Raúl Benítez
“Fotografío para cuestionar”, Muriel Hasbún
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Muriel Hasbún es una artista y fotógrafa salvadoreña que ha dedicado gran parte de su carrera a la documentación. Para ella, retratar la historia abre las puertas a la reflexión, a entendernos como sociedad y es un medio para la comprensión y la paz. Una de sus fotografías (“¿Sólo una sombra? (Leizor)”) fue adquirida recientemente por el museo Whitney de Nueva York, recinto cultural que alberga una colección de 25,000 obras de alrededor de 1,600 artistas estadounidenses del siglo XX y XXI.
Hasbún estudió una maestría de bellas artes en fotografía en la Universidad de George Washington, en donde conoció a diversos profesionales de la imagen como Ray K. Metzker, quién la apoyó en su búsqueda por un lenguaje que se acercara más a la metáfora que a la descripción directa.
Mucho ha cambiado en la forma en la que Hasbún aborda la fotografía desde que tomó por primera vez una Canon AE-1 cuando tenía 15 años. A través de las imágenes ha explorado la identidad, la memoria y la migración.
La artista también tiene parte de su trabajo en otros museos como El Smithsonian American Art Museum, el Museo de Arte de las Américas, La Bibliothèque Nationale de France y museos universitarios, por ejemplo, Lehigh University, George Washington University y University of Texas en Austin.
¿Qué significa la fotografía para usted y cómo se convirtió en su expresión artística principal?
La fotografía es la forma como comprendo el mundo y cómo me sitúo dentro de él. Fotografío para cuestionar, para conectarme con mis sentimientos y sentir a los demás, y para construir espacios de reflexión y de diálogo. Aprendí fotografía primero con mi padre, Antonio Hasbun Z., fotógrafo aficionado, quien nos fotografió constantemente. El me regaló mi primera cámara, una Canon AE-1, a los 15 años. Teníamos un cuarto oscuro en casa y desde chica me fascinaba ver las fotos guardadas en todas las gavetas de la casa. También de niña le ayudaba a lavar las fotografías por lo que siempre estuve atenta al proceso fotográfico. Además de mi padre, fui muy influenciada por mi madre, Janine Janowski, quien fundó y dirigió la Galería El Laberinto (1977-2001) durante los años de la guerra civil salvadoreña y los años después de los Acuerdos de Paz en San Salvador.
¿Qué ha cambiado en su mirada durante estos años de experimentación?
Cuando comencé a fotografiar me interesaba captar la realidad enfrente mía o los eventos que vivía, dentro de lo que se conoce como fotografía documental tradicional, de seguro porque eso es lo que conocía. Pero mi temperamento es muy introspectivo y conectado a lo emocional por lo que especialmente después de salir de El Salvador, al comienzo de la guerra civil, mi mundo externo se me desbarató y quise encontrar una forma de expresar mi mundo interno. Eso se intensificó durante la época en la que estaba estudiando mi maestría en fotografía artística. Estaba buscando un lenguaje visual que tradujera mi mundo psicológico y emocional, y eso fue hallando forma por medio de una investigación de la memoria y de mi sentido de identidad a través de la fotografía y mi historia de familia. El álbum familiar me sirvió de documento, de archivo y de punto de conexión para encontrarme a mi misma, o a lo que llamo la construcción de mi “terruño”. De ahí me adentré en construir mundos que ya habían desaparecido pero que tienen una conexión con el presente y con mi sentido de identidad y de pertenencia en el mundo. Con mi serie más reciente, Pulso: Nuevos registros culturales, utilizo los registros sísmicos de El Salvador como espacio simbólico para trazar nuestro terruño, y superpongo imágenes de las obras de artistas salvadoreños al igual que mis propias fotos de la época de los años 80 y 90 como testimonio de nuestras vivencias. Creo un nuevo registro para que nos sirva de mapa para el futuro, e inscribo la importancia de nuestro legado cultural y artístico como parte de nuestra identidad, en nuestra travesía por nuestra tierra natal.
¿Cuál es su principal tema con la fotografía?
Los temas principales de mi trabajo son la identidad, la memoria, la subjetividad y la migración. Me interesa cómo las historias personales son parte de la Historia con mayúscula y cómo éstas, si no las contamos, quedan en el olvido, borrando personas importantes y sus aportes. De allí, mi trabajo, que aspira a sanar algunas ausencias…
Su pieza “¿Sólo una sombra? (Lejzor)” fue adquirida recientemente por el museo Whitney de Nueva York, para formar parte de su colección permanente. ¿Cómo fue el acercamiento con esta institución? ¿Cuál es el significado de su pieza y la importancia para que forme parte de las colecciones de la institución?
Me siento muy honrada que ahora mi obra sea parte de la colección permanente. Los artistas hacemos nuestro trabajo y deseamos que sea vista por muchas personas, que quede cuidada para las generaciones siguientes. La misión de los museos es de preservar, de contextualizar, y de hacer visible nuestro trabajo. El museo Whitney es uno de los museos más importantes de arte contemporáneo en Estados Unidos, por lo que me siento muy dichosa que mi obra esté en diálogo y en compañía de la obra de tantos artistas a quienes admiro muchísimo.
Adam Weinberg, director del Whitney, escribió esto acerca de mi trabajo: “Su serie ¿Sólo una sombra? que utiliza fotografías refotografiadas, sugiere un mundo de inmigrantes de principio de siglo [XX]. Las imágenes, super expuestas y/o manipuladas de alguna forma a propósito, conjuran un paisaje onírico, un mundo perdido, de personas y lugares que están apenas conectados por el hilo fino de la memoria y por la sombra de la imagen fotográfica. Las imágenes ricas y complejas de Hasbún evidencian que las imágenes fragmentadas, distorsionadas, pueden ser más evocadoras que las imágenes que parecen revelar todo lo que está frente al lente”.
¿Cuál es la importancia de la diáspora, no solo la de su familia, también la diáspora centroamericana y la conjunción de culturas que esta produce?
La identidad supuestamente “pura” no existe. Ya conocemos los peligros de menospreciar o echarle la culpa al “otro” porque es diferente culturalmente o racialmente. Los humanos somos migrantes, nos movemos de un lugar a otro. Todos tenemos una historia de migración y de mezcla con otras culturas. Aún si nos adentramos en la historia de los pueblos originarios de El Salvador, aprendemos que hubo movimientos, y que algunos por ejemplo vinieron del territorio que es ahora México. Mi familia es una familia de inmigrantes a El Salvador en el siglo XX, por distintos desplazamientos debido a guerras mundiales, persecuciones, genocidios, etc. Soy el resultado de muchas culturas y cargo las vivencias de mi familia dentro de mi. Por medio de mi trabajo he logrado enfrentar las diferencias, los conflictos, los traumas y hasta los mitos que se trasmiten de generación en generación, logrando romper muchos silencios y olvidos. El proceso me ha permitido construir un sentido de identidad que integra esas diferencias, y que en el mundo existen en conflicto. O sea, en el camino no he necesariamente aceptado esa realidad externa o los mensajes transmitidos a través de las generaciones, sino que he tratado de crear –por medio de la conexión– una realidad en la cual puedo vivir en armonía conmigo misma y con los demás. Creo que todos debemos conocer nuestras historias para conocernos mejor a nosotros mismos, y, en consecuencia, poder aproximarnos a conocer al prójimo y tratarnos con equidad y empatía. Aceptar las culturas y las diásporas que llevamos dentro es aceptar que los hibridismos nos enriquecen culturalmente y que los nacionalismos esencialistas nos dividen. A mi modo de ver, aceptar la diferencia aporta enormemente a la sociedad. Debemos aceptarnos los unos a los otros con respeto, conocimiento y empatía para poder vivir en paz.
¿Qué es Laberinto Projects? ¿Por qué el enfoque de Laberinto hacia El Salvador y Centroamérica?
Laberinto Projects es una plataforma para las artes, la cultura, la educación, que fomenta las prácticas artísticas, la educación artística, la preservación del legado cultural, la inclusión social y el diálogo en El Salvador y su diáspora. Es una organización sin fines de lucro que honra el legado de Galería El Laberinto que fungió en El Salvador durante los años de la guerra y la posguerra, y que fue el epicentro de actividad artística durante esos años, fundada y dirigida por mi madre Janine Janowski. Desde ahí se busca crear espacios de aprendizaje sobre el arte de la época en relación al arte contemporáneo. Uno de sus programas es EDUCA, que invita a docentes estadounidenses de escuelas y museos, para que aprendan sobre el arte y la cultura de El Salvador y utilicen ese conocimiento y esos encuentros con artistas y sus obras como recurso y fuente de orgullo y de representación para los 2.3 millones de salvadoreños que viven en la diáspora en Estados Unidos.
Mi meta es que se nos reconozca a través de nuestra cultura y a través de los testimonios plasmados en las obras de nuestros artistas, para así generar empatía, comprensión y puntos de conexión para un futuro digno y esperanzador para todxs. Igualmente quisiera extender el programa para docentes en El Salvador.