo, se entiende un documento escrito —casi siempre en caracteres latinos.  Esta reducción del término no sólo desdeña la geografía, en su sentido literal, la escritura (graphos) de la tierra (geo) gracias a la huella plasmada por los ancestros en el terruño.  También relega la creatividad poética de la lengua castellana coloquial.  Si desde María de Baratta (1890-1978) no existe una recolección ni un estudio de las bombas, refranes, adivinanzas y demás procedimientos poéticos populares, menos aún hay una colección literaria en las lenguas indígenas.  Estos idiomas no se consideran archivos.  Por esta exclusión bibliográfica, las ciencias humanas y sociales rechazan su investigación, salvo de obtener un rédito político al citarlas.  

Sin embargo, se vio en la sección II, al más simple nivel gramatical, las lenguas mayas ofrecen una riqueza interpretativa al traducir el mundo —los hechos—, en un «vocabulario institucional» muy distinto del indoeuropeo.  Si la academia salvadoreña no desea reconocer este legado, seguramente se debe a la expulsión de la diferencia de su ámbito de poder.   A menudo se confunde lo real que deriva de estudiar la realidad, con lo real de la realeza, es decir, de la jerarquía que dicta la manera de referir el mundo.  Hasta 2022, esta representación del mundo sólo se logra por medio de un canon literario monolingüe.  En réplica a la nahuatización de los grupos ch’ortí’ —de cuyo contacto se elucubra nace la lengua alaguilac (de Solano)—, la castellanización actual reviste todo legado literario válido. 

Hablada hoy en el departamento de Chiquimula, Guatemala, la lengua ch’ortí’ se extiende por el norte del país, pero su aporte a la identidad nacional salvadoreña pasa desapercibido.  A lo sumo, la guía turística dictamina la política de la cultura y la pedagogía universitaria.  En Tazumal, se habla/habló una lengua extinta hace unos 4500-4000 años —el proto maya—, pero nunca se especifican las características particulares del idioma, acaso el poqomam.  Según se aclaró en la sección I, la secuencia de esa lengua hablada en El Salvador es la siguiente: Proto-Maya (42 siglos) –> Maya Central (36 siglos) –> Maya Oriental (34 siglos) –> Gran K’ichee’ (26 siglos) –> Poqom (10 siglos, Q’eqchii’) –> Poqomam y Poqomchii’.  Acaso, de la antropología a los estudios culturales actuales, las ciencias sociales reciclas un legado literario monolingüe.  En nombre del nacionalismo, se apropian del prestigio ajeno al hablar de la «cultura indígena de El Salvador» (véase: «Literatura de el Salvador» de María B. de Membreño, S/F; 1-57).  No solo se confunde el náhuatl con el náhuat, al importar los archivos del altiplano central de México hacia el país, i.e. Netzahualcóyotl en Izalco.   

También se pretenden unificar lo maya —imaginar su centro en el país—, para inculcar una diáspora hacia Yucatán y reclamar el idioma k’ichee’, de los altos de Guatemala, como propio a El Salvador (véanse todos los autores citados por Membreño: Rodolfo Barón Castro, Santiago I. Barberena, Miguel Ángel Espino, Francisco Gavidia, Pedro Geoffroy Rivas, Jorge Lardé, Rafael Reyes, etc.).  Si la historia crítica sin cese verifica la «invención de tradiciones nacionales», jamás se atreve a indagar el legado oculto bajo esa ilusión nacionalista.  Por esta negativa, el auge del indigenismo salvadoreño promueve la apropiación de lo náhuatl-mexicano, lo yucateco, lo quiché, etc. —al forjar lo nacional sin lo xinca, lo lenca, ni lo poqomam y lo ch’ortí’; lo náhuat opacado por lo náhuatl.  Por su parte, el presente decolonial también rehúsa conversar con esas lenguas ancestrales de poco prestigio social en su cometido redentor.  Quizás, para visualizar la transfiguración de una invención fabulosa, basta recordar cómo Jorge Lardé le atribuye a «Atlacatl» el emblema que luego define la guerrilla salvadoreña (véase la ambigüedad entre atlacatl, «inhumano, grosero, malicioso…» y âtlâcatl, «marinero, quien vive cerca del agua»; casi nunca se escribe la diferencia entre la vocal corta y la larga).  El simple cambio de una palabra convierte un precepto del siglo XVI—»¡libertad o muerte», en «resistencia» contra los españoles— hacia la «!independencia!» en 1811, según Lardé, hasta culminar en «¡revolución o muerte!», en el siglo XX por eterna repetición sinódica del mismo estribillo.   

Sin idealizar esa doble presencia poqomam y ch’ortí’, se trata de ofrecer una breve descripción elemental de la lengua ch’ortí’ la cual, con variantes notables, debería aplicar los siete (7) rasgos gramaticales claves de la sección anterior —»Descolonización colonial II».  Estos atributos son: marcación en el centro rector y palabra-oración (1), ergatividad (2), marca de aspecto (3), direccionales y posicionales (4), nombres relacionales, preposiciones y locativos (5), clasificadores numerales y nominales (6) y sistema vigesimal (7).  No obstante, debido a la complejidad de la lengua, esta primera entrega sólo estudia los pronombres personales independientes y los dependientes en su combinación con los sustantivos, los nombres comunes y relacionales, el adjetivo y los verbos transitivos e intransitivos.  Se notará que su variedad es tal que toda traducción castellana oculta la riqueza idiomática del ch’ortí’.  Antes de esa exposición, se detalla el alfabeto de la lengua.

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