African american college student doing homework. Young black woman preparing school test in bedroom with laptop computer at night, lying on bed
Rigoberto Arévalo Carrillo

Rigoberto Arévalo Carrillo

Lic. en Relaciones Internacionales
Estudiante de Maestría en Política y Evaluación Educativa, UCA

Evaluación en tiempos de pandemia

El pasado domingo 24 de mayo el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (Mineducyt) emitió la circular ministerial 10/2020, que resultó ser una serie de orientaciones para la continuidad de la educación en estos tiempos de pandemia.  En dicha circular, llama la atención de forma particular el literal H, donde se hace el llamado a colocar la evaluación formativa sobre la sumativa, especialmente en estos tiempos de cuarentena. El Mineducyt está consiente sobre la actual crisis y conoce muy bien que no es lo mismo evaluar en tiempos normales a evaluar durante la cuarentena; pero si la situación actual producida por el COVID-19 permite que la evaluación formativa sea aceptable y sabemos que es más provechosa, sobre la sumativa por muchas razones, para docentes y estudiantes; esto nos lleva a preguntarnos: ¿por qué no se realiza y se le da preeminencia en tiempos normales? ¿Acaso somos conscientes que el modelo constructivista de la educación impregnado en el currículo nacional y la evaluación por competencias no se están practicando en el sistema educativo? Y sobre todo, ¿podemos seguir evaluando normalmente y de igual forma como se haría en un salón de clases en tiempos donde se recibe la educación a distancia?  

Sabemos que la tecnología jamás remplazará al salón de clases y que esta no debe de empequeñecer el rol del docente, por ello tampoco se le debe de utilizar para acomodar la labor de enseñar y de evaluar. La actual situación de pandemia y el uso de la tecnología requerida para darle continuidad a la educación, ha hecho más evidente el sometimiento que el docente realiza sobre sus estudiantes para controlar sus asistencias a clases, sus entregas de tareas y actividades, para posteriormente juzgar quienes serán promovidos y quiénes no. 

La falta de un plan para la continuidad de la educación ante una crisis o emergencia tuvo como consecuencia la saturación de trabajos, tareas y actividades que los estudiantes debían realizar en tiempo récord y más cortos que en tiempos normales. Así también evidenció la falta de coordinación entre los docentes de un mismo grupo de estudiantes para planificar el desarrollo de clases y petición de tareas, ello desencadenó la falta de motivación de los estudiantes a realizar las tareas, que en todo caso se trataron de simples guías de trabajo a realizar mientras no se está en el salón de clases. 

De forma similar muchos padres de familia se desmotivaron a que sus hijos se siguieran educando, ya que reflejaron su descontento con la falta de evaluación y retroalimentación por parte del sector docente. Así se evidenció la brecha existente entre calificar y evaluar, ya que se están calificando las tareas, más no se están evaluando, se están señalando los errores cometidos por los estudiantes más no se le enseña cómo superarlos. Estas evidencias, en palabras de Santos Guerra“permiten reflexionar sobre algunos problemas que tiene la evaluación educativa: cargar de dificultad la tarea, no devolver la información, no explicar el proceso, no hacer autoevaluación, tener en cuenta sólo el resultado” (Santos Guerra. 2003. Pág. 9).  

A lo anterior se le añade la mala práctica de elaborar pruebas, exámenes o test online, de falso y verdadero, de opción múltiple, entre otras formas de redacción de preguntas. Esto llevó a evidenciar la tendencia cuantitativa de la evaluación sobre la cualitativa, lo que hace preguntarnos: ¿En El Salvador el modelo bancario/conductista de la educación no se había superado? Los estudiantes no están aprendiendo, no se está evaluando, se están calificando y sobre todo los procesos de aprendizaje formativos están siendo ignorados, por ende no se están realizando avances en la mejora de la calidad de la evaluación para los aprendizajes. 

Por otra parte, en estas semanas que muchas instituciones educativas están culminando los trimestres y periodos escolares, se hicieron evidentes las prácticas de elaboración de cuadros de honor. En tiempos donde los contextos para los procesos de y para los aprendizajes se vuelven dificultosos, a ellos se les añade el hecho que los estudiantes tienen que afrontar el común método de ser comparados y estigmatizados por su rendimiento académico, que no es más que una simple suma de calificaciones obtenidas en todas sus asignaturas. Lo cual puede fortalecer a unos tres o cinco estudiantes pero desmotivará, frustrará y desalentará al resto del grupo.  

Aunado a ello se evidenció la falta de organización de los horarios de clases en tiempos de pandemia, pues los estudiantes reciben sus clases en horarios normales como si estuvieran en sus salones. De la misma manera el Mineducyt hizo el llamado a organizar estos horarios y a abandonar el copiado y dictado por lo menos durante esta situación. ¿Acaso esta práctica se debería seguir realizando en los salones de clases?  

En definitiva la evidencia más grande ante todo lo mencionado y que integra mi opinión es la carencia de la formación docente en el área de evaluación de y para los aprendizajes. No hay que culpar a los docentes ante estas problemáticas, pues a ellos se les está exigiendo calificar a los estudiantes del 1 al 10 para subir esa calificación numérica a una plataforma de control y simplificación denominada Sistema de Información para la Gestión Educativa Salvadoreña (SIGES).  

Es evidente la incongruencia del modelo constructivista y cualitativo con que se formó el currículo nacional con la práctica conductista y cuantitativa. Eventualmente la falta de apoyo para la formación docente en evaluación es una cuestión que se debe de tratar si hablamos o queremos reinventar y mejorar la calidad educativa en cuanto a los procesos de aprendizajes.  

Entre tanto Agustín Fernández instituyó que habrá que ir dando más peso a la evaluación cualitativa sobre la tradicionalmente cuantitativa; también hay que renovar y actualizar los enfoques de formación inicial y continua de los docentes, a fin de que puedan proponer sistemas de evaluación realmente inclusivos. (Fernández A. 2014. Pág. 169).  

Mi propuesta… 

Mientras eso ocurre, propongo colocar la evaluación formativa y continua sobre evaluaciones sumativas y finales, evaluaciones cualitativas sobre cuantitativas y sobre todo participativas para los estudiantes. 

Las herramientas e instrumentos para evaluar a nuestros estudiantes que se pueden aprovechar son muchas, de las cuales destaco los portafolios de actividades, proyectos, ensayos, mapas conceptuales, cuadros comparativos, pero sobre todo los cuadros de avances de los estudiantes. Que no deben de ser llenados solamente por el docente si no en comunidad con el estudiante y los padres de familia, donde se destaque la evaluación cualitativa y la autoevaluación del estudiante.  

Los cuadros de avance resultan a mi perspectiva ser la herramienta que se acomoda eficientemente y eficazmente a la crisis actual. Se pueden elaborar partiendo de la numeración de actividades, sin saturación, fecha en que se deben de realizar, tema o contenido a desarrollar así como las competencias a adquirir. Posteriormente realizada la actividad, es fundamental que el estudiante se pregunte si el tema ha sido comprendido y superado, de no ser así, el estudiante describirá qué obstáculos presentó la temática y aquí es donde entra la retroalimentación de la actividad con el objetivo de identificar aspectos positivos y a superar en los procesos de comprensión y aprendizajes.   

Por último, tenemos que evidenciar que los retos y problemas a superar en nuestro sistema educativo son muchos, sobre todo en el área de evaluación donde se necesita un salto de la evaluación de los aprendizajes a la evaluación para los aprendizajes, lo cual no es solo un cambio de nombre de la evaluación, sino una práctica profunda en la labor de enseñar, evaluar y aprender, no solo de los estudiantes, sino también de los docentes. 

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