Óscar Picardo
El traje nuevo del emperador…
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“Algo muy básico: Sin los Acuerdos de Paz, el FMLN no hubiese sido partido político…; luego, Nayib Bukele, nunca hubiese sido candidato y tampoco habría llegado a la presidencia…”
Los acuerdos de paz o de Chapultepec no incluían la agenda del futuro del país; su Misión fue poner fin al conflicto armado y reformar las instituciones y marcos normativos para fortalecer la democracia. Lo que sucedió después de 1992 en materia política fue de estricta responsabilidad de los partidos políticos y de los votantes. Punto
Nunca será una farsa poner fin a una guerra, la que sea; menos será una farsa democratizar y civilizar a estructuras militaristas violadoras de derechos humanos. A partir de los acuerdos de paz podemos opinar, discrepar, disentir sin temor de que nos acusen de sediciosos y nos secuestren, encarcelen, torturen o maten por nuestras ideas políticas ¿esto no es importante?, ¿no se entiende?
La corrupción de los partidos políticos post acuerdos de paz, es otra cosa, es un vicio, un problema ético que se puede corregir, y de hecho hay un presidente en la cárcel y otro huyendo. ¿Tiene algo que ver esto con los acuerdos de paz?
Será importante escuchar a los historiadores, académicos y actores sensatos de la época y obviar los discursos de ciertos ineptos que repiten –con datos y fuentes- que todo fue una farsa que no hay ningún logro, para quedar bien y asegurar un puesto en el Estado.
Pero lo más curioso, a partir del desatinado discurso del presidente en el Mozote, es que todo su círculo repite lo mismo, sin reflexionar, sin criterio propio: “Los Acuerdos fueron una farsa”; y esto me recuerda al cuento de Hans Christian Andersen, “El traje nuevo del emperador”; apto para niños de 4 años y presenta una moraleja sobre la soberbia y la arrogancia…
Les dejo el cuento:
Había una vez un emperador al que le encantaban los trajes. Destinaba toda su fortuna a comprar y comprar trajes de todo tipo de telas y colores. Tanto que a veces llegaba a desatender a su reino, pero no lo podía evitar, le encantaba verse vestido con un traje nuevo y vistoso a todas horas. Un día llegaron al reino unos impostores que se hacían pasar por tejedores y se presentaron delante del emperador diciendo que eran capaces de tejer la tela más extraordinaria del mundo.
– ¿La tela más extraordinaria del mundo? ¿Y qué tiene esa tela de especial?
– Así es majestad. Es especial porque se vuelve invisible a ojos de los necios y de quienes no merecen su cargo.
– Interesante… ¡entonces hacedme un traje con esa tela, rápido! Os pagaré lo que me pidáis.
Así que los tejedores se pusieron manos a la obra.
Pasado un tiempo el emperador tenía curiosidad por saber cómo iba su traje, pero tenía miedo de ir y no ser capaz de verlo, por lo que prefirió mandar a uno de sus ministros. Cuando el hombre llegó al telar se dio cuenta de que no había nada y que lo que los tejedores eran en realidad unos farsantes, pero le dio tanto miedo decirlo y que todo el reino pensara que era estúpido o que no merecía su cargo, que permaneció callado y fingió ver la tela.
– ¡Qué tela más maravillosa! ¡Que colores! ¡Y qué bordados! Iré corriendo a contarle al emperador que su traje marcha estupendamente.
Los tejedores siguieron trabajando en el telar vacío y pidieron al emperador más oro para continuar. El emperador se lo dio sin reparos y al cabo de unos días mandó a otro de sus hombres a comprobar cómo iba el trabajo.
Cuando llegó le ocurrió como al primero, que no vio nada, pero pensó que si lo decía todo el mundo se reiría de él y el emperador lo destituiría de su cargo por no merecerlo así que elogió la tela.
– ¡Deslumbrante! ¡Un trabajo único!
Tras recibir las noticias de su segundo enviado el emperador no pudo esperar más y decidió ir con su séquito a comprobar el trabajo de los tejedores. Pero al llegar se dio cuenta de que no veía nada por ningún lado y antes de que alguien se diera cuenta de que no lo veía se apresuró a decir:
– ¡Magnífico! ¡Soberbio! ¡Digno de un emperador como yo!
Su séquito comenzó a aplaudir y comentar lo extraordinario de la tela. Tanto, que aconsejaron al emperador que estrenara un traje con aquella tela en el próximo desfile. El emperador estuvo de acuerdo y pasados unos días tuvo ante sí a los tejedores con el supuesto traje en sus manos.
Comenzaron a vestirlo y como si se tratara de un traje de verdad iban poniéndole cada una de las partes que lo componían.
– Aquí tiene las calzas, tenga cuidado con la casaca, permítame que le ayude con el manto…
El emperador se miraba ante el espejo y fingía contemplar cada una de las partes de su traje, pero en realidad, seguía sin ver nada.
Cuando estuvo vestido salió a la calle y comenzó el desfile y todo el mundo lo contemplaba aclamando la grandiosidad de su traje.
– ¡Qué traje tan magnífico!
– ¡Qué bordados tan exquisitos!
Hasta que en medio de los elogios se oyó a un niño que dijo:
– ¡Pero si está desnudo!
Y todo el pueblo comenzó a gritar lo mismo, pero, aunque el emperador estaba seguro de que tenían razón, continuó su desfile orgulloso.
* Foto cortesía de Carlos Cañas Dinarte