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Inhumano…

Entre octubre de 2020 y marzo de 2021, 3,755 menores no acompañados procedentes de El Salvador han sido interceptados en la frontera sur de EEUU. A julio de 2021, según Manuel Talavera, la cifra se elevó a 2,215 niños y adolescentes, 70 diarios, dos cada hora (Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos).

Según el Observatorio de Derechos sexuales y Derechos reproductivos de Ormusa, entre enero y junio de 2021 se reportaron 281 casos de embarazos de niñas y adolescentes entre 10 y 14 años de edad. Un aumento de 79.16% con respecto al año 2020.

Ante esta situación dramática y deshumanizante uno se pregunta: ¿qué rumbo llevamos? Desde los años 90 sabemos que seis de cada diez niños y niñas que terminan segundo ciclo de educación básica abandonan el sistema escolar entre tercer ciclo y bachillerato; este dramático 60% de desertores engrosan tres grandes filas de un futuro sin oportunidades: a) Pandillas; b) Migración; y c) Trabajo de baja calificación.

Llevamos 30 años de reformismo ineficaz con políticas de gobierno de corto plazo que no resuelven los graves problemas de la niñez salvadoreña. Llevamos 30 años de contar con un doble estándar en el sistema educativo, una minoría que recibe una educación de calidad y una gran mayoría que se resigna a escolarizarse sin calidad ni valor agregado. Llevamos 30 años con una TIR educativa negativa, estudiar más no mejora los niveles de ingreso. Llevamos 30 años de una PAES que nos señala la mediocridad y nada cambia. ¿Qué más necesitamos?

Desde el escenario político hemos estado jugando a los dados con la suerte de niños y adolescentes; la corrupción, la mala administración e ineficiencia del gasto gubernamental les ha robado oportunidades. Se gastan millones de empréstitos y cooperantes para generar cambios de forma y no de fondo; la escuela sigue igual expulsando niños del sistema.

Por planes no nos quedamos atrás: Reforma educativa en Marcha (1994); Desafíos de la educación para el nuevo milenio (1999); Plan Nacional y educativo 2021 (2004); Plan Vamos a la Escuela (2009); Plan El Salvador educado (2014); Plan Torogoz (2020). Pero al final estos documentos terminan siendo letra muerta, nadie los lee, nadie los audita, se escriben como un requisito para evitar la crítica del garete, pero seguimos navegando sin rumbo, sin resolver los grandes problemas de la niñez.

Estas cifras “sin rostro” de niños migrantes y de embarazos precoces refuerzan y replican los círculos viciosos de pobreza y exclusión; siendo problemas difíciles de revertir. Pero solucionar esto no da rédito político ni electoral, son unos intangibles y daños colaterales de nuestra democracia y Estado de Derecho.

¿Qué hemos hecho para detener este flujo que condena a los adolescentes? Poco y nada. Por el año 2004 se creó el programa EDUCAME para recuperar estudiantes fuera del sistema con modalidades flexibles: Educación nocturna, educación online, educación acelerada, exámenes de suficiencia; pero lamentablemente el programa se fue debilitando con los cambios de gobierno. ¿Qué solución ofrecemos hoy?

Cada agrado de escolaridad, arriba de tercer ciclo, da una oportunidad de 10% de incremento de ingresos; terminar bachillerato abre nuevas oportunidades laborales y técnicas; ingresar a educación superior –un privilegio que solo lo ostentan el 25% de los estudiantes- ya es un lujo; graduarse nos reduce el panorama al 10%; y culminar un postgrado es algo exótico y un privilegio de un porcentaje menor al 5%.

Ojalá que este dinamismo de inversión que se le está poniendo al bitcoin se utilizara para mejorar el sistema escolar, incrementar las capacidades docentes o equipar los laboratorios. Quizá tendríamos otra foto de la realidad.

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