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 2706-5421

Ricardo

Enchuchar, pepenar, chimar y otros salvadoreñismos

Nuestra forma de hablar dice mucho sobre la manera en cómo vemos al mundo. De hecho, si hiciéramos un riguroso examen, probablemente nos permitiría comprender más sobre nuestros orígenes culturales y perfil psicológico. Nuestra habla nos define, pues es una manifestación de nuestra identidad. Escritores como Salarrué con sus Cuentos de barro, José María Peralta Lagos, y aún antes, Arturo Ambrogi, plasmaron el registro lingüístico del ambiente rural salvadoreño a inicios del siglo XX en sus obras costumbristas 

Algunos de estos salvadoreñismos todavía perduran, otros han ido evolucionando, y están los que se han adherido a nuestro léxico gracias a la ingeniosidad de nuestros hablantes (los neologismos). Pedro Geoffroy Rivas brindó valiosos aportes al respecto en sus libros Lengua salvadoreña (1978) y El español que hablamos en El Salvador (1969), donde sentó las bases del primer estudio moderno sobre el legado indígena a nuestro léxico, adaptaciones fonológicas, cambios semánticos, sintaxis, etc. 

Chúchu, por ejemplo, es perro en náhuat, y se modificó a chucho. Chunchucúyu, hoy pronunciado chunchucuyo, significó vagina, pero hoy en día hace referencia a la cola de las aves (es el nombre, incluso, de un tema musical salvadoreño). Xima o shima, cuyo significado original fue raspar, se le atribuye hoy a la ejecución el coito (chimar). Pehpena es recoger, y podría decirse que aún conserva su significado original cuando decimos pepenar. Malacat, hace referencia a un instrumento para hilar, y mutó a malacate o persona perversa. Encontramos, también, ejemplos del náhuat en varios topónimos, tales como Ayutuxtepeque, o “Cerro de los armadillos”, o Texistepeque o “Lugar o cerro de caracoles”, o Teotepeque, o “Lugar o cerro sagrado”.  

Sin embargo, sería un error limitar los salvadoreñismo únicamente a los nahuatismos. El Diccionario de salvadoreñismos de Matías Romero es otro texto fundamental para comprender los referentes de la creatividad lingüística de los salvadoreños. En él encontramos neologismos o palabras inventadas, así como cambios semánticos aún de uso, como chero o chera, que refiere a amigo o amiga (usado exclusivamente en El Salvador). Jumper es un anglicismo que significa abrigo, y fue modificado por nosotros a chumpa. Capturar, detener, es también enchuchar; y para sustituir una expresión soez solemos decir “vos tumblimbli. 

¿Cuándo aparecieron estas palabras? ¿Quiénes las popularizaron? Estas son incógnitas que muchos lingüistas todavía ignoran. El término guanaco, tan popular entre nosotros, es aún centro de discusión de muchos académicos: mientras unos remiten su origen al nombre del camélido sudamericano, otros, apuntan a un apodo originado en Guatemala para referirse a los “provincianos” durante el siglo XIX 

De cualquier modo, no podemos negar que todo este “caliche” guarda una carga significativa sobre nuestra identidad. Examinarlo es explorarnos a nosotros mismos. Palabras vienen y van; otras seguirán cambiando como producto de diferentes fenómenos sociales (migración, violencia, etc.). Lo que no podemos olvidar es que nuestras expresiones son también testimonio de nuestro tiempo. ¿Cómo habla actualmente un salvadoreño? ¿Qué palabras nuevas está utilizando? ¿Cuáles ha dejado de usar y por qué? Y nuestros comunicadores, políticos y escritores, ¿qué clase de registro están promoviendo/utilizando?  

Convendría también reflexionar sobre eso 

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