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El Salvador en el diván: Una lectura psicoanalítica

“Creación y destrucción, amor y odio no son dos instintos independientes, son dos soluciones de la misma necesidad de trascendencia, y la voluntad de destruir surge cuando no puede satisfacerse la voluntad de crear”

E. Fromm

Sigo el guion1 de Erich Fromm para entender los mecanismos, procesos y fenómenos implicados en la vida anímica de nuestro paisaje contemporáneo. Persigo nuestras histerias, fobias y otros padecimientos psicopáticos-sociales en las estadísticas de homicidios, suicidios, casos de corrupción, migración, para intentar entender qué nos sucede y cómo nos sucede. Ahí está nuestro “subconsciente cultural” y los “impulsos instintivos reprimidos por la historia”…; esos procesos no comprendidos en el presente que influyen en nuestro modo de actuar. Nuestra sexualidad social patriarcal, machista, pecaminosa- genera pulsiones, represiones y resistencias; y así, desde la etnopsicoanalítica (Devereux) podemos intuir algunas tesis explicativas de nuestros trastornos neuróticos sociales… 

Damos por hecho una lectura desde la perspectiva literaria con Horacio Castellanos Moya (El Asco), desde la perspectiva antropológica-cultural con Humberto Velázquez (La Cultura del Diablo) y desde la Psicología Social con Ignacio Martín-Baró (La violencia en Centroamérica). No obstante, nuestro intento está situado en el plano simbólico, buscando comprender un diagnóstico simple y algunas salidas terapéuticas para resolver nuestros problemas. 

Antes de seguir, deberíamos primero examinar la topografía de nuestras “Tópicas” (representaciones espaciales figuradas), mecanismos de defensa y de desarrollo libidinal en nuestra sociedad: 

¿Estamos sanos…? –suena a pregunta retórica- pero es un primer cuestionamiento válido de Fromm que nos auto-aplicamos, y una segunda duda es: ¿no nos engañamos a nosotros mismos? Aquí debemos examinar las primeras estadísticas: 

Vamos a valorar dos datos importantes: cantidad de homicidios y de suicidios; por momento se consideró valorar la cantidad de migrantes que quieren irse del país –a una ratio de 276 diarias- pero posiblemente se aleja de la idea inicial de sanidad. 

Los episodios de destrucción y autodestrucción humana estarían más en la línea para intentar medir y/o concluir si existe o no una patología social. Sabemos que homicidios y suicidios hay en todas partes, pero vista la estadística por la métrica de la OMS y OPS (por cada 100,000 habitantes) nuestra cifra es alta y destacada; también podríamos valorar los tipos de homicidios y suicidios en su representación de crueldad (descuartizar, cuánto y cómo se asesina, etcétera).  

Pese a esta situación de violencia –asociada al fenómeno de pandillas- destacamos la ausencia de otros fenómenos como masacres masivas (como las que suceden frecuentemente en instituciones educativas de Estados Unidos) y/o asesinos seriales psicopáticos. Dada esta circunstancia, y considerando la mayoría de estudios de opinión y percepción de violencia muchos ciudadanos sienten temor, algunos deciden irse, otros corren el riesgo de quedarse. La pregunta de fondo es sobre la valoración de la vida en nuestro medio, y en ella cabe también preguntarse sobre la resignación o visiones religiosas providenciales o de predestinación: ¿la muertes es justa o permitida por dios? 

En la casuística también se observan una cierta taxonomía de víctimas: Muy importantes, poco importantes y nada importantes –o anónimas-; homicidios selectivos de personas públicas –líderes religiosos, periodistas, políticos, etcétera-, profesionales o clase media, y la gran mayoría de jóvenes, configuran una visión poco ecuánime del valor de la vida. 

Venimos de una guerra civil de 70,000 muertos, incluyendo importantes líderes políticos y religiosos; cerrado el hecho, con una ley de amnistía ya derogada, y sin un proceso de examen o reconciliación de lo que sucedió. En efecto, la muerte fue parte del diario vivir –sin considerar otras muertes por fenómenos naturales, terremotos y huracanes-. 

Todas las manifestaciones de destructividad pudieron configurar una cosmovisión en torno a la vida y la muerte. Fromm agrega en su aparato analítico de preguntas las condiciones socio-económicas –pobreza y miseria-, el acceso a los medios de comunicación y lo que consumimos en la sociedad educadora y el uso del tiempo de ocio, como formas posiblemente inmorales de desarrollarnos. Inclusive plantea el problema si podemos hablar o no de sociedades inadaptadas o de individuos. 

Debemos advertir con Fromm que muchos de los países desarrollados, con una vida materialmente confortable, democracia y paz, son, en no pocos casos los que tienen problemas más graves de desequilibrio mental; y que debemos examinar otras necesidades no satisfechas para el ser humano que lo llevan a conductas hostiles o violentas. 

La siguiente pregunta será: ¿puede estar enferma nuestra sociedad? (y cuáles son los síntomas). 

César Lombroso, médico italiano, en 1876 publicó un libro titulado “El hombre delincuente” en donde recopiló datos análogos y elaboró una taxonomía de rasgos antropológicos (18 características) para explicar la conducta delictiva bajo tres categorías: El criminal nato, delincuentes dementes y criminaloides; más tarde el Alemán Erns Kretschmer, en 1955, mejoró la taxonomía en base al análisis de más de cuatro mil casos criminales, estableciendo nueva categorías (Leptosómico, Atlético, Pícnico y Mixto). A partir de estos datos -en los años ochenta- el psiquiatra James Brussel trabajó sobre las conductas de asesinos seriales y elaboró perfiles psicológicos más descriptivos, los cuales fueron retomados por expertos criminólogos (Ressler, Burgess, Hartman, McCann, Turvey, Hazelwood, entre otros), alguno de estos perfiles son utilizados actualmente por el Federal Boureau of Investigation (FBI). 

La alta tasa de homicidios que vivimos en la actualidad tiene a la base diversas causas que deben analizarse y discutirse; sin lugar a dudas, existe toda una teoría de factores determinantes e influyentes en los clásicos conceptos de “criminal personality profiling”, pero también hay otras razones más obvias…  

1.- Ineficacia de la inteligencia policial y de los aparatos investigativos judiciales de la Fiscalía: La mayoría de asesinos, sicarios y criminales cometen homicidios porque saben que difícilmente podrán ser capturados, ya que los organismos policiales e investigadores no cuentan con los recursos científicos para analizar las evidencias (a pesar que siempre dejan evidencias en el escenario del crimen, huellas, casquillos, etc.). 

2.- Descontrol armamentístico: Existe un verdadero descontrol armamentístico en el país, el cual parte desde la comercialización irrestricta, pasando por la falta de estadísticas, hasta el manejo simplista para registrar y portar armas sin razones justificadas (sean estas de índole deportivo, seguridad, etc.). 

3.- Sistema judicial vulnerable: El sistema de justicia ha sido catalogado como ineficiente y corrupto por diversos informes internacionales; y esto va desde el mal manejo del traslado de reos, la protección a testigos hasta la jurisprudencia mal aplicada y sin asertividad ni discernimiento (llevando a muchos a tomar la justicia por sus manos). 

4.- Sistema penitenciario: El sistema penitenciario actual es un espacio anárquico y de holgazanería para ampliar los conocimientos, habilidades y destrezas criminalísticas, lejos de ser un sistema de re-educación ciudadana, es para muchos criminales y mareros un reto que aporta rango en su historial criminal (esto lo comentaban unos jóvenes pandilleros en un proceso de rehabilitación). 

5.- Desvalorización de la vida y resolución violenta de los conflictos: Sin lugar a dudas el conflicto armado de doce años ha dejado secuelas y cicatrices sociales, dos de ellas son la desvalorización de la vida y el acostumbrarnos a lo cotidiano de la muerte, y la resolución violenta de los conflictos que excluye la tolerancia, el diálogo y la negociación (a menor escala esta violencia se ve día a día en el tráfico). 

6.- Asuntos antropológicos y religiosos: Unido a lo anterior, existen valores y creencias que han fraguado una moral y ética simplistas; el homicida tiene a la base un patrón machista y violento, mientras que los familiares de las víctimas se resignan y refugian en la providencia: Dios lo quiso así o lo permitió… 

7.- Pobreza y exclusión social: A la base de las seis tesis anteriores hay un escenario circunstancial y un imaginario de pobreza y exclusión que permite,  posibilita y faculta culturalmente al homicida, y diversas razones asociadas a: hacinamiento, aspectos económicos, sexuales, alcoholismo, drogadicción, entre otras, abonan para crear condiciones propicias para el asesinato. 

8.- Tejido social débil: Asociado a la fuerte tendencia migratoria y a la alta tasa de homicidios la familia nuclear se ha descompuesto; según un estudio de UNICEF2 el 66% de los estudiantes del sistema educativo vive con una familia desintegrada o incompleta (85 % de las familias monoparentales, las jefas de hogar son mujeresaumento de la proporción de familias de tipo nuclear y monoparental, con jefe/a de hogar entre 14 a 17 años).  

Nuestro eje analítico sitúa este modelo comprensivo: 

Desde esta perspectiva diagnosticar a nuestra sociedad con una enfermedad nos lleva al plano del relativismo sociológico, y nos preguntamos qué tan grave o crónica es la patología; y a cuestionarnos sobre la relación entre “individuo” (o actos individuales) y su relación con los marcos culturales, jurídicos, políticos de la nación. ¿Es –o se está volviendo- nuestra naturaleza humana más violenta?, y no nos referimos a circunstancias biológicas o sociológicas sino a una visión de existencia frente a lo normativo, no como consenso, sino como el desarrollo de una vida conforme a las leyes de la naturaleza humana libertad y espontaneidad- (el hecho de que millones de personas compartan los mismos vicios, no convierten los vicios en virtudes, E. Fromm). 

Puede existir también un “defecto socialmente modelado” –avaricia, codicia, ambición, fanatismo- con lecturas distintas desde ópticas sociales o religiosas; podrían o no representar grados de locura, pero se toleran y aceptan. Hay neurosis de neurosis o  ansiedades cotidianas (hasta cuando se pierde un teléfono móvil) que generan caos momentáneos; pero puede darse también el “Malestar en la cultura” (Freud, 1930), un  irremediable antagonismo existente entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura, una especie de contradicción conflictiva entre la cultura y las pulsiones, que termina en insatisfacción, sufrimiento, agresividad. Se trata de esta búsqueda de la felicidad tras el placer y evitando el dolor. 

Ahora bien, si la supremacía de la naturaleza, la caducidad de nuestro organismo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones sociales, son la causa del dolor, ¿por qué matamos? 

Preguntas…  

Nuestra condición humana: La salvadoreñidad 

Somos seres determinados por instintos, leyes biológicas, autoconciencia, razón e imaginación, conscientes de la vida misma, mediante un proceso educativo; y en una lucha duélica de supervivencia, existencia y bienestar. Vivimos en un desequilibrio constante e inevitable, no repetimos patrones, cada experiencia de vida es única. La existencia misma de cada uno es un problema a resolver, y en no pocos casos la cultura y la religión dan explicaciones y ponen frenos a la resolución de la vida. Las fuerzas más poderosas que motivan la conducta del ser humano (pasión, deseo, necesidades) nacen de las condiciones de su existencia, de su situación humana, y aquí encontramos un primer “gap” del problema tratado: ¿en qué condiciones nacemos?, ¿de bienestar, de opulencia, de precariedad?, ¿Qué condicionamientos culturales y religiosos poseemos?

Nuestro narcisismoUna de las principales pasiones humanas es el amor, un intento de relación con algo o con alguien externo a nosotros mismos; amor en sus diversas acepciones –eros, ágape, caritas-; pero también desde niños desarrollamos una admiración excesiva y exagerada por nosotros mismos, que puede terminar en una visión de nuestros propios pensamientos, sentimientos y necesidades narcisista, la cual es la esencia de la mayoría de enfermedades psíquicas. El narcisismo es el polo opuesto de la objetividad, la razón y el amor, es una perturbación en donde perdemos el contacto con la realidad externa. En este contexto debemos preguntarnos por nuestra visión “nacionalista” o de “identidad” (impringting cultural, Lorenz) frente a la alteridad; ¿cómo nos relacionamos o valoramos lo que es ajeno a nosotros mismos como cultura? 

Trascender, crear y destruir: El ser humano para trascender puede crear o destruir vidas; ambas acciones -crear o destruir vidas- son supuestos poco explicables para el ser humano. En el acto de destruir la persona se pone por encima de la vida; la destructividad es una potencialidad secundaria enraizada en la misma existencia del hombre y tiene la misma intensidad o fuerza que cualquier otra pasión. Creación y destrucción, amor y odio no son dos instintos independientes, son dos soluciones de la misma necesidad de trascendencia, y la voluntad de destruir surge cuando no puede satisfacerse la voluntad de crear; la satisfacción de crear es a felicidad, como la de destruir a sufrimiento. ¿Pretendemos entonces trascender…? 

Incesto culturalNacer es una circunstancia muy vulnerable para el ser humano; pero esta vulnerabilidad evoluciona hacia una necesidad distinta debido a la perplejidad de la vida, a las limitaciones del conocimiento, a los errores que cometemos o la accidentabilidad de la existencia. Igual que el niño, todo adulto necesita ayuda, protección y pertenencia. Freud desarrolló una amplia teoría explicativa del incesto, como resistencia a abandonar la órbita de la madre. A nivel social, el tabú del incesto intenta explicar esa dificultad afectiva de la independencia de las naciones; esa relación de amor-odio /madre-padre, que podemos extrapolar en los imaginarios contemporáneos: ¿a quién admiramos y odiamos? Desde el punto de vista más sociológico: ¿es nuestra sociedad matriarcal o patriarcal, de cara aplicar este concepto incestuoso en el análisis?, ¿cómo es nuestro nacionalismo y patriotismo?, ¿quiénes nos gobiernan: hombres o mujeres?, ¿qué o quién idolatramos? 

Identidad individual y colectiva: El ser humano dotado de razón e imaginación forma su concepto: “yo, soy yo”, pero necesita la alteridad para confirmarse, y el sentimiento de identidad es vital “yo, soy nosotros”. Esto es un tema muy cartesiano (dudo, por consiguiente pienso; pienso, por consiguiente soy) el yo pensante. Los individuos se han formado su identidad con sus roles sociales –campesinos, empresarios, etcétera-. En las sociedades los regímenes o modelos políticos-económicos definen roles e identidades, pero estos se pueden alterar ¿Quién soy?-. Sociedades más individualistas, consumistas configuran un “yo-cosificado”, otros modelos excluyentes configuran la identidad entre las oportunidades y propiedad de los medios de producción, logrando existencia del yo entre los que tienen y no tienen (lo notorio y lo invisible). ¿Cómo se ha configurado la identidad en nuestro medio?, ¿quiénes tienen o no una identidad plena, visible o digna? 

Salud mental y sociedad: La salud mental de la sociedad depende de la satisfacción de necesidades humanas: arraigo, trascendencia, relaciones, identidad, también de la organización social y la determinación de relaciones, más otras necesidades fisiológicas y psíquicas. Los modos en cómo se resuelven estas necesidades son cruciales para la salud mental. Fromm argumentará que: “la salud mental se caracteriza por la capacidad de amar y de crear, por la liberación de vínculos incestuosos con el clan y el suelo, por un sentimiento de identidad (…) por la captación de la realidad interior y exterior a nosotros, es decir, por el desarrollo de la objetividad y la razón” (p. 63). Una sociedad sana desarrolla la capacidad de sus individuos, para amar, para trabajar, para impulsar su razón, objetividad, sus sentimientos y hasta sus capacidades productivas; una sociedad insana es aquella que crea hostilidad… ¿Se adapta a las necesidades de los sujetos nuestra sociedad, sus componentes y servicios?, ¿qué desarrolla nuestra sociedad, capacidades u hostilidad? 

Parafraseando a Freud, la vida social y la civilización están en oposición a las necesidades del ser humano (obviamente es lo referente a los instintos), nos referimos a un marco normativo ciertamente desfigurado. Nuestro carácter social como núcleo compartido es atomizado, disperso y hasta estridente; más allá de lo occidental, de lo democrático, y de lo Latinoamericano, debemos descubrir, recrear o crear lo salvadoreño. En esta reflexión hemos dejado colgadas muchas preguntas que pueden o deben tener respuestas para lograr esta necesidad y así entender el fenómeno de la destrucción y de la criminalidad en todas sus manifestaciones, así como las claves para irrumpir este perverso curso de la historia que vivimos. 

Ahora, ubicamos todas las preguntas juntas, listas para que sean respondidas…

Usted, lector tiene la palabra y posiblemente algunas respuestas… 

Bibliografía  

Castellanos M, Horacio; El Asco; Grupo Planeta; España, 2014 

Fromm, Erich; sicoanálisis de la Sociedad Contemporánea; Fondo de Cultura Económica, México; 1967, 8ª edición 

Freud, Sigmund; El malestar en la cultura; Ed. Alianza; Madrid, 2010 

Lombroso, Césare; El hombre delincuente; Milán, Ed Atlante 1973 (Ref 1876) 

Martin-Baró, Ignacio; Psicología social; UCA Editores; San salvador, 1976 

Martín-Baró, Ignacio; Acción e ideología; UCA editores; San Salvador, 1983 

Martín-Baró; Ignacio; La violencia en Centroamérica; Revista de Psicología de El Salvador 7, 28, 123-41. San Salvador, 1990 

Picardo, Oscar; Cuándo los estudiantes matan; La Prensa Gráfica; San salvador, 2002 

UNICEF-FUSADES; Una mirada a las familias salvadoreñas: sus transformaciones y desafíos desde la óptica de las políticas sociales con enfoque hacia la niñez (2015) 

Velázquez, Humberto; La cultura del diablo; Editorial universitaria; San Salvador, 1986 

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