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 2706-5421

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El COVID19 y el populismo educativo

La crisis de la pandemia del COVID19, concretamente las medidas de distanciamiento social y su relación con la economía, han llevado a muchos países a diseñar medidas creativas y razonables; pero también observamos en el escenario ideas descabelladas y populistas. Muchos quieren utilizar la crisis para lograr protagonismo, algunas pulgadas o minutos de prensa. 

Existen muchos malos ejemplos de medidas sin asidero científico; como por ejemplo el uso de “túneles de desinfección” o la administración de “hidroxicloroquina” para combatir el virus SARS-COV-2, los cuales no cuentan con evidencia sobre su eficacia para lograr resultados. En la actualidad, muchos científicos a nivel global trabajan en diversos proyectos profilácticos, prototipos, equipos de bioseguridad, etcétera, pero hasta que no se logre la certeza científica y se publiquen resultados concluyentes todo será “ciencia ficción”. 

También en materia económica comienzan a surgir “ideas u ocurrencias” para afrontar la crisis; desde propuestas razonables hasta locuras que agudizarían el problema. Por ejemplo, en redes sociales y en la Asamblea Legislativa ya circuló la idea de suspender el pago de cuotas de los colegios y universidades para minimizar el impacto en la economía doméstica. Esta posible solución, afectaría significativamente a las finanzas educativas y por ende repercutiría en los salarios docentes y en otras consecuencias nefastas. 

Pese a las limitaciones pedagógicas y didácticas el sistema educativo está funcionando a través de diversos medios; unos con plataformas adecuadas (Moodle, Blackboard, Sakai) y herramientas complementarias (Teams, Zoom, Google Classroom, etc.) y otros con medios más rudimentarios (guías de actividades, grupos de Facebook y WhatsApp). Pero, al fin y al cabo, el sistema camina. 

Siempre la educación es un factor de negociación en el presupuesto familiar; y lamentablemente, para muchos en la economía doméstica es lo último que cancelamos, dándole un lugar poco privilegiado. Pagamos primero las cuotas del banco, las tarjetas de crédito, la cuota del vehículo, luego alimentación y si alcanza pagamos la colegiatura; inclusive, muchos invierten más en el pago del vehículo que en la colegiatura del colegio; y por eso estamos como estamos. También debemos recordar que la tasa de morosidad es alta en las instituciones educativas (no menos del 20 %). 

Sé que muchos lectores que me conocen dirán: “está defendiendo su posición de trabajo, pues trabaja en el sector privado de la educación”; y es cierto, sin olvidar también, que el sector educativo privado es un aliado del Estado salvadoreño, ya que amplifica los servicios educativos, atiende a otros sectores, a la vez aporta una considerable cantidad de becas a gente de escasos recursos y paga impuestos. También, las más de mil instituciones educativas privadas que operan en el país generan miles de empleos y compran servicios complementarios. No quisiera obviar en el análisis, que el costo público de un alumno es más elevado que en el sector privado; tampoco quisiera entrar en detalles sobre los resultados de la PAES, pero ya sabemos el desempeño del sector privado 

Ahora vamos con los datos (Boletines estadístico MINED, 2018): de los 58,077 docentes activos del país, el 19 % trabaja en el sector privado 11,590 docentes; de 6025 centros educativos que posee el país, el 15 % son privados 882 casas de estudio; de los 41 centros de estudios superiores del país 33 son privados y 8 públicos, de los 176,268 estudiantes del nivel universitario, 121,428 están en el sector privado; de 1.1 millones de estudiantes matriculados en el país, el 15 % son privados (813,027 matricula pública). Tampoco olvidemos este dato en el análisis: De la matricula final de 2019 a la provisional de 2020 hemos perdido 233,898 estudiantes. Esto significa que ha habido deserción y además una posible y significativa migración de estudiantes del sector público al sector privado. 

Debemos de advertir, también, que la educación pública es relevante, importante y debemos de cuidarla, y que esta es financiada con los recursos que provienen de los impuestos que pagamos todos; en este contexto, la posibilidad de una crisis fiscal o recesión por la pandemia, podría impactar de modo significativo al tener menor inversión pública en el futuro inmediato.  

Más allá de lo anotado, creemos que en lugar de propuestas populistas como eliminar o reducir el 50 % de las colegiaturas por decreto, lo cual puede desencadenar una crisis de mayores proporciones, lo importante será plantear “escenarios solidarios razonables”; creo que a la fecha cada institución educativa ya está dialogando con sus clientes y buscando soluciones; sabemos que mucha gente que no puede pagar las cuotas por la crisis ya se ha acercado a las instituciones y se están diseñando estas soluciones; ya que a los colegios y universidades les interesa retener a sus estudiantes. ¡Algo deben hacer las instituciones educativas privadas, y lo deben comunicar!; y ojalá que lo propongan antes que se lo impongan. 

Finalmente, debemos hacer un llamado a diseñar soluciones inteligentes, creativas, costo-eficientes y razonables; las propuestas populistas tienen rédito electoral, pero no siempre terminan bien. En el escenario difícil que estamos suprimir las cuotas o reducirlas por decreto sin datos, sin información y sin consultas puede agudizar la crisis. Utilicen el buen ejemplo de René Descartes: “Piensen y luego decidan…”

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