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Mauricio Orlando Santiago Mira

Mauricio Orlando Santiago Mira

El docente universitario en El Salvador: formación, dimensiones y aspectos de su preparación educativa

Resumen

El presente ensayo versa sobre el docente de educación superior, su formación actual y los aspectos didáctico-pedagógicos que son necesarios para que pueda ejercer su labor de actor pedagógico. Para abordarlo, se tomó en cuenta estadísticas sobre indicadores en relación a la educación superior, así también información institucional y de diversos textos que versan sobre la profesionalización docente en el nivel superior.

Palabras clave: docencia superior, formación docente, formación continua.

I. A modo de introducción

La docencia universitaria es una labor compleja. Enseñar no solo es transmitir conocimientos y educar a los estudiantes, es también planificar, administrar, organizar, aplicar y evaluar la acción educativa. Además, incluye la investigación y la proyección social como funciones del quehacer universitario, los cuales están estipulados en la Ley de la Educación Superior (Asamblea Legislativa, 2004).

Lo anterior significa que el docente debe ser formado en dichas áreas. Para esta formación, las universidades emergen como las instituciones de primer nivel que elaboran y desarrollan planes de estudio para la formación de docentes, en los niveles educativos que van desde parvularia hasta bachillerato.

El respaldo a las universidades como instituciones formadoras de docentes la ampara la legislación salvadoreña, en específico la Ley General de Educación, dado que ahí se establecen los lineamientos generales para la formación académica. Para el caso de las licenciaturas, la legislación dice que deben ser cinco años de formación académica. Esto se cumple en todas las universidades salvadoreñas que desarrollan carreras de licenciatura. También está la modalidad del profesorado, el cual a partir del acuerdo N° 15-1052 establece una duración de tres años (Ministerio de Educación, 2012), que es un rango de menor jerarquía en las profesiones.

Estos dos niveles académicos indican que se requieren varios años de preparación académica al profesorado, donde el objetivo es darles una almágana de conocimientos teóricos y prácticos de las ciencias de la educación para que puedan desempeñarse como docentes.

Dentro de esos cinco o tres años de preparación, hay una fase final de práctica docente, donde los estudiantes van a centros escolares a poner en práctica lo aprendido. El objetivo de esta fase no es otra que ellos empiecen a tener las primeras percepciones de las prácticas docentes, es decir, a obtener experiencia y consolidar sus aprendizajes.

Una vez haya obtenido el título de licenciatura o profesorado, ya está capacitado para ejercer la docencia de acuerdo al nivel de formación. Sin embargo, la formación del profesorado no acaba allí, es más nunca acaba, puede seguir obteniendo niveles cada vez más altos como la maestría y el doctorado, incluso el posdoctorado.

La idea que se defiende aquí, es que la formación del profesorado debe ser continua; el profesor necesariamente debe valorar seguir estudiando otro nivel superior de formación; además, las capacitaciones y los diplomados también le permiten ir acumulando conocimientos teóricos y prácticos con los que puede mejorar la calidad de su enseñanza y, por consiguiente, el aprendizaje de los estudiantes. A todo esto se le llama profesionalización docente.

A pesar de todo lo vinculado a la formación de docentes, surge una inquietud: ¿no se forma a los docentes para el nivel universitario? Por lo estudiado, no hay ninguna carrera de pregrado que se oriente a dicho nivel, aunque sí existen en posgrado como las maestría, doctorados y diplomados. Se hablará de eso con más detalle en el siguiente apartado.

II. Contextualización de la formación del docente universitario

En la actualidad, El Salvador cuenta con 41 centros de estudios superiores para formación de técnicos y profesionales. Según el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT, 2021), se pueden dividir en estatales y privados. En cuanto a las estatales hay nueve, donde una es universidad, seis son institutos especializados y dos institutos tecnológicos. De los privados, hay 23 universidades, seis especializados y tres tecnológicos, haciendo un total de 32 instituciones privadas.

Estas instituciones de educación superior tienen como finalidad la formación de diferentes profesionales y técnicos que requiere la realidad salvadoreña. Además, dan oferta de posgrado para que los profesionales sigan especializándose y recibiendo formación continua en el área disciplinar relacionada a su formación de pregrado.  

Tanto en pregrado como en posgrado, la tarea de enseñanza se lleva a cabo por docentes especialistas de las disciplinas de cada carrera universitaria. Ante ello, emerge una duda: ¿están los docentes universitarios preparados en didáctica y pedagogía? Para responder, se verá un breve esbozo de la situación actual en cuanto a los docentes y las diversas universidades que ofrecen la posibilidad de formarse para la profesionalización del docente universitario.

Para empezar, es importante tener en cuenta, tal como ya se mencionó, que la formación para ser un docente universitario no existe en ninguna oferta académica de pregrado, y no puede ser equivalente en las otras carreras que forman docente, pues el nivel superior exige una formación más especializada e investigativa. Estos aspectos de formación se estudiarán con más detenimiento en los apartados III y IV de este escrito. Por lo pronto, se puede decir que sí existe a nivel de posgrado a través de estudios de maestría en docencia superior.

Al año 2018, el MINEDUCYT (2020) señala en su informe sobre las instituciones de educación superior que había 10,589 docentes, de los cuales 3,661 tienen posgrados (34.57 %) y el restante no, lo cual no es una cantidad significativa y demuestra una deuda de formación continua a docentes universitarios, en el sentido de que solo con posgrados se puede seguir mejorando dicha formación, más cuando algunos planes de estudio son de formación universitaria.

La oferta académica para la formación de docentes universitarios no es tan amplia en la actualidad. Básicamente, se reduce a las maestrías en docencia universitaria y diplomados orientados al mismo fin. Si se retoman las universidades que desarrollan la formación docente universitaria, solo existen 8 a nivel nacional, lo cual representa un dato modesto en relación a las 24 universidades salvadoreñas. La Tabla 1 da información sobre las universidades y maestrías que llevan a cabo.

La oferta académica predominante es la maestría (8), tres doctorados y dos diplomados, todas relacionadas con la formación del docente universitario. En términos generales, no son muchos los planes de estudio ni tampoco las universidades que dan dicho servicio de formación, en parte porque tampoco es un requisito legal poseer dichos estudios para ejercer la docencia en las universidades, sino más bien una necesidad social y pedagógica que algunas universidades, sobre todo privadas, exigen de los docentes que trabajan con ellas.

III. La profesionalización del docente de educación superior

La formación docente es importante en la preparación de profesionales de la docencia universitaria, tanto como formación de especialidad como continua. Este proceso de formación está configurado por muchos componentes pedagógicos, disciplinares, humanísticos, didácticos y metodológicos, y no simplemente como una formación en el área de su especialidad académica.

Las exigencias de estos tiempos inciertos, por ejemplo la irrupción de la postmodernidad como fenómeno cultural, social y económico que ha desencadenado problemas en la legitimación de conocimientos profesionales y la función del docente (Pérez Gómez, 2004), requiere tener en consideración un constante debate sobre lo que debe ser un docente universitario, sus competencias y perfiles para hacerle frente a las nuevas demandas educativas que se van presentando continuamente.

En ese sentido, se desarrollan algunas ideas sobre lo que debe ser realmente la formación de profesionales en el ámbito de la docencia universitaria, sus controversias y teorías que la fundamentan; de igual forma, la creación de un marco al menos conceptual de las competencias que debe tener todo docente que enseñe en la universidad.

a) Los profesores universitarios como personas

Uno de los problemas que la formación de los profesores universitarios enfrenta es la falta de interés en la formación en la dimensión personal como variante que configura la docencia (Zabalza, 2009). Esto es importante, ya que las creencias y actitudes tienen una alta influencia a la hora de enseñar; de igual manera, los ciclos del profesorado tienen diferentes dificultades que afectan la práctica y la vida personal del docente (Zabalza, 2009).

Se concuerda con el planteamiento de Zabalza (2009) de que el primer ciclo, es decir los docentes noveles, es la etapa más difícil de los docentes universitarios. El profesor novel al interactuar por primera vez con en el ámbito universitario se enfrenta a un ambiente donde la presión burocrática es considerable, no posee tantos conocimientos metodológicos, pasando por “incertidumbres y angustias, intranquilidades y desasosiegos que según los autores quizá tengan su origen en la falta de apoyo de la institución universitaria” (Herrera et al., 2011, citado en Conde Jiménez y Martín Gutiérrez, 2016, p. 142).

En ese sentido, el profesor también necesita ayuda de otros colegas expertos. En el estudio de Conde Jiménez y Martín Gutiérrez (2016) se propone que los profesores noveles tengan en los primeros años un guía experto que los oriente con acciones formativas y que cuenten con el compromiso de toda la comunidad universitaria. Lo anterior es fundamental, debido a que ayuda al profesorado a colaborar con sus colegas, dándoles una dimensión también humanística, afectiva y comunicativa a la práctica educativa dentro de la universidad. Sin embargo, es un proceso que no se logra visualizar en las universidades salvadoreñas.

Se observa, pues, que el docente universitario también posee una dimensión afectiva que condiciona su acción en la práctica educativa y es, precisamente eso, una de las áreas olvidadas en formación y labor del docente; en ese sentido, debe cambiarse la visión que se tiene de un docente y no verse como algo contradictorio a lo afectivo e intelectual, al contrario, son dos elementos complementarios necesarios para mejorar la labor educativa en la enseñanza superior. 

b) Los profesores universitarios como profesionales

El dilema de que si los profesores universitarios son profesionales ha generado controversias y debates. Zabalza (2009) plantea esto en dos grandes campos de discusión: 1) si la enseñanza (que es el campo de trabajo del docente) es un arte o una ciencia, y 2) si la enseñanza es una profesión especializada. Ambas merecen ser estudiadas porque son parte de la columna vertebral de la profesionalización de la docencia universitaria.

En cuanto a si la enseñanza es un arte o una ciencia, Zabalza (2009) defiende que esta tiene tanto lo de arte como lo de ciencia, no obstante, defiende que en cuanto a los conocimientos que mejoran la enseñanza de los docentes son mejor fundamentados los que proporciona la investigación científica educativa. Carr (2003) también respalda esta postura cuando dice que “tanto el aprendizaje como la enseñanza no serían sólo procesos conductuales, sino también procesos identificables, modificables y susceptibles de ser mejorados según los resultados de la investigación y la experimentaciones científicas” (p. 42); en otras palabras, las investigaciones educativas, es decir la ciencia, permiten reflexionar sobre la mejora y reconstrucción de conocimientos que fundamentan la enseñanza y la formación del docente universitario, por consiguiente, deja con baja relevancia las experiencias fortuitas que suceden mientras se enseña.

La forma en como los docentes enseñamos, esto es la teoría y la metodología didáctica en acción, también deben estar respaldados por las evidencias científicas. Al respecto de esto, Ruíz Martín (2021) manifiesta que lo que hacen los educadores debe basarse en lo que las investigaciones realizadas por las ciencias de la educación, porque ese conocimiento comprobado ayuda a tomar mejores decisiones.

Lo anterior es esencial tenerlo en cuenta cuando se quiere buscar la formación permanente del docente universitario. Si se remite a las universidades salvadoreñas, este cometido se vuelve complicado debido, por una parte, a que existen pocos centros de investigación educativa, y por otra, no hay una cultura y tradición de investigación entre los docentes universitarios, ya que para algunos de ellos esta no tiene nada que ver con la docencia universitaria, ni mucho menos la investigación sobre la propia práctica educativa, o sea, no hay una relación entre ambas, más bien son dos cosas dicotómicas. Por ello, esto significa que cada quien debe realizar su labor en la docencia como mejor le parezca y de acuerdo a las lecciones de sus experiencias (Zabalza, 2003).

Por otra parte, Zabalza (2003) también se refiere al debate de si la enseñanza es una profesión especializada. El autor plantea que los docentes universitarios no han sido formados como docente, al contrario, han sido formados en su disciplina científica, ya sea Química, Filosofía, Derecho, Economía, Sociología, entre otros; lo anterior conlleva a decir que para ser docentes se requiere que reciban una formación específica en el área de didáctica y pedagogía, debido a que “los maestros necesitan una formación profesional no tanto para saber qué enseñar, sino sobre todo cómo enseñar” (Carr, 2003, p. 66). Pérez Gómez (2004) muestra esta realidad de la siguiente manera:

La profesión docente, al menos teóricamente, ya no puede reducirse al conocimiento de la disciplina y al control de los resultados. Se acepta como una evidencia que el conocimiento profesional del docente es precisamente el dominio del método de enseñanza y de la regulación de los intercambios entre los individuos y de éstos con el conocimiento, para provocar el aprendizaje significativo. (p. 181)

Lo que Carr (2003) y Pérez Gómez (2004) están expresando es básicamente la idea de que la formación en el área metódica y de comunicación (un elemento de primer orden: no hay enseñanza sin comunicación) dentro de un aula son imprescindibles dentro de las competencias que debe poseer todo docente universitario. Por ello, las instituciones formadoras de docentes deben tener en cuenta esto para mejorar dicha formación. 

En las universidades salvadoreñas se han hecho intentos para profesionalizar la docencia universitaria; por ejemplo, algunas de ellas son las maestrías y diplomados que se mencionaron en la Tabla 1, que se enfocan más en el cómo enseñar del que habla Carr, lo que lo convierte en una preparación para el ejercicio de la docencia universitaria de distintos profesionales de disciplinas científicas diferentes. En ella se adquieren conocimientos básicos sobre las teorías que fundamenta la docencia, así como también herramientas prácticas para la enseñanza e investigación educativa.

c) La enseñanza universitaria como tarea compleja

La enseñanza es una tarea compleja y que no se puede reducir a un arte, una ciencia o una labor especializada (Zabalza, 2009); la enseñanza es más que esas posiciones simplistas, implica verla como una actividad que subyace bajo el fundamento de un entramado de elementos que poseen relación y conexión, es decir, la enseñanza tiene algo de ciencia, arte, especialización, elementos personales y de cultura intelectual e institucional; por consiguiente, la formación del docente universitario debe tener en cuenta todo eso, porque solo así es posible que ellos adquieran todas las competencias necesarias para desenvolverse en su práctica educativa cotidiana. 

Se debe, en consecuencia, buscar un compromiso institucional y docente para contribuir a dichas mejoras en la formación y ejercicio de la docencia universitaria, que solo así se podrá hacerles frente a las prácticas tradicionales que no permiten avanzar en los tiempos de cambio y postmodernidad, hechos que solo un docente que posea competencias tanto intelectuales, metodológicos y personales puede superar.

IV. Dimensiones de la formación docente 

La formación profesional del docente universitario está, como ya se mencionó, dirigida a la adquisición de un marco de conocimientos teóricos y metodológicos de las diversas ciencias de la educación, para que el futuro docente puede realizar su práctica educativa. En este sentido, la formación posee dimensiones que deben ser desarrolladas.

La primera dimensión es la formación disciplinar. Está referida a aquella formación en las disciplinas que entran en las denominadas Ciencias de la educación, a saber: psicología, biología, antropología, filosofía, didáctica, tecnología, sociología, estadística, historia, entre otras. 

La dimensión pedagógica-didáctica-evaluativa es la segunda. Se refiere a proporcionarles los conocimientos básicos sobre las teorías educativas, pedagógicas y didácticas que orientan la práctica educativa. Estas se convierten en competencias que son muy útiles para que se desenvuelva con éxito y calidad dentro del aula. Algunas de las competencias pedagógicas-didácticas en los que deben ser formados los docentes son (Díaz-Barriga & Hernández, 2010, p. 18):

  • Organizar y animar situaciones de aprendizajes.
  • Gestionar la progresión de los aprendizajes.
  • Elaborar y hacer evolucionar dispositivos de diferenciación.
  • Implicar a los estudiantes en sus propios aprendizajes y su trabajo.
  • Trabajar en equipo.
  • Informar e implicar a los padres.
  • Utilizar las tecnologías de la información y comunicación.
  • Afrontar los deberes y los dilemas éticos de la profesión
  • Organizar la propia formación continua.

Además, no se debe dejar de lado la cuestión de metodología de enseñanza virtual, tanto el conocimiento de las diversas plataformas y recursos educativos virtuales, como en la planificación y ejecución de clases virtuales sincrónicas y asincrónicas de manera interactiva, individual/grupal (evitando clases monólogas).

La evaluación es también una dimensión de formación para el docente universitario. La cultura universitaria, por lo general, es de evaluación sumativa, en detrimento de la diagnóstica y la formativa; así también, anclada de manera predilecta en las técnicas e instrumentos que evalúan solo lo memorístico, como los exámenes, test y exposiciones (sin discusión crítica). Formarlos continuamente sobre los otros tipos de evaluación (diagnóstica, formativa, autoevaluación, coevaluación, técnicas e instrumentos cualitativas, cuantitativas y holísticas es una necesidad para hacer del docente un agente de cambio educativo.

La investigación educativa es un proceso de primer nivel en la formación del docente universitario. Giroux (1997) resalta la importancia de que los profesores sean intelectuales transformativos, pues ello les permitirá la autonomía y la solución de los problemas sociales, educativos, políticos y culturales de la sociedad; pero esto solo es posible si ellos mismos crean sus propias teorías, por que su papel como docente y como investigadores es una necesidad de primer orden (Kemmis y Carr, 1988). 

Las palabras de Latorre (2005) resaltan muy bien la necesidad de que los docentes sean investigadores:

Hay diferentes maneras de estar en la enseñanza; la del profesorado investigador es cuestionándola, la del profesor rutinario es dar sus clases siempre de la misma manera, sin cuestionarse lo que dice y hace. El profesorado investigador cuestiona su enseñanza; innova, renueva, pone a prueba sus creencias, problematiza lo que hace con la finalidad de mejorar su práctica profesional. (p. 12)

La cultura escrita y oral también es importante, es decir, los profesores deben aprender a dominar la lengua escrita y oral. Los docentes universitarios, expresa López (2015), deben ser competentes en la lengua escrita, es decir, producir textos e investigaciones científicas, por lo que al mismo tiempo, estos docentes deben enseñar a los estudiantes a escribir bien y construir sus propios textos, que a fin de cuentas no es una tarea sencilla, pues “aprender a redactar supone una labor ardua, de disciplina y reglas claras, expuestas sin tecnicismos y acompañadas de ejemplos y ejercicios” (González Ochoa y León Mejía, 2016, p. 10).

No es ningún secreto que los estudiantes escolares tienen falencias de ortografía y redacción, es una evidencia sintomática de que se ha estado formando mal a los docentes en el dominio de la lengua escrita; se les debe exigir más a los estudiantes universitarios, especialmente para aquello que estudian para docentes.

La dimensión filosófica es indispensable en la formación del docente universitario, puesto que “cuando se hace práctica educativa también se pone en práctica conocimiento filosófico y, de manera dialéctica, al hacer práctica educativa también se puede filosofar sobre ella” (Santiago, 2019, p. 71); por ello, no se puede concebir la docencia sin filosofía, es parte inherente de los procesos de enseñanza y aprendizaje. 

La filosofía ayuda a pensar, a cuestionar y a dudar del conocimiento, de la realidad, de muchos aspectos educativo como la formación, los fines, la enseñanza, el método, el aprendizaje, la comunicación, y otras cuestiones esenciales que deben ser debatidas continuamente.

A modo de conclusión

Hay muchas cuestiones que deben abordarse para la formación del docente de educación superior, lo que a la vez conlleva una enorme responsabilidad de las personas que se encargan de ello en las universidades. 

La inversión en educación superior, unido al trabajo interdisciplinario con otras instituciones, es necesaria para seguir formando continuamente a los docentes y así garantizar a cabalidad las tres funciones que se le exigen a la universidad, por ello su formación también reviste un interés político que los dirigentes actuales no deben omitir, al contrario, a través de sus acciones fomentar el fortalecimiento de los espacios y los procesos educativos universitarios.

1 Se entiende aquí que la formación es un binomio que lo constituyen la instrucción y la educación. Tomachewski (2003) menciona que la instrucción se refiere a la transmisión y asimilación de conocimientos para la formación de habilidades, destrezas y hábitos, mientras que la educación a la formación de la personalidad que incluye los sentimientos morales, las convicciones, el carácter y la voluntad. En el campo universitario, predomina la instrucción, mientras que la educación es pocas veces tomada en cuenta.
2 Si bien son funciones de la institución universitaria, el docente como parte de ella está llamado a realizarlas, ya sea a través de su práctica educativa o por medio de su labor institucional.
3 Un estudio reciente que aborda la formación de formadores en la universidad lo constituye la investigación de González y Avelar (2019): ¿Quiénes son los formadores de docentes en El Salvador? Condiciones educativas y sociales.
4 El nombre de la maestría varía según el plan de estudio que se aplique.
5 No hay estadísticas actualizadas al 2021, por lo que se tomó como referencia la última con datos para el 2018.
6 Revisando el Pensum de la licenciatura en Ciencias de la Educación y los profesorados de educación básica, no poseen materias de redacción académica, es una falencia. Caso contrario sucede en la licenciatura en Lenguaje y Literatura, no obstante, por su misma naturaleza disciplinar es obligación que lleve materias de redacción.

Referencias

Asamblea Legislativa. (2004). Ley de educación superior. https://www.asamblea.gob.sv/sites/default/files/documents/decretos/1C965843-7380-4DAE-93D1-5DD4407CB546.pdf

Carr, W. (2003). Una teoría para la educación. Hacia una investigación educativa crítica. Morata.

Conde Jiménez, J., y Martín Gutiérrez, Á. (2016). Potencialidades y necesidades de mejora en la formación de profesores noveles universitarios. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 18(1), 140-152. http://redie.uabc.mx

Díaz-Barriga, F., y Hernández, G. (2010). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista. McGraw Hill.

Giroux, H. (1997). Los profesores como intelectuales. Hacia una pedagogía crítica del aprendizaje. Paidós.

González Ochoa, R., y León Mejía, A. (2016). Redacción, composición y estilo. Limusa.

González, L. R. y Avelar, M. C. (2019). ¿Quiénes son los formadores de docentes en El Salvador? Condiciones educativas y sociales. Instituto Nacional de Formación Docente.

Kemmis, S., & Carr, W. (1988). Teoría crítica de la enseñanza: la investigación acción en la formación del profesorado. Martínez Roca.

Latorre, A. (2005). La investigación acción. Conocer y cambiar la práctica. Graó.

López, D. (2015). La construcción histórica de la Educación Superior. Centro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades.

Ministerio de educación, Ciencia y Tecnología. (2021). Carreras Autorizadas a ser impartidas por las Instituciones de educación superior, actualizado al 07 de enero del 2018. https://www.mined.gob.sv/descarga/instituciones2021.pdf

Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. (2020). Resultados de la información estadística de la IES 2018. https://www.mined.gob.sv/educacion-superior/?wpdmc=informacion-estadistica-de-educacion-superior

Ministerio de Educación. (2012). Plan de Estudio de Profesorado para primero y segundo ciclo de educación básica. Autor.

Pérez Gómez, Á. I. (2004). La cultura escolar en la sociedad neoliberal. Morata.

Ruíz Martín, H. (14 de mayo 2021). Por una educación basada en la evidencia. El periódico. https://www.elperiodico.com/es/opinion/20210514/educacion-basada-evidencia-ciencia-articulo-hector-ruiz-11723153

Santiago, M. (2019). Filosofía en la docencia: aportes para su reflexión. REDISED, 1(2), 70-82. https://revistas.ues.edu.sv/index.php/redised/article/view/1597

Tomachewski, K. (2003). Didáctica general. Abril Uno.

Zabalza, M. Á. (2009). Ser profesor universitario hoy. La Cuestión Universitaria, 69-81.

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