Óscar Picardo
El Reino…
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Platón en sus tres grandes diálogos políticos elabora una verdadera taxonomía esencial sobre las formas de gobierno. En “La República” identifica cinco modelos en dónde cada expresión se va degradando en el uso del poder, así hay un tránsito entre la Aristocracia, la Timocracia, la Oligarquía, la Democracia y la Tiranía. En “El Político” presenta primero tres formas -que posteriormente evolucionan a siete- el gobierno de uno (monarquía), el de pocos (aristocracia) y el de muchos (democracia); y en “Las Leyes”, a modo de síntesis, dos sistemas políticos: el más despótico la Monarquía y el más libertario la Democracia.
El alto medioevo y el bajo medioevo configurarían los estándares políticos “teocráticos” entre conquistas, batallas, imperios y monarquías. Habría que esperar el aparecimiento de las primeras ideas ilustradas de Hobbes, Descartes y Locke, para que luego llegara Montesquieu y su obra “El Espíritu de la Leyes” y definiera lo siguiente: “En cada Estado existen tres clases de poderes: la potestad legislativa, la potestad ejecutiva de las cosas que proceden del derecho de gentes y la potestad ejecutiva de aquellas que dependen del derecho civil”. A partir de aquí, se decanta la Constitución de Estados Unidos de 1776 y la Revolución francesa de 1789.
A partir de los siglos XVIII y XIX las democracias comenzaron a fluir, entre dictadores, conflictos, enfermedades de poder y vestigios monárquicos; para el siglo XX ya nadie discutía que era la mejor forma de gobierno posible pese a sus imperfecciones. Luego, incluso se hablaría de gobernabilidad y de gobernanza, los equilibrios entre las demandas sociales y las ofertas gubernamentales.
Algunas naciones que no confiaban plenamente en la escolaridad y cultura de las bases ciudadanas establecieron estructuras o filtros para lograr un manejo del poder decente; así nacieron los colegios electorales. En Latinoamérica, las repúblicas nacientes en el siglo XIX se fueron acomodando y madurando. Al final se consolidó la democracia, a pesar de los movimientos anticomunistas y de las dictaduras de los años 60 y 70.
En el caso salvadoreño, los Acuerdos de Paz firmados en 1992 pusieron fin al conflicto armado y también al militarismo imperante desde el Martinato (1931) hasta el gobierno de Napoleón Duarte (1984); y volvimos al carril de la democracia, con imperfecciones y corrupción, pero se recuperaron las instituciones, se civilizó la seguridad pública y se dejó de asesinar, encarcelar o desaparecer por las ideas.
Pero, actualmente, da la impresión de que, poco a poco, vamos dejando de ser una república democrática, transitando hacia un modelo monárquico o de corte autoritario; hay síntomas y señales…
No debemos olvidar que la Constitución vigente de 1983, en su artículo 85 establece que “El Gobierno es republicano, democrático y representativo. El sistema político es pluralista y se expresa por medio de los partidos políticos, que son el único instrumento para el ejercicio de la representación del pueblo dentro del Gobierno. Las normas, organización y funcionamiento se sujetarán a los principios de la democracia representativa. La existencia de un partido único oficial es incompatible con el sistema democrático y con la forma de gobierno establecidos en esta Constitución. Asimismo, el artículo 86 define que: “El poder público emana del pueblo. Los órganos del Gobierno lo ejercerán independientemente dentro de las respectivas atribuciones y competencias que establecen esta Constitución y las leyes. Las atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones públicas. Los órganos fundamentales del Gobierno son el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial.
El 3 de abril de 2023, a las 06:51 am, el Director de la Policía Nacional Civil Mauricio Arriaza Chicas publicaba en su cuenta de Twitter el siguiente enunciado: “El liderazgo del Sr. Presidente @nayibbukele unificó los tres poderes del Estado junto a @FGR_SV, concentrando toda una fuerza interinstitucional, para proteger la vida de los salvadoreños. Haciendo que los resultados del #PCT y el Régimen de Excepción sean irrefutables (Unas horas más tarde eliminaron el tweet).
En este texto está etiquetado el Presidente, es decir es de su conocimiento, y de no haber objeción podríamos intuir que está avalando esta sentencia, en dónde claramente se manifiesta que no hay separación de poderes ni independencia judicial. Hay resultados irrefutables, pero también demasiados daños colaterales.
Montesquieu en “El Espíritu de la Leyes” argumentaba que toda persona que tiene poder se inclina por abusar del mismo, y es necesario establecer límites, para que no se pueda abusar de este. De este modo, se crea una estructura de vigilancia entre los tres poderes para controlar los excesos de los otros para impedir, por propia ambición, que alguno de ellos predomine sobre los demás.
Esta doctrina no se refiere solamente a la separación y al equilibrio de los tres clásicos poderes del Estado, sino a la necesidad de dividir el poder político donde se encuentre, sea en la esfera municipal, regional o nacional, para así garantizar la libertad política y evitar los abusos de poder, mediante la vigilancia y control recíproco de los poderes separados.
Es importante la colaboración entre los poderes, señala la constitución, pero lo es más la independencia y la separación, ya que la experiencia antropológica, sociológica y política señalan el riesgo -basado en evidencia- que un control total y absoluto es muy peligroso y se puede caer fácilmente en un modelo autoritario, despótico o tiránico.
Las elecciones tienen sus consecuencias…, eso no se discute, si las mayorías votan por un Presidente y por una Asamblea Legislativa que respalde absolutamente las ideas del poder Ejecutivo es claro el mensaje electoral; pero este alineamiento político no impide la pérdida de criterios, independencia y mandato. Puede y debe haber consensos y administración razonable de disensos.
La atmósfera que se vive actualmente es que nadie puede contradecir, discutir o cuestionar las ideas del Presidente, y esto crea un sistema peligroso y riesgoso para la democracia, a tal punto que ya estamos en camino en dejar de ser una República y transformarnos en un Reino.
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