Pauline Martin
El Ministro de Educación que NO necesitamos. Ni señores feudales, ni finqueros, ni superhéroes
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Un tema incitante de discusión en las redes sociales, entre quienes amamos la educación, es quién tendrá la oportunidad de ser Ministro o Ministra de Educación en el próximo gobierno. En una publicación reciente de esta revista, “El Ministro de Educación que necesitamos”, se propone una lluvia de nombres bajo un perfil paraguas que comparto, pero después de más de 20 años de observar al sector educativo, hay que incluir algunas consideraciones adicionales que denomino: conocimiento, comprensión y continuidad.
El primer requisito que debe cumplir quien lidere la educación es el conocimiento profundo del sistema educativo en todos sus niveles. Este es un “sistema social” complejo, con múltiples actores en distintos niveles organizativos, y el funcionario que pretenda manejarlo tiene que reconocer los aspectos que constituyen su cultura para poder trabajar con ética y contribuir a mejorarla. También, debe comprender que este no es un lugar para señores feudales que llegan a establecer su feudo; es decir, su isla de poder, que se rodean de súbditos, que con vasallos leales, protegen a sus aliados y “eliminan” a los “enemigos”. Asimismo, no debe colocar las ideologías políticas por encima del progreso y el desarrollo de la educación, trasladando y moviendo de puestos a profesionales con experiencia; y tampoco anteponer las cuotas políticas por sobre el criterio del mérito.
El segundo requisito es la comprensión de qué funciona en educación, por qué y para qué. El funcionario público a cargo de esta cartera no puede llegar como “Juan por su casa” o como el finquero que anda por su propiedad, haciendo lo que se le antoja, quitando y poniendo a su gusto en un estilo de borrón y cuenta nueva. Las preferencias personales no deberían predominar sobre la experiencia ya ganada ni sobre la evidencia al momento de tomar decisiones y actuar, ante todo, en beneficio de las escuelas y los estudiantes. La finca no es personal, es un compromiso con el pueblo, para el bienestar de la sociedad.
Finalmente, estaría el requisito de la continuidad. El titular de Educación no es un superhéroe que llega de la nada a arreglar los problemas de la educación y de esta forma supera a todos los que le han antecedido. Los proyectos personales no son poderes sobrenaturales para salvar la educación; ya hay procesos en marcha, con sus avances y retrocesos, que deben respetarse. El verdadero servidor público tiene un compromiso con dar continuidad a los procesos, con la participación de todos los sectores, la articulación entre la escuela y la comunidad, asumiendo este trabajo con una actitud de entrega y servicio a los demás.
Esta no es una película de castillos con caballeros y damas, ni de cowboys en el Viejo Oeste; ni mucho menos es una película de acción con personajes enmascarados volando con capa. Es la administración pública de la educación, una rama del gobierno con gran incidencia en el presente y el futuro desarrollo social, cultural y económico del país. No necesitamos señores feudales, ni finqueros, ni superhéroes para liderar la educación; el perfil debe contar con conocimiento, comprensión y continuidad del sistema educativo.