engaño
Rafael Lara Martínez

Rafael Lara Martínez

La creencia, sustento de las ciencias sociales / Lección Náhuat-Ch’ol-Ch’ortí’

En el idioma ch'ol, "engañar" se traduce "musej -sat", literalmente "cubrir los ojos" de aquellas personas que deseamos ocultar o embaucar.

En su núcleo invisible, el simulacro de lo Real que efectúan las humanidades y las ciencias sociales engendra una paradoja. Las lenguas ancestrales que poblaron/pueblan el territorio salvadoreño ilustran el vacío intelectual de esas disciplinas. Si su exclusión la legitima el saber científico, en verdad, ese terreno baldío florece sobre una creencia firme.  Tres idiomas indígenas certifican la doctrina que sustenta el saber objetivo, pese a su pretensión de sustituir la dejadez y lo arbitrario por la razón. 

El idioma más conocido —gracias a la revitalización actual, el náhuat— definiría el creer como la filiación (philos) cordial (-yul) que el presente arraiga en un saber (sophos) ancestral, pretérito y presente a menudo en desdén.  Por ello, -yul-mati —»saber cordial, creer»— deriva de saber, -mati, ya que se respalda en el re-Cuerdo. A la memorización histórica se contrapone la cordialidad como premisa filosófica que inaugura un diálogo con la diversidad cultural y ecológica de un territorio escalonado. De las costas a la cumbre, de los valles al volcán y las montañas, hay que reconocer la pluralidad de lo propio, en su flora, fauna y en la disparidad lingüística que lo nombra. Habría que fundar una «Academia Salvadoreña de las Lenguas», que transponga el ideario monolingüe actual hacia la pluralidad democrática. El «ojo/cara» que el epígrafe en ch’ol remite al «engaño», el náhuat lo vincula al «co-nocer», ya que -ix-mati, «ojo-saber, saber ocular» traduce el concepto castellano. En ambas lenguas, la mirada directa del diálogo dicta una premisa de la igualdad entre el Yo y el Tú. 

En segundo lugar, la lengua ch’ol establece una sinonimia entre el «creer», el «recibir» y el «encontrar»: -cha’ah.  La creencia en lo Otro inaugura la «recepción» y la escucha de un discurso ajeno al monólogo del hablante (Yo), quien le otorga una «con-fianza» plena al interlocutor indígena (Tú).  Para entablar ese coloquio, el saber recolectaría (Logos) las mito-poéticas que el canon literario monolingüe desdeña desde su acto fundacional independiente (1821), a lo largo de dos siglos. Este acto inaugural de amistad (philos) «recibiría» una identidad nacional multilingüe que, hasta 2022, la razón oculta bajo la expresión castellana única.  A imagen de los múltiples idiomas que traducen lo Real, las diversas palabras —su escuela. sociológica— obligan a pluralizar las «Academias de las Historias», que las narran diversas perspectivas al volcar los hechos en palabras.  Esta fundación sólo sucederá cuándo la democracia le otorgue el derecho de habla a la diversidad étnica nacional.   

En singular exclusivo, el encierro de la Academia lo testifica la ausencia de esas lenguas del currículo universitario, en nombre de una identidad inventada.  El saber sólo «encuentra» lo que «cree» durante la proyección Espectral (Gespenst marxista, -Kujkul en náhuat, Xerb’aj en ch’ortí’) de un imaginario crédulo. Mientras el «Espectro (Gespenst)» marxista asusta a sus oponentes, dicen, en ch’ortí’, «espanta» a la razón científica que nocturna recorre «los caminos» de la vida.  «E Xerb’aj ab’ajk’-useyan(-ob’) akb’ar tu’t e noj b’i’r-ob’ tya’ ka-xana ka-b’aj-ner, El/Los Espectro(s) asusta(n) (de) noche ante/en los caminos donde nosotros-caminamos nosotros-solos/nuestro-cuerpo-solo».  Se trata de conversar con la otra historia la cual, en su lengua autóctona, transcribe el discurso vivo sobre los Muertos y el testimonio vivo.  En pena o sin pena, sus almas transitan por la con-ciencia actual, y renombres varían tanto como los personajes de prestigio que invocan (pekaj) la historia académica y la historia oficial: Ajkitok’yan-Espíritu Santo, B’ajk’ut, B’ark’u’x, Ch’u’r, K’ech’uj, Me’yn(ir), Mut, Nawal, Teska’, T’e’nsan, Tu Estrella e Atravesador, Tz’u’max, etc.   

Por último, el ch’ortí’ propone una equivalencia estricta entre el «creer», el «obedecer», el «poner atención» y el «hacer caso»: -k’ub’se.  Por esta cuadratura nocional, su episteme delata cómo el presunto saber objetivo «concentra su enfoque» en temáticas que se adhieren a su «creencia», esto es, en lo que «cree oportuno» para su carácter científico.  Pero, en «obediencia» plena, elimina de su análisis todo rubro que juzga irrelevante a su objetivo castellano-céntrico.  Sólo «se hace caso» a la lectura dictada por la «creencia».  Por este dictamen, la con-ciencia nacional —cuyo centro ch’ol radica en el «estómago/abdomen», -k’o’ol— la costumbre eurocéntrica «pierde (satam)» lo indígena en el olvido de quienes viven en su propio terruño.  Y hace de la «faz/superficie» de ese centro anímico abdominal —sat s-k’ool, «perder la razón, la faz de su abdomen»— un archivo corporal de la insensatez científica.   

***** 

Este rápido recorrido por el re-Cuerdo de tres lenguas indígenas nos enseña cómo el saber objetivo se sustenta en la creencia.  No se trata de un dogma o de una doctrina en simple conjetura.  En cambio, esa falta de con-fianza hacia los idiomas ancestrales delimita un credo o, mejor dicho, un crédito rector de la economía y de la pedagogía universitaria, en su proyecto por forjar la identidad nacional.  Como el saber inmerso en la creencia, también lo fiduciario se fundamenta en la fe que dictamina la administración política comunitaria y la enseñanza básica.  La pretendida objetividad presupone un carácter cordial exclusivo con la lengua castellana y con la episteme europea, al anular toda «filiación (philos)» con los idiomas xinca, poqomam, ch’ortí’, alagüilac, náhuat, lenca, cacaopera, etc.   

Asimismo, la ciencia rechaza toda recolección (Logos) de esos legados lingüísticos y mito-poéticos, en los cuales no «encuentra» el índice certero de una filosofía salvadoreña.  En verdad, no «cree» en ellos.  No «pone atención» en esa herencia cultural, sino dictamina el silencio que tilda de «liberación».  En breve, el saber objetivo lo funda la «creencia» que prescribe la falta de «cordialidad», de «recepción», de «encuentro», de «atención» y de «enfoque» hacia las temáticas sobre las lenguas ancestrales.  De lo contrario, existirían amplias publicaciones, clases e investigaciones de esa vasta esfera de la identidad nacional.   Denegada bajo el disfraz de la ciencia objetiva, la lógica sociopolítica inventa poblaciones mudas (nononti, supuesta raíz de nonohualco), sin derecho al habla (o’jron, ch’ortí’).

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