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 2706-5421

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Óscar Picardo

Estudiar, ¿para qué…?

Una de las mayores preocupaciones de padres, madres y jóvenes recién graduados de educación media es la elección de un programa o carrera universitaria que pueda proyectar un buen futuro y opciones de empleo. La inquietud también incluye la reputación de la institución educativa que otorgará el título.

Obviamente, el primer paso es tener evidencia de las capacidades vocacionales y conocer el tipo de inteligencia dominante; para esto recurrimos a tres fuentes: a) Los intereses personales del estudiante; b) Una prueba psicológica de orientación vocacional (Kuder, Holland, CHASIDE); y c) El récord histórico de notas; no hay dónde perderse. Debemos considerar, además, que la inteligencia madura y los estudiantes cambian; es probable que pueda emerger una pasión o interés profesiográfico particular luego del bachillerato.

No debemos cometer el error de correlacionar programas académicos con “dinero”; creyendo, por ejemplo, que dedicarse a una profesión atípica al mercado laboral (como Deportes, Artes, Ciencias puras, etcétera) estará predestinado al fracaso. Ni de imponer o forzar a estudiar algo por tradición u opinión de otro. La decisión es personal, aconsejada, pero propia.

Como una referencia a considerar ante dudas sobre qué estudiar, recientemente el Departamento de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá (IRCC: Immigration, Refugees and Citizenship Canada) anunció el 31 de mayo de 2023 que había finalizado nuevos criterios de selección basados ​​en categorías para los sorteos de Entrada Rápida. Las categorías se eligieron en base a las proyecciones del mercado laboral y las discusiones con los socios y partes interesadas de IRCC, así como con los gobiernos provinciales y territoriales.

Las demandas de profesionales actuales de Canadá son las siguientes: Arquitectos y paisajistas; Gerentes de arquitectura y ciencia; Ingenieros Civiles; Gerentes de sistemas informáticos y de información; Ingenieros informáticos; Ingenieros desarrolladores y programadores de sistemas informáticos y/o de Software; Especialistas en ciberseguridad; Científicos de datos; Analistas de bases de datos y administradores de datos; Ingenieros eléctricos y electrónicos; Ingenieros industriales y de fabricación; Agrimensores; Matemáticos, estadísticos y actuarios; Ingenieros metalúrgicos y de materiales; Investigadores, consultores y oficiales de programas de políticas de ciencias naturales y aplicadas; Planificadores urbanos y de uso del suelo; Diseñadores web; Desarrolladores y programadores web; Cuidado de la salud; Profesiones de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM); Especialistas en Transporte; Agricultura y agroalimentación; entre los más destacados.

Una cosa es Canadá y otra El Salvador…; digamos que en nuestro mercado laboral una condición fundamental de empleo rápido o habilitación laboral es dominar el idioma inglés; luego son importantes las “certificaciones” orientadas a programas técnicos e informáticos. Finalmente habrá que decidir un programa o carrera de pregrado.

Aunque no hay estadísticas actualizadas ni un estudio serio que defina demanda laboral profesional, da la impresión de que: 1) Hay algunos sectores saturados: Abogados, Médicos, Docentes, Comunicadores, Administradores de empresa; 2) Otros sectores con demanda insatisfecha: Ingeniería de Software, Diseño industrial, Prototipado, Modelaje Matemático aplicado; 3) Programas casi inexistentes: Neurocientíficos, Oceanografía, Geología, Nanotecnologías, Ingeniería Textil, Especialidades veterinarias y médicas, Medicina Deportiva, Dirección cinematográfica, Música, Forense; 4) Programas que posibilitan emprendimientos: Chef, Laboratoristas, Diseñadores; y 5) Programas que se niegan a morir: Filosofía, Sociología, Arqueología, Antropología, Teología, Política; entre muchos otros.

Debemos reconocer que en nuestro medio los programas de postgrados, maestrías y doctorados o especialidades son muy limitados; y en países más desarrollados son los que generan habilitación laboral y buenos salarios. Por ejemplo, en las universidades para ser docente el requisito mínimo es tener un doctorado; aquí estamos lejos de eso, ni siquiera los Rectores, Decanos, Directores o Coordinadores de carrera a veces ni tienen maestría.

También es cierto, que muchos graduados terminan trabajando en áreas ajenas a su especialidad; en los años 90 ningún gerente o director de medios de comunicación era de la especialidad; de lo que recuerdo: Enrique Altamirano, Ingeniero; Moisés Urbina, Ingeniero; el Chiri Rivas, Odontólogo; Mauricio Funes, Letras; Cecilia Gallardo, Psicóloga; Guillermo Deleón, Arquitecto; entre otros. En efecto, a veces una cabeza gerencial tiene la capacidad para guiar muy bien un proyecto empresarial o sectorial.

Quizá lo importante y básico es concluir una carrera o programa; al margen de la especialidad y de las oportunidades de empleo, quien ostenta un título puede demostrar que “es capaz de iniciar y terminar algo…”; y antes que se les venga a la mente la cantidad de genios empresariales que no terminaron su carrera universitaria: Zuckerberg, Jobs, Gates, Dell, Disney, Adelson, etcétera, no debemos olvidar en qué entornos y bajo que condiciones tomaron esa decisión; no estamos en Silicon Vally ni en Cambridge Massachusetts…

Se me olvidaba: Los gobiernos emplean a personas incapaces por clientelismo, nepotismo o amistad, pero esto también es efímero y suele terminar mal.

La tasa de eficiencia universitaria es baja (5 %) y la Tasa Interna de Retorno (TIR) del nivel superior, hoy por hoy, es negativa; incluso para muchos representa un largo camino de gastos en un escenario de necesidades económicas; pero, al final estudiar una carrera o programas abre más puertas de las que se cierran por no haber estudiado.    

Estudiar una carrera o programa universitario, además de los conocimientos, aporta otros valores agregados, habilidades o capacidades humanas; crea redes de contactos; permite una madurez cerebral guiada; y fortalece la disciplina. Actualmente, con las condiciones de matrícula solo 1 de cada 10 estudiantes que terminan la educación básica llegan a graduarse de la universidad. Solo 30 % de los bachilleres que se gradúan ingresan al nivel superior. ¿A dónde va el otro 70 %?

Como país no vamos a atraer inversión extranjera de buena calidad o de valor agregado con una escolaridad promedio de 7.1 grados (EHPM, 2021); si queremos seguir condenados a maquilar en lugar de diseñar o proponer mantengamos el patrón actual que ya tiene más de 30 años de repetir ciclos ineficientes que fomentan la pobreza y la migración.

USAID, con el programa “Educación Superior para el crecimiento económico” (2015), sembró una importante semilla, y si no se cuida o se le da continuidad en pocos años volveremos a la situación inicial. La política que surgió de este programa tiene ideas audaces e importantes pero requieren una gerencia arriesgada y financiamiento. Por el momento seguimos sin patentes y con un impacto científico limitado.

Como sea, hay que estudiar, es importante seguir aprendiendo y se deben crear programas de estímulos, apoyo o becas. Como anotara José Pepe Mujica: “Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas. Pero hay que hacerlo”.

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