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EL ROL DE LOS PARTIDOS DE IZQUIERDA EN LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA: Un diálogo con el FMLN

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Este texto pertenece a un ejercicio de ciencias políticas que se llevó a cabo por la Universidad Francisco Gavidia y la Universidad de Sinaloa en 1999 para medir el estado de la izquierda política en ese momento. Ese libro jamás fue publicado.

Partamos de un primer imperativo: nuestra responsabilidad, como izquierda latinoamericana y salvadoreña, de seguir construyendo nuestra propia utopía, nuestra esperanza. Lo que nos obliga a seguir construyendo nuestro propio pensamiento, en una realidad tan diversa y en un mundo tan rico de innumerables desafíos nuevos para la humanidad. Debemos salirle al paso a todos aquéllos que se han propuesto robarnos nuestro sueño, nuestro proyecto de combatir la exclusión, el hambre, la miseria, el desequilibrio ecológico, la contaminación, la opresión de la mujer. Debemos fortalecer la convicción de nuestros pueblos de que esa lucha es posible y que vale la pena entregar nuestro sacrificio, aun el de nuestras vidas, por hacer realidad esa esperanza. Para ello consideramos que es necesaria una izquierda con visión revolucionaria, con voluntad política, con razón y con pasión, portadora de un proyecto que ponga los avances de la ciencia al servicio de las mayorías.

América Latina se enfrenta actualmente al neoliberalismo, modelo que ha generado y profundizado nuevos problemas estructurales, agudizando aún más los tradicionales sufrimientos de vastos sectores populares (cerca de las tres cuartas partes de la población, en muchos de nuestros países). Un modelo a tal grado excluyente y concentrador que día a día deja en el desamparo a nuestra niñez y a nuestros jóvenes.

Debemos salirle al paso a todos aquéllos que se han propuesto robarnos nuestro sueño, nuestro proyecto de combatir la exclusión, el hambre, la miseria, el desequilibrio ecológico, la contaminación, la opresión de la mujer. 

Salvador Sánchez Cerén, 1999.

Ante esta situación, dos grandes visiones intentan incidir en la gente y en las izquierdas del continente. La una que se reclama de la «racionalidad», de la eficacia y de la competitividad política, y cuyos exponentes, influenciados por el pensamiento de la llamada tercera vía surgido en las sociedades europeas, aspiran a ser izquierdas «elegibles». Para lo cual, dicen, necesitan posicionarse como opción de centro. Postura que a nuestro juicio atenta contra la identidad de izquierda que los pueblos exigen que tengan las fuerzas que combaten el neoliberalismo, y la mutila en su proyección de fuerza portadora de esperanza y de transformación.
La otra visión parte de una posición crítica de la nueva realidad mundial, y plantea la necesidad de actualizar nuestros conceptos que nos permitan ir definiendo nuestro rumbo y un programa transformador de la sociedad que siente las bases para avanzar y volver realidad nuestra esperanza de arribar a una sociedad socialista, una sociedad verdaderamente democrática, con seguridad económica y social.

En 1992 fueron firmados los Acuerdos de Paz entre el FMLN y el gobierno salvadoreño, iniciando así el camino de la transición por la construcción democrática sobre nuevas bases políticas y por una plataforma económica y social mínima, en la que se planteaba una ruta nueva para emprender el proceso de soluciones a los problemas estructurales que habían dado origen al enfrentamiento armado. A siete años de la firma de esos acuerdos no podemos ocultar que serios retrocesos se han producido en la parte medular de la reforma política, en particular en lo concerniente a: derechos humanos, justicia, seguridad pública. Y que acuerdos trascendentales relativos a la realización efectiva de la plataforma mínima económico-social, no se han cumplido, tales como el Foro de Concertación Nacional, la política crediticia así como el papel prioritario que debía asignársele al desarrollo del sector agropecuario.

Todo intento transformador y de verdadero cambio es sistemáticamente distorsionado por la maquinaria de la desinformación, en manos de los sectores dominantes.

Salvador Sánchez Cerén, 1999.

Por el contrario y de forma paralela al cumplimiento del acuerdo, el partido Arena y su gobierno dieron inicio a su propia transición, la transición económica neoliberal, totalmente contradictoria a la transición democrática. Hoy, y como resultado de la última elección presidencial, se plantea un nuevo escenario político cuyo carácter principal será la consolidación de ese modelo, generador de mayores niveles de exclusión, en medio de un agobiante y peligroso clima de violencia social y de criminalidad.

Vivimos actualmente en El Salvador en una democracia restringida, limitada a la representatividad, anuladora de todo intento de construcción de una democracia integral, tanto política, como social y económica. Todo intento transformador y de verdadero cambio es sistemáticamente distorsionado por la maquinaria de la desinformación, en manos de los sectores dominantes.

El FMLN ha perdido capacidad de escucha ante los problemas planteados por estos sectores, que continúan sin ver resueltos sus problemas más agudos. 

Salvador Sánchez Cerén, 1999.

Este esquema de democracia formal representativa (electiva), ha conducido a la crisis y a la ilegitimidad nuestro sistema de partidos. Es así como cada vez más un número creciente de personas llega a la conclusión de que a través del voto y de los partidos políticos es imposible hacer las transformaciones y los cambios en favor de la gente. A lo que el FMLN ha contribuido, pues a medida que ha venido participando en las elecciones, se ha venido perfilando más como un instrumento para las elecciones que como sujeto social de cambio, lo que ha tenido como consecuencia un debilitamiento de nuestros vínculos con la sociedad en su conjunto y en particular con los sectores populares y los excluidos. El FMLN ha perdido capacidad de escucha ante los problemas planteados por estos sectores, que continúan sin ver resueltos sus problemas más agudos.

En su recién celebrada IX Convención Nacional Extraordinaria, el FMLN ratificó su carácter de partido de izquierda, por entero al servicio del pueblo; y lanzó, al pueblo salvadoreño y a la nación, un manifiesto de carácter programático en el que ha quedado planteado que el fin de siglo exigirá una respuesta revolucionaria a los desafíos en nuestro país. Esos desafíos se enuncian en tres grandes capítulos:

1. Rebelarnos y ofrecer alternativas ante la miseria del pueblo.

2. Detener el despojo antinacional.

3. Enfrentar victoriosamente el plan neoliberal que entra este año, con el nuevo presidente, en su tercera etapa. En otros términos, el FMLN, como partido de izquierda, se compromete a trabajar por contrarrestar el plan de completamiento y consolidación neoliberal, ponerse al unísono de las demandas urgentes de la población, y atenderlas; abrir caminos a las transformaciones necesarias que garanticen un progreso realmente sostenido, participativo y compartido con equidad económico-social.

«El FMLN, un partido de izquierda por entero al servicio del pueblo». Ha sido característica central en el FMLN a lo largo de las dos últimas décadas de la historia salvadoreña, su capacidad de constante renovación. Pero renovación nunca entendida como claudicación, sino más bien como necesidad de responder a los nuevos retos, con vocación de poder y pasión revolucionaria. De ahí su preocupación por actualizar su análisis de la realidad inmediata en la que se mueve y su anhelo de comprender a cabalidad los impactos de las evoluciones tecnológicas del mundo moderno. Y ha sabido mostrar al pueblo su decisión de vencer, su incansable búsqueda de entendimientos con todos los sectores sociales dispuestos a impulsar sus propuestas así como su espíritu abierto con vistas a encontrar metodologías que coadyuven al aprovechamiento por toda la ciudadanía de los beneficios del acuerdo de paz. Acuerdo de paz que fue nuestro aporte a la nación al final del enfrentamiento armado, y por el cumplimiento del cual a lo largo de los siete años que han seguido a la firma en Chapultepec, hemos bregado arduamente. Hoy seguimos firmes en nuestra voluntad de profundizarlo y consolidarlo, pues solamente llevándolo a su plenitud – en letra y en espíritu – nuestro pueblo podrá decir que sí valió la pena el habernos acompañado, antes de 1992 y después de 1992, cuando deviniéramos partido político por entero.

En el actual momento todas las fuerzas políticas de izquierda y todas las fuerzas sociales que estén dispuestas a luchar por el cambio tal como nosotros lo proponemos, debemos darle vigencia a la negociación y a la concertación -a partir de nuestros intereses y visión. Debemos, en concreto, propiciar, con iniciativas claras y comprendidas por todos, la participación organizada de los sectores sociales y populares. Estamos convencidos en efecto que este proceso puede crear bases firmes para la democracia política y económica. Como lo definiera nuestra IX Convención el FMLN le apuesta a contribuir a crear el poder social.

Si el FMLN, para ser opción de poder debe construir las alianzas políticas y las alianzas sociales necesarias para impulsar el programa de las transformaciones hacia el progreso, debe afirmarse, ahora más que antes, como partido de izquierda con su programa de izquierda, y a partir de esta posición y solamente a partir de ella, atraerse al centro. Vale decir: el FMLN no debe moverse al centro. Hacerlo desdibuja su identidad; peor: lo acerca al programa de la derecha.
Pensar una izquierda de tercera vía es de hecho asumir una posición centrista y de acomodamiento al neoliberalismo. Pensar tercera vía, además de no corresponder a lo que nuestra realidad demanda, sería un error ya cometido, no por nosotros, sí por otros: copiar mecánicamente experiencias europeas.

Es urgente aportar respuestas a problemas candentes, pero hay que hacerlo desde el pensamiento de izquierda, no hay, a nuestro juicio, manera más segura que le asegure a los sectores hasta hoy excluidos que sus conquistas no les serán desnaturalizadas o revertidas. Esos problemas giran alrededor del rol del Estado (en particular en su función social), el involucramiento decisivo del movimiento social y sus formas de lucha, el rol de los viejos y nuevos sujetos sociales, el tipo de partido y su vinculación con esos sectores y la población en su conjunto… de igual manera la necesidad de organizar la lucha contra la corrupción, contra la marginación, o los proyectos alternativos de socialismo, el análisis del capitalismo en su fase actual, la construcción del poder social y político (y en función de ello las formas de hacer política).

Hay una izquierda en nuestra América Latina, una izquierda que ya tiene sus espacios propios para discutir y debatir, para construir. Una izquierda que ha conquistado poder institucional a nivel local y en los parlamentos y que aspira al poder central. Esa izquierda es una realidad ahora, debemos potenciarla. Debemos contribuir a elevar los grados de su unificación. Debemos, en una palabra, globalizar las fuerzas transformadoras, en Nuestra América y en el mundo. San Salvador, 22 de mayo de 1999

Salvador Sánchez Cerén, Presidente de El Salvador 2014 – 2019. Fotografía tomada de presidencia.gob.sv