Óscar Picardo
El Salvador y el poder del mar
El título del artículo es bastante reductivo pero nos sirve para reflexionar sobre todos los recursos marinos y limnológicos –ríos y lagos-, y es que tenemos 200 millas náuticas de mar, 340 kilómetros de costa, grandes lagos e imponentes ríos –algunos muy contaminados, valga la aclaración-. Por otro lado, los océanos suministran la mayoría del agua que se evapora, la cual después cae en forma de lluvia.
Con Bryan Pérez, con las Selectas Playeras, con los nadadores Marcelo Acosta y Celina Márquez, con el regatista de vela Enrique Arathoon; también con Puro Surf y Surf City; comenzamos a descubrir el potencial del mar y de los recursos acuáticos desde otra dimensión y perspectiva. ¿Se percataron de que casi todos los atletas destacados de esta generación están vinculados al mar?
Al notable trabajo científico de LABOTOX y el ICMARES de la Universidad de El Salvador, se une también el proyecto CIMARYL de la Universidad Francisco Gavidia: publicaciones, nueva carrera, Estación Meteorológica de Barra Salada y la boya multiparamétrica oceánica YSI EMM-150.
La industria pesquera en todas sus manifestaciones –deportiva, artesanal, escala media y grandes empresas como Calvo- genera miles de empleos y aporta un significativo porcentaje de la dieta nutricional de los salvadoreños. En el mundo turístico y gastronómico la costa representa uno de los capitales más importantes para el desarrollo de los sectores –interno y externo–; hoteles y restaurantes hilvanan la franja costera con oportunidades diversas. Los puertos Acajutla, La Unión, El Triunfo y algunos muelles de menor escala también dinamizan la economía local y nacional.
Tendríamos que anotar también el potencial del submarinismo –a nivel turístico e industrial-; Álex Hasbún, Álvaro Pazos, Werner Mena, José Baires, entre otros, son destacados submarinistas profesionales PADI con una hoja de vida impresionante; el avistamiento de ballenas jorobadas –a nivel turístico y científico-; las tareas de conservación ambiental y liberación de tortugas; la navegación deportiva y mercante; entre otras actividades asociadas al mar.
Los ecosistemas acuáticos tienen una enorme importancia para la vida de los salvadoreños; no tenemos un dato exacto de cuántas personas viven del mar, lagos y ríos; tampoco contamos con muchos estudios sobre dichos ecosistemas, fauna y flora. Sabemos que existen varias iniciativas ambientales marinas que debemos anotar: FUNZEL, el trabajo excepcional de Roberto Llerena: “Océanos Secretos”; el proyecto de avistamiento de ballenas impulsado por José Baires; David Alfaro, fotógrafo submarino y, el pescador Mario Campos. Los estudios biológicos marinos del doctor Enrique Barraza, de la UFG, uno de los científicos más destacados del país. La Fundación Coatepeque; la organización Asociación Amigos del Lago de Ilopango; el Fondo de Inversión Ambiental de El Salvador (FIAES); entre muchos otros proyectos. Destacamos también, el trabajo científico del patrimonio cultural marino y subacuático que ha desarrollado el arqueólogo Roberto Gallardo y otros colegas, quienes han documentado “pecios” e infraestructura con valor histórico; y el vigor ambiental, cultural y científico de José Roberto “Pochito” Suárez, quien aparece frecuentemente en todas las iniciativas marino-costeras.
Debemos anotar también que por primera vez en la historia –creo, me corregirán los historiadores- tenemos un Ministro de la Defensa que proviene de la Armada –o fuerza naval-, Capitán de Navío René Francis Merino Monroy; y al parecer ya se está gestionando una embarcación tipo guardacostas de última generación para proteger la soberanía marina.
La perspectiva salvadoreña marina y limnológica representa un desafío fundamental para el futuro; en efecto, tenemos un área acuática mayor que la terrestre, y sobre todo, es un recurso poco conocido y explorado con un gran potencial. Sin embargo, nuestras playas, lagos y ríos están muy contaminados; sólo basta caminar por la costa cuando baja la marea para observar cantidades industriales de plásticos y basura. Pero también hay otros fenómenos silentes: la cantidad de microplásticos –y nanoplásticos- que ya está presente a nivel de tejido animal y que consumimos, y la contaminación con productos químicos que lentamente devastan y ahuyentan a la fauna marina.
Valdría la pena una nota más sobre la privatización de los recursos costeros; poco a poco, proyectos privados o turísticos van cerrando los espacios públicos. Al ritmo que vamos y en aras de la modernización o desarrollo, el acceder al mar o a un lago será cada vez más difícil; y el mar, los lagos y ríos son de todos.