Número ISSN |
 2706-5421

error

El “error” en la educación

En 2007 asistí a un congreso sobre didáctica de las ciencias en donde se presentaron las ideas de Jean Pierre Astolfi; hace unos días un colega me envió un PDF del libro “El error un medio para enseñar” del mismo autor. 

Astolfi parte de los principios cognitivos de Bachelard y Piaget, pero sobre todo de la experiencia cotidiana del “error” como circunstancia a la que nos enfrentamos en cada momento, como protagonistas o como víctimas; vivimos con los errores y es parte fundamental de la vida; no se equivoca el que nada hace. Tradicionalmente, a nivel educativo, el error es visto y valorado como algo negativo cada error puede representar un nota mala-; en este contexto el didacta francés le da vuelta a la hipótesis: El error es una fuente de aprendizaje. 

La progresión pedagógica usual de un estudiante no parte de principios mecanicistas ni de mitos naturalistas; los niños y jóvenes aprenden desde experiencias simbólicas, juegos, juguetes, imitación, etcétera; posteriormente sus inteligencias y su creatividad se van desarrollando y aquí aparecen los supuestos errores como “fallos” de aprendizaje (disfunciones neuroevolutivas, M. Levin, 2003), pero en realidad no es así. En el enfoque constructivista y en el marco de un desarrollo epistemológico el error es un “indicador de procesos”, y en no pocos casos los docentes ejercen un cómodo reduccionismo al resultado final. Recuerdo que un profesor de matemáticas en las olimpíadas que organizaba la Organización de Estado iberoamericanos me comentaba: La medalla de oro no se la llevan los estudiantes que logran un resultado correcto ante un problema, sino el que presenta una solución más creativa, aunque esté mal el resultado: Proceso. 

A nivel pedagógico el error puede tener sentido porque las actividades intelectuales no son uniformes, y “errar” es sinónimo de ir de un lado a otro, es incertidumbre, caos y para llegar a un orden no siempre el camino es lineal. En este contexto, equivocarse puede enmascarar progreso y riesgos; aprender es arriesgarse… e inclusive el maestro puede aprender una nueva forma de ir de “A” hacia “C” sin pasar por “B”, algo así como los modelos de pensamiento lateral de Edward de Bono. 

Desde otra perspectiva, debemos imaginarlos que lo conocido o resuelto en el presente tuvo un pasado, y seguramente podríamos rastrear saberes del error humano, hipótesis equivocadas, experimentos fallidos, es decir, una historia de fracasos para lograr ciertos conocimientos, productos o teorías. Al final Pasteur decía: “La casualidad favorece a las mentes entrenadas”, de tanto equivocarse y experimentar logró importantes aportes en el cambio de la bioquímica. Tenemos que tener cuidado con la visión “normativa” y darle más espacio al empirismo y al positivismo. 

Con esta reflexión no hacemos una apología pura para sacralizar los errores de los estudiantes o la torpeza académica; por el contrario, presentamos el error como una oportunidad de análisis para corregir y mejorar; dicho de otro modo: Aprovechar la oportunidad del error para enseñar y aprender. No es lo mismo poner una nota que reflexionar con el alumno en su equivocación. 

Astolfi, en su libro, incluso presenta una taxonomía de los errores, de tipo plurales y de comprensión de instrucciones, y a la vez aclara aspectos lingüísticos en términos de exigencias a los estudiantes (analizar, explicar o concluir). Es bien sabido –según la difunta PAES- que en nuestras aulas los estudiantes “conocen, pero no comprenden ni aplican”, ya que enseñamos de modo teórico y luego los evaluamos con problemas de comprensión y aplicación. La mala nota de la PAES es muy compartida entre el estudiante, los docentes y el MINEDCYT… También les enseñamos a los estudiantes a “razonar bajo influencia” Magister Dixit, y no hay otra posibilidad; proponemos una agenda con sobrecarga cognitiva multidisciplinar (tienen exámenes en una misma semana de cinco materias) generamos complejidad de contenido inapropiado para la edad. Aquí el docente es el del error… 

El triángulo didáctico de Astolfi, con el que se cierra su libro presenta tres vertientes: Obstáculos epistemológicos (dificultades de nociones), Obstáculos psicológicos (características del estudiante) y Obstáculos didácticos (modelos de enseñanza); esta herramienta nos lleva a proponer una curva progresiva de aprendizaje personal, con antecedentes y prospectiva; cada estudiantes es único y debemos hacer el esfuerzo de enseñar para cada individuo, para cada inteligencia en el marco de la colectividad escolar. Integremos el error en nuestra carta didáctica.     

Comparte disruptiva