Número ISSN |
 2706-5421

Iris Palma

Esta economía digital que vivimos

En pocas palabras, el principio sobre el que se fundamenta la economía es el de la escasez, lo que convierte a la economía en una ciencia social que estudia el comportamiento y las decisiones de las personas sobre como satisfacer sus necesidades (ilimitadas, por supuesto) ante los recursos limitados. 

No se preocupe que no es una clase de economía la que voy a dictar en estas líneas, es más bien una reflexión sobre lo rápido que estamos cambiando la forma en que analizamos la economía en estos días.  Por un lado, la inminente transformación -dada por la tecnología principalmente- de los factores productivos y de las relaciones entre compradores y vendedores (aquello que llamamos mercado, así sutilmente), y por el otro, por la inmensa oportunidad que tenemos de insertar nuevos productos y servicios que hace diez años veíamos solo como parte de una película o ciencia ficción; ahora están aquí, y los consumimos día a día.  

La economía digital, aquella que el prestigioso Don Tapscott define en su famosa publicación de 1995, sigue siendo tan tangible y quizá hasta con nuevos toques, pero mantiene su esencia que se concentra en tres factores: conocimiento, tecnología y rapidez.   En otras palabras, no estamos cambiando las reglas del juego, estamos cambiando el juego.  Y, por ende, debemos analizar la economía con este paradigma, en el que las relaciones, factores y valor ya no es el mismo que concebimos hace unos años.  

Esta economía digital que vivimos (y no diré que, en El Salvador, porque la verdad es que lo vemos más influenciado por el mercado internacional), es altamente acelerada, horizontal e informada.  

En esta economía digital, aquello de “el cliente siempre tiene la razón”, se vuelve en un “el cliente ya fue a internet y se dio cuenta que muchos más tienen la razón, igual que él”, y los negocios deben responder a una opinión que se vuelve en colectiva en un pestañeo.  Pero no es malo, al contrario, es renovador, refrescante y transformador para estimular los modelos de negocios, que además de conocimiento, se basan en experiencias.  Es gratificante incentivar nuevos modelos de negocios y el uso intensivo de tecnologías y conocimiento para atender problemas que se convierten en negocios, y anticipo que este es el inicio de una revolución económica, que, en el país, va a traer más beneficios para incrementar las oportunidades laborales y empresariales, y que sin duda se extenderá como un catalizador de otros sectores productivos. 

Sin embargo, toda esta dinámica nos lleva a pensar que medir la economía digital con los mismos instrumentos, métricas, momentos y formas que hemos utilizado los últimos cincuenta años, quizá no sea tan efectivo para tomar decisiones ni para los que hacen políticas públicas como para los empresarios.  Renovemos y pongamos en la misma velocidad la medición del impacto del conocimiento y la tecnología en el crecimiento económico de los sectores productivos más relevantes, cambiemos la forma en que medimos al sector de tecnologías de información y comunicaciones, y démosle su lugar como un sector productivo que está dando resultados.  

Existen muchas formas de medir esta economía digital, desde cuentas satélites, renovación de las actividades económicas, registros más precisos en la creación de nuevas empresas, censos, etc., basta ver el ejemplo de otros países como Argentina, Chile, México, etc.  Más allá de copiar modelos, debemos comprender nuestra personalidad país en la economía digital, caracterizarla y reconocer que la tecnología y conocimiento puede ir más allá de generar startups a crear empresas y una industria tan sólida que en poco podrá ser una de las mayores generadoras de empleo y riqueza, si hacemos las cosas bien (así de sencillo, bien).   

Censos, estudios de impacto de transformación digital, medición de nuevas empresas generadoras de tecnología y conocimiento, reconversión del aparataje empresarial, definición de incentivos claves según la dinámica del sector, infraestructura y definición de la madurez digital de la industria.  En fin, tanto que se puede hacer, y se debe hacer.   

Sin datos no existimos. Llegó el momento de evidenciar nuestra economía digital. 

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