Óscar Picardo
Infiernos…
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El concepto “infierno”, del latín inférnum o ínferus = debajo de, lugar inferior, similar al Seol (hebreo) o alhades (del griego), es un perverso término religioso medieval —más que bíblico— que hace alusión al lugar donde después de la muerte son torturadas eternamente las almas de los pecadores (catecismo 633, 1033, 1035).
Dante Alighieri, en la Divina Comedia, describió el paisaje cónico infernal a través de treinta y tres cantos, un vestíbulo y nueve círculos: Limbo, Lujuria, Gula, Avaricia y Prodigalidad, Ira y Pereza, Herejía, Violencia, Fraude y Traición.
El escritor John Milton, en “El paraíso perdido” (1667), intentó corregir y describir el infierno como “un gran horno”, cuyas llamas no ofrecen “ninguna luz, sino más bien una oscuridad visible”; el gerente o CEO de este lugar es el reconocido, carismático y persuasivo Satanás.
El infierno y sus demonios han sido un recurso didáctico de las religiones, una herramienta de disciplinamiento moral y un discurso de miedo ante las incomprensiones sobre el origen del mal. En efecto, el mal —como ausencia de bien o como ente maligno— fue tratado vehementemente por Agustín de Hipona, y su intento de inculpabilidad divina quedó teológicamente inconcluso con la teoría dogmática de la “Dormitio” y luego con la “Asunción”; pero esto es arena de otro costal…
En la Edad Media, la gente pensaba que el infierno era subterráneo, pero no, puede estar frente a nosotros, a la vuelta de la “Fábrica de empleos” o detrás de la estación del “Tren del Pacífico”.
Según Milton, el infierno aún está vacío, pero para Dante ya hay inquilinos, al menos dos papas: Anastasio II por hereje y Nicolás III por haber comprado la oficina episcopal y otras celebridades históricas: Judas, Bruto, Casio. Miguel Ángel, en “El juicio final” ubicado en la Capilla Sixtina, expone a diversos personajes siendo halados al infierno, incluyendo a Biagio de Cesena, el maestro de ceremonias litúrgicas que se opuso a la representación de la desnudez realizada por el artista y es mostrado con una serpiente que se come sus genitales.
El infierno está lleno de criaturas mitológicas. Dante ve centauros y arpías, el Minotauro, y Cerbero, el perro de tres cabezas. Miguel Ángel incluye a Caronte y Minos, el barquero y el juez del inframundo griego. Milton también incluye a Medusa e Hydras. En las versiones contemporáneas seguro ha de haber expresidentes, Ministros, Generales, Magistrados, Diputados y más de algún empresario.
Pues para los que somos un poco más agnósticos, creemos que el verdadero infierno está aquí, en circunstancias particulares, en momentos cruciales, en las víctimas de las injusticias y de la impunidad, en la locura de la violencia, en las guerras, en la pobreza misma; y también creemos que el verdadero mal es la irresponsabilidad humana, la ignorancia y el fanatismo.
Maurice Joly, en 1864, escribió la obra “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, en donde expone los procesos del despotismo moderno, que tienen lugar en su tiempo y aún reinan en nuestra actualidad. El diálogo primero comienza descabelladamente con Maquiavelo así: “El instinto malo es en el hombre más poderoso que el bueno… el temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que la razón… Todos los hombres aspiran al dominio y ninguno renunciará a la opresión si pudiera ejercerla. Todos o casi todos están dispuestos a sacrificar los derechos de los demás por sus intereses…”; y responde Montesquieu: “No hay más que dos palabras en vuestra boca: fuerza y astucia… Si erigís la violencia en principio y la astucia en precepto de gobierno, el código de la tiranía no es otra cosa que el código de la bestia… Vuestro principio es que el bien puede surgir del mal…”. Demasiadas casualidades: fuerza y astucia.
Las cárceles en Latinoamérica deben de ser lo más parecido a un infierno, pero mucho más aún para gente inocente que pueda estar purgando una condena por políticas erráticas, por tecnicismos legales o por investigaciones maltrechas.
Será también un infierno quienes tienen como trabajo el hurgar basura como medio de vida; separando deshechos y buscando milagros entre las inmundicias de las sociedades.
Otro lugar infernal son los hogares para muchas mujeres y niños (as) que son maltratados y abusados día a día, por ese enfermizo sentimiento de control machista que se ha instalado en nuestra cultura.
Infiernos viven los migrantes mientras caminan hacia el Norte, amenazados por los depredadores, narcotraficantes, policías corruptos y otras mafias que viven de las desgracias ajenas.
Niños y niñas fuera de la escuela, con familias disfuncionales, niñas embarazadas, construyen sin saber un camino bien empedrado hacia el infierno de la pobreza y la exclusión.
Guerras, entornos de narcotraficantes, trata de personas, prostitución infantil, embarazo precoz, pobreza extrema, migración, violencia doméstica, pandillas, bien pueden ser los nuevos nueve círculos del infierno contemporáneo. El nuevo vestíbulo de este lixiviado de maldad bien pueden ser México y Centroamérica, particularmente la Nicaragua “revolucionaria” de Ortega y Murillo, mientras los vecinos se preparan para ingresar.
Sobran los infiernos en nuestras ciudades y sociedades, abundan los demonios de carne y hueso, con nombre y apellido que viven del mal. Como diría Garrett Hardin en “Tragedy of the Commons”, vivimos un constante conflicto entre la racionalidad individual y colectiva, y ante la aparición de nuevas minorías y colectivos, es cada día más difícil ponernos de acuerdo por los intereses y egoísmos de cada grupo.
“Abandona la esperanza si entras aquí” es la inscripción que está en la puerta del infierno de Dante; efectivamente, la corrupción, la exclusión o la violencia, generan una deshumanización carente de esperanza para millones de personas. Bienvenido a este lugar…
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