Número ISSN |
 2706-5421

Identidad01
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Rafael Lara Martínez

Professor Emeritus, New Mexico Tech
rafael.laramartinez@nmt.edu
Desde Comala siempre…

Identidad literaria monolingüe ø Tu-yul-ish-kal-yu ø -Itwaya

(Conclusión a Conferencia en el Centro Cultural de España en El Salvador, 18 de julio de 2022) 

Resumen: la negativa por reconocer las lenguas y las literaturas indígenas —el derecho legal a las tierras ancestrales en su autonomía política cantonal—, constituye una premisa fundacional del indigenismo salvadoreño.  Las ciencias sociales y los estudios culturales refrendan esta exclusión, al rechazar las filosofías indígenas de su agenda académica.  El silencio no solo afecta la perspectiva historiográfica y su entorno geográfico sin huella ancestral, sino el rechazo institucional también modela una visión particular del cuerpo humano.   

IV. Síntesis

Quiero terminar esta conferencia con el humor dantesco que retoña de «La Divina Comedia» humana.  Este talante define la vida misma en la cual se confunden las palabras de la autoridad con los hechos en sí, i.e., la posición social con la persona misma.  Expuse cómo el concepto castellano de id-entidad refrenda la dualidad psicoanalítica que interpreta la objetividad incorpórea de la ciencia en su censura de toda subjetividad corporal de la poética, en la cual asienta su saber terrenal.  Por este silencio inconsciente (Id-), en nombre de la descolonización, la entidad nacional salvadoreña rechaza todo diálogo con las filosofías indígenas que habitan desde antaño en su territorio.    

Por ese rechazo, la breve retrospectiva de la literatura nacional rastreó la omisión de las lenguas indígenas desde la independencia (1821-1823) —durante la reconstrucción objetiva actual de las revueltas indígenas en el siglo XIX—, también en el auge de la literatura regionalista e indigenista que, en preludio de 1932, celebra o acalla la Ley de Extinción de Ejidos (1882), en nombre de la modernización.  Sin referencias al levantamiento del 32 —ni manifiestos náhuat—, el año literario de 1932 aún lo conmemoran el «indio contemplativo» sin Feliciano Ama, la «mujer soñadora» sin Prudencia Ayala y los «comunistas pedigüeños que hablan de degollar» sin Miguel Mármol, mientras «la Banda de los Supremos Poderes» anticipa el veredicto actual («Torneos universitarios», 1932).  Esta ausencia se instala como tradición, durante todo el siglo XX, tal cual lo demuestran el canon testimonial, sin verbos indígenas testimoniales, y la «Biblioteca Básica de Literatura Salvadoreña» que expulsa toda referencia a las lenguas ancestrales, pese a inaugurar un nuevo parto social luego de la firma de los Acuerdos de Paz (1992).  Los hechos no calan en la conciencia sino luego de una tardanza tan morosa como la ilusión del saber (-mati) que cree (-yul-mati, «saber cordia») revivir (-ix-yu:l-kwi, «ojo-corazón-agarrar») la experiencia que no conoce (-ix-mati, «saber visual»).    

Sin filiación (philos) cordial (-yul) con esos idiomas ancestrales, sin contacto visual (-ix-kal-yu) directo, ni rescate de su arraigo geo-gráfico (-itwaya en lenca) ancestral, en 2022 no existe la más mínima antología multilingüe de la mito-poética xinca,  poqomam, ch’ortí, náhuat, lenca, cacaopera, etc., ni hay un solo libro que establezca la correlación de sus filosofías con la latinoamericana que se enseña en la academia.  Se hable de descolonización o de liberación, las tierras, sus gobiernos autónomos y los idiomas ancestrales quedan relegados al margen, excluidos del debate político, literario y del currículo universitario.   

Sin embargo, tal es el humor dantesco, su presencia viva florea (-xuchi-kisa) en la pechuga (-el-kuhku) somnolienta (Id-) de la entidad nacional, en el silencio verde vegetal en su esperanza.  A diario retoña (-mulina) con ánimo móvil (-ul-in) como el Espectro (-Kuhkul,  Gespenst) del pasado difunto que tatúa el pecho (-el-pan) del Yo.  Más que la unidad nacionalista añorada a ambos lados del espectro político pervive la imagen fractal de Nuestra Madre La Descarnada, quien actualiza el legado de Coyolxauhqui, Ornada de Cascabel/Anzuelo a la Moda Antigua (véase ilustración).  Su cuerpo se ofrece fracturado en órganos y miembros con un contenido abstracto que imita cada disciplina académica: mano y conteo aritmético como ma-kwi-l, «cinco, lo que se tiene a la mano»; ojo-testimonio como -ix-mati, «conocer, saber ocular»; filiación cordial como -yul-mati, «creer, saber cordial»; recordar y olvidar como -el-namiki y -el-kawa, «encontrar entrañable y perder entrañable», etc. 

Ella calca los múltiples lechos fluviales que recorren bifurcados en Managuara (Danilo Vásquez).  Se trata de la globalidad nacionalista desmembrada en fracciones infinitas como lo enseña la aritmética elemental: 4=2+2=3+1=…  Inscrita al nacer en el cuerpo humano, su figura recorre cada poro que representa una estría, un cantón regional de la geografía nacional.  Su surco se hunde profundo en la piel como los sedimentos geológicos se sobreponen en el terruño, desde lo más antiguo, oculto y profundo, hasta lo nuevo en la superficie visible.    

En réplica corporal, el recién nacido (-taka-ti-ni) adquiere su calidad de hombre (-taka-t) al aplicar el ejemplo de Coyolxauhqui y desmembrarse de «la preciosa sangre vital», de la placenta en rima bélica que lo arropa al salir de la cueva (ustu:t).  Según se dijo, a su salida por una boca-abertura (-ten), sea playa, cueva terrestre o corporal —-i-tem-pan, «es-su-abertura-lugar»—, la marcha sangrienta de la base (-ten-es-kisa) no sólo lo vuelve guerrero, sino le enrolla un collar/soguilla (-ku:ska-t).  Esta preciosa perla, infantil también, nombra uno de los varios fragmentos náhuat del territorio nacional.  Escindido entre barrancas y montañas, en altibajos de volcanes y cráteres, su erupción es sinónima del parto (pu:nia).  No debe olvidar que el vestido de sangre (-es-ti) al nacer evoca el fuego que su compatriota antecesor —-Ku:ska-ta-kua-tzin, Prometeo mesoamericano, «el Comeloncito enjoyado»— le entrega al ser humano para nutrirse e iluminarse (véase la segunda ilustración

Códice Zouche-Nuttall, p. 28, British Museum, ADD.MSS 36671 (famsi.org)

En el escudo que se hinchó de una masa…vio el día llamando a la guerra, es decir, a la vida misma (Primeros memoriales, 276r)  

No importa que dos siglos de nacionalismo castellano-céntrico inculquen una manera única de transcribir lo real, al ocultar adrede las mito-poéticas ancestrales.  Quizás su hablante monolingüe no sabe que al nacer se proyecta al mundo terrenal revestido de una escritura primordial tatuada en la piel.  Solo el olvido —la pérdida (-kawa) de lo entrañable (-el)—, percibe aún esa indumentaria roja del nacimiento en desnudez.  Ignora la lava, la marca candente en el cuerpo vivo, a la vez que imagina el terruño sin geografía, esto es, sin una escritura (graphos) de la tierra (geo) a descifrar.  Por decreto académico, sólo se reconoce la escritura sacralizada que «los héroes de la pluma» consignan en castellano quienes, en negación de la antropología actual, con-funden la raza, sin ADN ni genoma, con la etnia; la etnia con la lengua sin una transcripción fiel.  Su símbolo permanece vigente en quizás el único Museo de Antropología «David J. Guzmán» que, en el mundo, retoma el nombre de un anti-indigenista.   

El jeroglifo imborrable del parto y de la erupción de la vida misma lo transcribe el tatuaje umbilical (-xi:k/shik) que inicia la existencia misma, la cual luego causa estrías suplementarias, personales y colectivas.  Hay una circuncisión original que —a imagen de la identidad literaria monolingüe— las Ciencias Sociales acallan en su objetividad de imaginar pueblos indígenas mudos: nononti, una de las etimologías más autorizadas de nonohualco, al cambiar de lengua, es decir, al traducir los hechos en sí en idiomas cambiantes.    

En esa reconversión de lo real en la lengua oficial —escritura de la historia—, la ciencia reduce el cuerpo humano —-chîmocoztôc, «en el lugar de las siete cuevas»—, a la anatomía y desdeña su calidad de ente abstracto.   Ignora las abstracciones que la fundan en su seno corporal de ser viviente.  No quiere reconocer que el objeto lo nombra el sujeto hablante Taketzani, quien profetiza su destino cultural.  Así crea una Comala de seres incorpóreos donde, lejos de designar una fantasía literaria, bautiza el proyecto científico que habla de agentes históricos sin derecho a la palabra.   

En 2022, la conmemoración de los noventa años de 1932 demuestra que la historia profesional refrenda una memoria sin recuerdo (-yul, -el-namiki), ya que rescata los «archivos de Moscú» pero, en doble negación, acalla el silencio de los archivos náhuat de Izalco.  Por eso, el «Espectro de Marx» certifica la ciencia, pero el «Espectro náhuat», la superstición, ya que «está-de-sobra» mencionar su relación directa con la fantasía llamada «dinero».  Si la moneda convierte los objetos en mercancía —el valor de uso en valor de cambio— asegura una certeza económica que llaman ciencia, pero si transforma la vida misma del trabajador indígena en peón asalariado se juzga un testimonio sin fundamento.    

Acaso lo mismo sucede hoy con el veredicto masculino que legalmente defienden la vida —al distribuir armas—, mientras acalla los casos de las adolescentes bajo acoso sexual constante y luego encarceladas sin concederles el derecho a la palabra.  Por ese arbitrio, les niega expresar su corazoneo —la vida palpitante en sí misma: -yul-tuk, «corazón-participio».  La correlación de la vida —-tu-es-yu, «vida, nuestra-sangre-inalienable»— con el período lunar del palpitar sangriento. (-es) el hombre jamás lo resiente, salvo en la condena carcelaria del sufrir ajeno:  -tzin-es-kisa, «menstruar, base-sangre-sale» o -metzuia, «menstruar, lunea» y -pil-xini, «sufre-aborto; hijo/cuelga-cae/pringa».    

El saber (-mati) no conoce (-ix-mati) el asiento de los números en los dedos, ni su cumbre en la punta-cabeza (-tzun-ti).  No cree (-yul-mati) que el crédito financiero se vincule al credo comunitario, de igual manera que la fianza a la confianza, ni que la filiación se arraigue en la diferencia de una consciencia distinta a la suya, la única verdadera.  A la espera de publicar la primera antología multilingüe de las lenguas indígenas salvadoreñas —de instaurar una pedagogía permanente de sus filosofías—, visualizo el término mesoamericano más reputado del origen.  Mê(tz)-xîc-co señala «en el lugar del ombligo de la Luna» como el glifo umbilical que nos hace humanos y también indica la Matria como verdadera Tierra primordial.    

*****  

De manera más sistemática, la charla expone lo siguiente: 

 

  1. No existe un diálogo entre la noción castellana de identidad y sus glosas en las lenguas indígenas, ignoradas adrede.

 

  1. Remitidas al inconsciente (Id-), la filiación (philos) cordial (-yul) y el contacto visual (-ish-kal-yu) con la diferencia quedan excluidas de la filosofía académica, al igual que se elimina el arraigo ancestral en el territorio, escalonado como Managuara (Danilo Vásquez). Al glosar la Cueva del Tacuazín —refugio de Anastasio Aquino en 1833—, como «El Prometeo mesoamericano le ofrece la abertura-boca del cuerpo vivo de la Tierra al nonohualco insurrecto durante su gesta», se desglosa un ejemplo de la geo-grafía como escritura viva del terruño.  

 

  1. Dos siglos de literatura nacional, desde la independencia hasta 2022, confirman la ausencia de las mito-poéticas indígenas.  La realidad natural y social solo la transcribe el idioma castellano. Quizás, por esta negación, las iglesias obtienen un mayor respaldo jurídico que las instituciones indígenas, quienes esperan una completa libertad de expresión y de la restitución de sus tierras ancestrales.   

 

  1. Ni los eventos históricos más connotados —Anastasio Aquino (1833); revuelta indígena de 1932—, ofrecen archivos náhuat que les otorguen el derecho de la palabra a sus participantes directos. El indigenismo salvadoreño define una verdad en pintura, al negar las lenguas, las instituciones político-religiosas de sus hablantes y las tierras comunales desde 1882.  La verdadera revitalización de lo indígena debe añadir a los idiomas la restitución de los gobiernos comunales en sus territorios ancestrales.   

 

  1. Se llama testimonio al reporte tardío de esos eventos, como si la vivencia actual solo cobrara vigencia dentro de medio siglo, sin la necesidad de la lengua materna de los agentes históricos (véase: José Antonio Cevallos (1891) para Aquino, a quien lo degrada, pero de su libro siempre se recitan fragmentos como transcripciones verídicas de un testimoniante difunto; ídem para el 32 que no existe en la consciencia literaria de 1932). En 2022, este desfase testimonial lo reitera la discusión pro-vida masculina que le niega la palabra a las mujeres encarceladas, en sufrimiento de problemas obstétricos y de acoso sexual.    

 

  1. Las categorías gramaticales del náhuat difieren tanto del castellano que tienden a asimilarse a las reglas del idioma hegemónico que lo regula, i. e., la indistinción entre el sustantivo y el locativo o nombre de lugar.

 

  1. Sobresale el enlace intrínseco que vincula la anatomía a la abstracción filosófica.  Lo inasible se vuelve tangible en el cuerpo humano mismo, sin el cual no hay existencia en la Tierra.

 

  1. Se destacan la mano y el conteo; el ojo y el saber testimonial; el corazón, la creencia, el crédito y el pensamiento; el busto, el deseo, el recuerdo y el olvido, etc. Si en la mayoría de las lenguas mesoamericanas ojo y semilla son sinónimos, al negarle el derecho de habla cara a cara, la diferencia indígena ancestral jamás podrá retoñar al centro de la identidad nacional.   Por un común acuerdo de la política, la literatura, la academia, etc., lo indígena pervive como extranjero en su propio terruño confiscado; ni siquiera se visualiza como hermano lejano.   

 

  1. Por estos arraigos de lo abstracto en lo concreto, el cuerpo humano es un pergamino.  Su biología glosa una biografía.  La lengua náhuat transcribe esa escritura corporal, al desmembrar el cuerpo en partes anatómicas y epistémicas tan diversas como las disciplinas académicas (se citaron varios ejemplos en francés para observar su validez universal, i.e., maintenant, «manteniendo, ahora»).

 

  1. Inscrito al nacer —hacia el exilio de la Matria— el cuerpo despliega una verdadera biblioteca, cuyos archivos semejan los múltiples estratos geológicos de Managuara, la región lenca diseminada en rizomas.

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