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 2706-5421

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Mario Alfredo Cantarero

La caducidad de la información publicada, en tiempos de velocidad

  1. Resumen

Se comprende que el valor de la información, en un momento u otro, pierde vigencia; por variadas razones, como la poca calidad del método o de la misma, la presión de la cultura digital, la mercadotecnia bibliográfica y la aparición de conceptos más precisos en las áreas de conocimiento.

Sin embargo, con la explosión de la sociedad del espectáculo, y del consumismo extremo, donde se impone la lógica de lo finito y lo desechable, la caducidad de la información científica la determina la lógica del mercado del libro. En el mercado actual, hay una intención de atribuirle a los bienes una caducidad programada.

Aunado a la lógica de lo finito, y del mercado del envase, la caducidad del libro está definida por la agilidad con que se produce la información en la cibersociedad, a una velocidad exponencial, que desborda la tradicional metodología de producción de los libros.

No obstante, es inaceptable la tesis de que la validez de la información de la bibliografía científica radica en el año de publicación, especialmente porque es un planteamiento restringido y determinista, pues se atiene solamente al momento de su publicación, pero no atiende al rigor y la utilidad de la información para entender la complejidad de realidad referente.

  1. Válidez de la información, explicación de la realidad

De acuerdo con la historia de las ciencias, el valor de la información científico – técnica radica en su capacidad de explicar y comprender los hechos de las diferentes áreas de la realidad que se abordan. En la medida que la información sirve para comprender, definir y caracterizar la dinámica de la realidad a la que se refiere, en ese sentido se define la validez de su planteamiento.

Incluso aun cuando surgen nuevas explicaciones con evidencias contundentes y novedosas que revolucionan los paradigmas teóricos existentes, la información anterior sigue teniendo validez, de acuerdo con el objeto de estudio y al momento histórico que le dio origen. Vale la pena ilustrar algunos ejemplos, para sostener la fuerza de esta tesis.

  • El tratado de Lógica, publicado con el nombre de Organon, donde Aristóteles sistematiza la lógica formal, en el siglo V antes de Cristo, planteamiento que sigue teniendo validez, porque todavía explica la manera de pensar y elaborar el discurso en el mundo occidental.
  • Los planteamientos de Adam Smith, en su libro Riqueza de las naciones, publicado en 1776, todavía siguen siendo válidos para entender la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, cuyas tesis son claves para entender la economía moderna.
  • Con Jesús Martín Barbero, en su libro De los medios a las mediaciones, publicado en 1987, ocurre algo similar. Su contenido sigue explicando la naturaleza y funcionamiento de la comunicación masiva en la actualidad; son conocimientos de los que no se puede prescindir para entender ese fenómeno comunicativo.

En ese sentido, como dice Jorge Iván Sánchez Oceguera (2017), “el conocimiento caduca cuando es incapaz de adaptarse a la realidad”, precisamente porque ya no la representa y la explica. Por otra parte, es importante entender que “la finalidad del conocimiento no es su acumulación, sino ampliar la libertad de adquirirlo y transformarlo” (Locke, 2015)

De acuerdo con Foucault, la difusión de un saber cuenta con una serie de pasos: Génesis, continuidad, totalización (1970, p. 232) y ruptura. La ruptura se ha convertido en el eje de la cultura contemporánea. Por consiguiente, si se quiere adquirir una idea adecuada de la sociedad moderna, es menester estudiar el mecanismo de la producción científica (Bunge, 2009).

  1. Recurrencia de la información científica

El valor de la información científica guarda relación con el desarrollo y a los alcances del conocimiento científico sobre los ámbitos de la realidad.

Cuando los textos bibliográficos plantean nuevos principios, hipótesis, leyes y metodologías para entender los objetos de estudio, es una obligación incorporarlos como bibliografía obligada en los programas de estudio universitarios.

Esto no significa que los libros anteriores quedan inservibles, como se asume a priori en el mundo universitario. Con el tiempo, han surgido nuevas aplicaciones de los teoremas de Pitágoras, en los sistemas matemáticos en la Inteligencia Artificial. El conocimiento científico es recurrente, es decir, lo nuevo se basa en los conocimientos previos.

  1. La información en la viña del señor

Así como hay excelentes libros, como los citados anteriormente, cuyo información y conocimiento son clásicos, pues no pierden vigencia, a pesar del paso del tiempo, también abundan textos, cuya información adolece de un referente bien definido y una comprensión robusta sobre el mismo, plagados de errores conceptuales, con aparatos críticos con poca fundamentación y con una paupérrima utilidad para generar sostenibilidad social o desarrollo económico y tecnológico.

Se trata de esos autores que fundamentan sus argumentaciones, no en evidencias científicas obtenidas con rigor metodológico, sino planteamientos engañosos, fundados sólo en supuestos ficticios y escatológicos, que sólo sirven para estafar a la gente, con falsas promesas e interpretaciones sobre la vida.

Muchos de estos textos saturan el mercado, con la ayuda de campañas publicitarias bien concebidas y montadas sobre conceptos falaces y realidades inexistentes y objetivos irrealizables. Muchas veces, son los textos más vendidos en el mercado, a pesar de que de su contenido esté lleno de mitos y creencias o de planteamientos precientíficos o cotidianos.

  1. Publicidad engañosa

Los criterios para una nueva edición no son la mayoría de las veces nuevos contenidos que abonen a precisar o ampliar el alcance de los conceptos o las evidencias de nuevas realidades, sino la presentación estética de los mismos. No se trata sustancialmente de actualizaciones significativas sobre los temas.

Se trata de la mejora en la presentación de los libros, tanto en su parte estética como en la entrega de nuevos recursos tecnológicos, por ejemplo, cd o USB con la información digital del libro o con presentaciones digitales como las de Power Point, entre otros.

Como dice Zygmunt Bauman, las estrategias publicitarias en las sociedades de mercado actualmente han creado una imagen en la población de que todo en el mundo tiene una vida finita, y crean un ambiente del vaso desechable, donde el valor de las cosas se reduce a lo inmediato y a las innovaciones mediáticas.

En este sentido, me parece un error atribuirle valor a la información publicada por el año de publicación, porque no se modifica sustancialmente la calidad de los datos, la información y el conocimiento ofrecido, sino que la novedad se reduce al diseño de la carátula, de las citas de otras fuentes de información o la denominación de uno de los apartados.

  1. Obsolencia programada

Al revisar los textos recientes, resulta que la mayoría de las veces la información publicada en nuevas ediciones no responde, en muchos de los casos, a innovaciones científicas, sino a intereses mercadológicos.

En este sentido, la sociedad de mercado ha establecido un modelo de obsolescencia programada, que se entiende como la vida útil que le da una fábrica o empresa a un producto, cuando pase este periodo de vida útil el producto se volverá obsoleto, inútil.

Este modelo fue creado e implementado como mecanismo para dinamizar el mercado de bienes y servicios, y garantizar el consumo permanente, además de la generación de utilidades para las empresas.

Es decir, esto se creó para que el consumidor se viera obligado a adquirir un producto nuevo igual o similar. La mayoría de los productos están “programados para morir” y muchas veces, cuando estos dispositivos mueren, es más económico adquirir uno nuevo que reparar el que ya tenemos.

La obsolescencia programada asegura una gran demanda, por lo tanto, las empresas tienen más beneficios y una continua oferta. Esto influye de gran manera en el desarrollo de la economía.

Tenemos tres tipos de obsolescencia:

Obsolescencia de función, este tipo de obsolescencia se da cuando sale a la venta un producto más avanzado, es decir con nuevas funciones. En el caso de los libros recién salidos al mercado, anuncian capítulos con algunas novedades que redundan a otros recursos didácticos, más que contenidos sustancialmente mejorados.

Obsolescencia de calidad, en este tipo de obsolescencia el producto después de tener cierto tiempo de uso empieza a presentar fallas y un mal funcionamiento. En las campañas publicitarias relacionadas con los libros, se explota la prominencia de la figura del escritor, más que en el contenido del texto.

Obsolescencia de deseo, ocurre cuando sale a la venta un producto más avanzado y las personas cambian el que ya tienen, solo por cuestiones de estilos o moda. Esta modalidad es para las maquinarias o enseres del hogar; en la promoción de libros se promueven como lo mejor del escritor.

La obsolescencia programada afecta de varias maneras a los consumidores, de manera económica y de manera psicológica, entramos en un ciclo, comprar, usar, tirar, comprar, usar, tirar y llegamos a desear productos que no necesitamos. En el caso de la bibliografía científica, el criterio de valor de los textos es la calidad del contenido, por su aproximación a la realidad, no las elipsis publicitarias.

  1. Información en la cibersociedad

Las transformaciones y la caducidad llegan a tal velocidad y variedad que se acepta axiomáticamente, como característica natural de la actual actividad humana, la transitoriedad de la innovación, del saber y de la verdad misma. Es decir, una civilización de incertidumbre ante el futuro inmediato debido a la multiplicidad de cambios progresivos, veloces y reiterativos (Avendaño, 2005).

Hoy la obsolescencia es un marcador de una civilización enfocada en “tecnologizar” todos los aspectos de la vida cotidiana del hombre, y a su vez, a un punto en el que la tecnología hace presión en la progresión evolutiva de sus propios avances y perfeccionamientos, estableciendo a priori su propio período de uso, su alcance y las fronteras temporales de su desuso.

Sin embargo, las empresas editoras no tienen la capacidad de retomar en sus publicaciones y en las nuevas ediciones de sus textos los temas del mundo contemporáneo; tampoco las editoriales impresas tienen la capacidad de incluir en sus productos bibliográficos los vertiginosos volúmenes de información científica, resultado de una inteligencia global.

Resulta que la velocidad de los cambios sociales y tecnológicos hacen difícil que la bibliografía pueda mantenerse al día, especialmente en nuestro país donde las editoriales dejan mucho que desear con sus políticas de publicación.

Además, la industria bibliográfica en los países desarrollados está en crisis por los modelos de producción y comercialización que utilizan en la publicación de los conocimientos. Tardan años en publicar una nueva edición, cuando los procesos sociales, políticos, culturales, tecnológicos y económicos ocurren con una velocidad increíble.

Por ello, en el ámbito de la educación universitaria, se requiere considerar en nuestra planificación educativa la información de actualidad que se está produciendo en el mundo; el universitario está obligado a consultar los repositorios digitales de los centros de pensamiento de talla mundial, allí donde se toman las grandes decisiones universales como en el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial, donde se concentra la información de las grandes variables económico sociales del globo.

En esta perspectiva, es necesario, imprescindible y pertinente que los universitarios retomemos no sólo el último grito de las ciencias y de los productores de hechos en el mundo; también se debe buscar un cambio en nuestra manera de visualizar la validez de la información científica. Así debemos contemplar en los contenidos curriculares y en la formulación de registros académicos (RP01), aquellos textos de alto valor científico.

De igual manera, para mantener contenidos actuales sobre el pensamiento científico de actualidad, debemos consignar indefectiblemente los hipervínculos de los medios digitales donde se está publicando información de calidad como los blogs de periodistas o intelectuales especializados; también información de las plataformas digitales como la del Banco Mundial, el Foro Internacional, UNICEF, OEA, ONU, PNUD, entre otros.

  1. Vigilar la calidad de la información

En este contexto global, donde abundan las ofertas bibliográficas sobre temas espurios, engañosos, salvadores, mesiánicos y fantasiosos, las universidades deben ser serias vigilantes y promotoras audaces de la calidad de la información científica.  Deben ser instituciones defensoras férreas de las verdades científicas y evitar riesgos en nuestro proceso educativo, especialmente con el contenido que compartimos en las diferentes asignaturas de las diferentes carreras.

Los profesores e investigadores universitarios, como especialistas de cada una de las áreas del conocimiento, son los garantes de que en sus respectivas asignaturas se utilice la información más actualizada posible.

En esta perspectiva, debemos utilizar información que se aproxime más a lo que ocurre en la realidad y compartirla con los estudiantes, en beneficio de una formación teórico técnica cercana a lo que pasa en el sistema de producción de bienes y servicios en nuestro país y en el mundo.

Para que esto ocurra, operativamente, las instituciones responsables de la educación superior deben posibilitar las condiciones documentales a través de sus sistemas bibliotecarios robustos, para que los profesores tengan accesos a dos fuentes de información de calidad: a) a la bibliografía digital recién publicada sobre los temas de las áreas del conocimiento que ofrece la institución; b) a los repositorios institucionales de las entidades que están produciendo datos, información y conocimiento en las diferentes áreas del saber científico.

  1. Conclusiones

De acuerdo con lo descrito anteriormente, podemos resaltar los siguientes planteamientos sobre la validez de la información científica publicada:

  • La calidad y validez de la información no debe establecerse a partir del año de publicación de un texto o documento, porque este no se constituye en criterio de valoración de la calidad de su información. El año de publicación, la estética de la presentación de los documentos y los recursos añadidos solo responden a estrategias de promoción publicitaria, no necesariamente a la calidad de la información del documento.
  • El valor de la información documental viene dado por la capacidad de explicar adecuadamente el dinamismo de la realidad a que se refiere. Así hay textos cuya información se sostiene al aplicarla a sus áreas de conocimiento, a través de evidencia contundente y conocimiento sólidamente argumentado. Pero hay otros textos que no se sostienen al aplicarlos a la realidad, porque su evidencia y argumentación no comprueba la realidad referida.
  • Los centros de educación superior, como garantes de la actualidad y calidad de los documentos científicos, deben posibilitar el acceso a las publicaciones de actualidad, con bases a los criterios científicos vinculados con realidad conocida y con la prominencia científica del autor (persona o productor institucional de conocimiento).
  • Los profesores universitarios, como especialistas en áreas de conocimiento científico, son los corresponsables de que la información compartida con los estudiantes en sus respectivas asignaturas sea de calidad y actualizada.
  1. FUENTES CONSULTADAS
  • Bunge, Mario (2009). Epistemología. Buenos Aires Argentina, Editorial Siglo XXI. Recuperado de: http://josemramon.com.ar/wp-content/uploads/BUNGE- Epistemologia.pdf
  • Foucault, Michell (2002). Arqueología del saber. Buenos Aires, Argentina, Editorial Siglo XXI. Recuperado de: https://monoskop.org/images/b/b2/Foucault_Michel_La_arqueologia_del_saber.pdf
  • Sánchez Oceguera, Jorge Iván (2017). La caducidad del conocimiento. Recuperado de: https://educacion.nexos.com.mx/?p=840
  • Bauman, Zygmunt (2004). Modernidad Líquida. Argentina, Fondo de Cultura Económica.

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