Herberth Alexander Oliva
Docente de la Universidad de Guadalajara Cod. 2964199 e investigador asociado del Instituto de Ciencia, Tecnología e innovación de la Universidad Francisco Gavidia.
La Educación en tiempos de pandemias: visión desde la gestión de la educación superior
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- , COVID19, Educación, Investigación
El mes de marzo del 2020 se convirtió en un mes que América Latina no podrá olvidar debido a la suspensión de clases que ocurrió en casi todo el mundo como consecuencia directa de la cuarentena a resguardar por el COVID–19, donde el pánico colectivo, el estrés generado por el confinamiento y el rol de las instituciones educativas frente al uso de herramientas tecnológicas para crear ambientes de aprendizaje virtual improvisados, nos lleva a replantearnos el modo y la forma en que la escuela educa en tiempos de crisis…
Bajo la mirada crítica y reflexiva de la gestión administrativa de la educación, es necesario generar un abordaje académico que permita el acercamiento al modo y forma en que las instituciones educativas deberían prepararse para abordar las nuevas realidades que convergen alrededor de pandemias, guerras y el mismo calentamiento global. Es entonces cuando en medio de la crisis educativa provocada por el coronavirus, aparece con su aporte al mejor estilo de un discurso panegírico futurista, académicos de la talla de Edgar Morin quien a finales de los años noventa publicaba su obra con el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) titulada: “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”1 ya desde esos tiempos el académico generaba con su obra bibliográfica una interesante reflexión sobre cómo formar, para la consolidación de una educación que contribuya al futuro viable, un futuro demandante de crear aportes que den pauta a los cambios de pensamiento indispensables para preparar el porvenir de la educación ante tanta incertidumbre sobre el futuro educativo que les espera a las nuevas generaciones, sobre todo en estos tiempos tan difíciles para un mundo enfermo de COVID–19.
Morin sin saber lo que ocurriría en el 2020, ya vislumbraba tiempos caóticos que tendrían que demandar grandes cambios en los procesos de enseñanza y aprendizaje, por lo que al leer sus escritos es fácil encontrar sendos mensajes sobre como nuevos tiempos demandarían a los contextos educativos de una transformación fundamental que permita la mejora educativa en una sociedad global; y es que el COVID–19 dejó para el sector educativo una contundente evidencia que se necesitan cambios trascendentales en la forma como los docentes deben sobrellevar los nuevos escenarios que han surgido en consecuencia directa de una pandemia que provoca miseria y dolor; todo ello condice a valorar el argumento de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación quien calcula que en los 23 países de la comunidad iberoamericana miembros de la OEI, existen 14 millones de niños y niñas en el nivel infantil que han visto interrumpidas sus clases, 46 millones en educación primaria, 44 millones en secundaria y más de 18 millones de estudiantes universitarios, por lo que ante más de 122 millones de estudiantes afectados en Iberoamérica. La gran pregunta es, ¿están las instituciones educativas preparadas para afrontar las crisis generadas ante situaciones como la ocasionada por el COVID–19?
Edgar Morin sentenciaba que, frente a nuevas realidades sociales, el adecuar cambios a la educación ayudará en buena medida a fortalecer el proceso de enseñanza y aprendizaje como un reto desafiante que permita dar cara a la complejidad de los hechos sociales llenos de cambios repentinos y desconocidos. Lo anterior significa que, en un contexto postmodernista y propio del siglo XXI, se deben modificar las maneras de enseñar y aprovechar los recursos informáticos para organizar el conocimiento, lo cual implica reformular políticas y programas en materia educativa con el fin de que sea el docente quien facilite una motivación en el estudiante para que este adquiera conductas conscientes, que impliquen el reconocimiento de acciones como la autocrítica, la automotivación y una férrea voluntad de resolver problemas, de tal forma que cuando fenómenos como el COVID–19 vuelvan a perjudicar al mundo, las nuevas generaciones sepan que las implicaciones de un cambio en tiempos de crisis, involucran una contextualización social de las situaciones críticas para sacar el mejor provecho de ellas.
La idea futurista de proponer siete saberes necesarios para la educación del futuro contribuye a que el hecho educativo en tiempos de coronavirus retome dos aristas contempladas por Morin, las cuales son:
- Saber afrontar las incertidumbres
- Saber enseñar la comprensión
El primer saber (afrontar las incertidumbres) estipula que en innumerables momentos y ante infinidad de situaciones, hemos sentido incertidumbre frente a lo inesperado, y es que precisamente lo incierto suele darle al hecho educativo una perspectiva de inseguridad y vulnerabilidad que desboca el desequilibrio e inestabilidad.
Ante esto, Morin cuestiona: ¿por qué no enseñar principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos? Y es que de alguna manera, el académico antes mencionado, asume que dando respuesta a la pregunta vertida, se puede buscar que los docentes puedan enfrentar lo inesperado y modificar el desarrollo de su actuar formativo con base en las informaciones previamente adquiridas y planeadas; potenciando que el buen docente deba siempre tener en mente varias alternativas de solución a los problemas, procurando cada vez más el empoderarse de la certeza que frente a hechos como el coronavirus se debe actuar buscando agotar la incertidumbre.
Si bien es cierto que, cuando se trata de educar en tiempos de crisis, las instituciones educativas del nivel superior siempre tienen mucho que aportar para contribuir en la búsqueda de soluciones; para el caso mexicano en concreto diremos que universidades como la Universidad de Guadalajara y la Universidad Autónoma Nacional de México han colaborado desde el qué hacer científico con sus modelos predictivos matemáticos para conocer las curvas de personas infectadas con el virus, también es cierto que con el advenimiento de mejores recursos tecnológicos, el avance de la ciencia también pone frente a las luces científicas una gran cantidad de incertidumbres cuando la ciencia no logra dar respuesta a lo que no puede resolver, Morín sentencia que, siempre que se descubre algo y nace algo nuevo y desconocido para la ciencia, se van creando nuevas incertidumbres… Entonces, debemos estar conscientes que, en un mundo lleno de caos donde las instituciones educativas cierran y muchos docentes no tienen la instrucción informática necesaria para trabajar en la virtualidad, es sumamente importante formularnos la siguiente pregunta: ¿Por qué no incluir una enseñanza de las incertidumbres? Desde la construcción de saberes partiendo de una didáctica del modelo STEM, agregar a la educación temas vinculados al desarrollo científico, podría colaborar con el estudiante a que el conocimiento y generación de incertidumbres, le facilite aprender a vislumbrar una gran variedad de alternativas o de posibilidades de solución, con la finalidad de preparar sus mentes y enfrentar lo inesperado.
Como un abordaje de grandes proporciones a esta urgente necesidad de repensar al hecho educativo en tiempos de coronavirus, se asume que la llama que prendió este fuego incandescente de crisis educativa, fue en China cuando el pasado 17 de febrero, el Ministerio de Educación puso en funcionamiento su estrategia nacional de confrontación al coronavirus debido al cierre obligatorio de sus instituciones educativas, poniendo sobre la marcha una nube nacional de educación a distancia con una serie de clases básicas para los niños en edad escolar, cuyo diseño instruccional corrió por cuenta de los profesores de cada centro educativo. Aun y cuando las autoridades chinas en la rama educativa lograron proponer soluciones concretas, no fueron capaces de evadir los fenómenos de incertidumbre derivados por el paro obligatorio de las clases. No es para menos su preocupación cuando se trata de un sistema educativo que obliga a los estudiantes que finalizan el grado 12, a someterse a una evaluación denominada “Gaokao”, prueba considerada muy selectiva para los estudiantes orientales en donde se estima la participación de unos 10 millones de estudiantes para este año en curso.
Partiendo del argumento anterior, la prueba Gaokao considerada una evaluación educativa de las más exigentes del mundo, podría aplazarse debido a lo que Morin se empeña en denominar como… una ausencia de enseñanza de principios y estrategias que permitan afrontar los riesgos que conllevan las nuevas realidades sociales… debiendo de considerar que si el avance del COVID–19 continua, se debe prolongar más tiempo el cierre de las escuelas, impidiendo la aplicación de dicho examen, perjudicando con ello a gran parte de la comunidad educativa de china.
La suspensión de clases demanda en forma urgente de una experiencia en la docencia virtual, ya que en muchas latitudes geográficas, este forma de abordar una clase haciendo uso del internet nos acerca al punto de lo importante que es saber afrontar las incertidumbres, sobre todo cuando el cierre de las instituciones educativas muestra en forma acentuada la abismal diferencia entre los estudiantes urbanos más acomodados, que cuentan con móviles y ordenadores con una buena conexión a internet, y aquellos con menor capacidad y que no cuentan con teléfonos celulares, ni computadoras, peor aún, una conexión a internet que les permita continuar las clases virtuales en plataformas como Zoom, Moddle o Hangouts de Google, las cuales destacan entre las favoritas de los docentes y muchas instituciones.
En párrafos anteriores se ha contemplado la urgente necesidad de cambios en las acciones formativas y educativas en tiempos de crisis y es que, en medio de esta pandemia, la educación virtual surge como un paliativo que busca darle la debida normalidad a las actividades diarias educativas, dejando una firme postura en la opinión de algunas autoridades educativas como el rector de la Universidad de Guadalajara quien considera que el aprendizaje dejado en estos difíciles momentos donde el mundo padece de coronavirus, el modelo de educación a distancia es la mejor alternativa para seguir formado a excelentes profesionistas.
Las universidades centroamericanas por su parte, también ofrecen su aporte frente a las crisis pandémica actual, y es que en la mirada analítica del académico Óscar Picardo en su calidad de director del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia, argumenta que algunas universidades, poseen unidades de modelaje matemático que podrían colaborar en tiempos de coronavirus, recomendando a los diversos gobiernos de los países más golpeados por la pandemia a recurrir al uso de un modelaje matemático que determine una métrica centrada en datos y cifras que orienten a epidemiólogos, biólogos, médicos y científicos matemáticos al servicio de la salud pública, a enfrentar con eficiencia y eficacia la mejora de una acción educativa en tiempos de crisis. Y es que, en base al argumento del doctor Picardo, se podría llegar al plano de que, con cálculos incorrectos y sin ciencia, el mundo corre el riesgo de terminar con buena salud, pero con la economía agonizando, por lo que no se debe obviar que la primera vacuna que la sociedad necesita ante el caos provocado por el COVID–19 es la vacuna educativa y científica.
Con el rigor científico que caracteriza a Picardo, este propone que, para darse una adecuada simulación al COVID–19 con la base científica de las matemáticas y estadísticas, se debe utilizar un modelo compartimental SIR, desarrollado por Kermack y McKendrick. Este es un modelo simple en el que se toman en cuenta tres subpoblaciones: Susceptibles (S): individuos sin inmunidad a la enfermedad. Estos son susceptibles a ser infectados. Infectados (I): Portadores del virus. Estos individuos presentan síntomas de la enfermedad, y pueden transmitirla al entrar en contacto con personas susceptibles; y Recuperados (R): Personas que no pueden transmitir la enfermedad, ya que se recuperaron de la enfermedad. Para el coronavirus se puede utilizar un período infeccioso promedio de 14 días, por lo que la probabilidad de recuperación puede ser de 0.04. A este modelo también se le puede incorporar -para calcular decesos- los aspectos demográficos; para el caso de países como El Salvador, al año 2018 se cuenta con un registro de 27.13% de personas de 0 a 14 años, 64.58% de personas de 15 a 64 años y 8.29% de personas mayores de 64 años.
A parte del modelaje matemático, muchas instituciones educativas de todos los niveles de enseñanza, se han lanzado a canalizar el hecho formativo mediante el uso de plataformas digitales que contribuyen a enfrentar los riesgos y la incertidumbre de perder el año escolar y no darle el normal abordaje al contenido curricular de sus asignaturas, por lo que ya son muchos los profesores en el mundo que recurriendo a breves capacitaciones teóricas y algunas prácticas, han podido impartir su clase desde cualquier rincón del planeta. El agregar mejores recursos tecnológicos al acto educativo debe favorecer en todas formas nuevos medios de aprendizaje que apegados al hecho colaborativo y cooperativo permitan sobrellevar las distintas situaciones en un momento donde el internet ayuda a que los estudiantes afectados por el coronavirus a no detener su potencial por aprender.
Como un elemento particular de análisis del actuar educativo en momentos en que el COVID–19 somete a la cuarentena, he logrado descubrir dentro de muchos círculos profesionales educativos, un estilo de docente perteneciente a sectores más conservadores cuya óptica catastrófica no le deja ver lo grave que es la incertidumbre provocada por la pandemia, llegando a considerar que el tiempo de las predicciones científicas ya pasó, por lo que recomienda que es necesario saber interpretar que las situaciones inesperadas deben asumirse diariamente, por lo que no es posible que los académicos resuelvan las problemáticas generadas por las pandemias, fenómenos naturales o las guerras y el calentamiento global sentados frente al escritorio en contextos de crisis.
La educación en tiempos de pandemias, le da un importante impulso a una educación científica que frente al caos e incertidumbre, otorga al docente un empoderamiento moral para motivar a sus estudiantes a que resuelvan las problemáticas que los nuevos tejidos sociales traen consigo mismos, haciendo que los conglomerado estudiantiles deban apoyarse en una educación que les ayude a enfrentar lo inesperado y sepan prepararse para darle cara al hecho desconocido, pues caso contrario estarán condenados al rezago que provoca la inseguridad y la inestabilidad de estos duros acontecimientos derivados en crisis, caos y zozobra.
La lección por aprender en el marco formativo de la enseñanza en tiempo de pandemias es entonces que, las actuales y futuras generaciones de docentes sepan capacitarse en situaciones caóticas a fin de ser más resilientes y confrontar la incertidumbre que conlleva suspender momentos tan difíciles para la humanidad.
El segundo saber (enseñar la comprensión) Le da la oportunidad a Edgar Morin de retomar el uso de la reflexión a fin de considerar por qué razón en pleno siglo XXI, se tienen muestras de desprecio, racismo y xenofobia en el contexto educativo, llevando a la pregunta: ¿Dónde queda la comprensión en nuestros tiempos de crisis? Siendo esta (la comprensión) un medio y un fin de la comunicación humana, y siendo el principio de las relaciones humanas, sigue percibiéndose la marcada ausencia de una acción educativa que empodere la comprensión como centro del debate.
Al mejor estilo del libro de Éxodo en la biblia, en donde se dan a conocer las diversas plagas de Egipto las cuales llegaron como consecuencia del castigo divino, de la misma manera en China un país obsesionado con la educación como herramienta de progreso y avance social en pleno siglo XXI, ha sido víctima de lo que podría considerarse la “plaga” del Coronavirus, lo cual dentro del plano educativo y bajo la premisa problemática de la suspensión de clases, obligó a un sistema educativo a recurrir a las clases por internet, y es que debería de ser la misma enseñanza de la comprensión la que le permita entender a todas las sociedades del mundo que el inconveniente causado por las clases perdidas no atañe solo a los alumnos en las escuelas, también a los docentes que tuvieron que cambiar su didáctica y metodología evaluativa, sin considerar la estructura compleja de los diseños instruccionales que implican las clases virtuales o en el peor de los casos, aquellos docentes que tuvieron que suspender sus clases sin posibilidad de una educación virtual debido a la situación de ruralidad donde el internet no existe y el mismo confinamiento de no salir de casa, impide que las clases tuviesen algún mecanismo para recuperarse (entiéndase acá la importancia de una enseñanza de la comprensión en momentos de plagas).
Por tanto, si se considera el baluarte de una enseñanza de la comprensión, se debe considerar también que el fenómeno coronavirus, al igual que otros males, ha perjudicado las economías de grandes naciones, de grandes potencias hegemónicas del planeta, también ha dañado las vidas de millones de personas alrededor del mundo, conllevando a que esta crisis del coronavirus este cambiando drásticamente a la educación superior. Si consideramos la destacada trayectoria de Philip G. Altbach y Hans de Wit, quienes se desempeñan como profesores investigadores del Centro para la Educación Superior Internacional del Boston College en Estados Unidos, el coronavirus es un serio problema para nuestras sociedades, individuos y desde luego para las instituciones de educación superior. Los connotados profesores del Boston College indican que la crisis eventualmente pasará y, permitirá conocer los diversos problemas serios con respecto a la educación en línea, no obstante, para su respetada opinión, no se puede negar que las instituciones de educación superior del mundo están haciendo un impresionante trabajo para manejar la crisis en circunstancias difíciles, pero aprender las lecciones en el largo plazo y las estrategias efectivas de planeación no ha sido precisamente algo que la comunidad académica esté muy acostumbrada a hacer. ¿Será entonces posible que la crisis del coronavirus se convierta en esa llamada que por fin la despierte?
Para empoderar la opinión de los dos académicos arriba citados, se suma la opinión de Miguel Ángel Morffe Peraza quien funge como docente e investigador universitario en la Universidad Católica del Táchira Venezuela, quien al emitir su postura sobre lo que implica educar en tiempos de crisis en las universidades señala que: “Educar en crisis involucra realizar cambios pedagógicos, instrumentales y de pensamiento para afrontar las adversidades y promover la creatividad en el espacio universitario ya que proporcionar educación en un escenario desfavorable como es la crisis, se ha convertido en un reto para quienes tienen el deber de educar y una experiencia que mide su entereza, profesionalismo y capacidad de adaptar las estrategias pedagógicas a las nuevas realidades«.
El argumento anterior adquiere más sentido si se considera que el profesor Morffe refiere que, ante los escenarios adversos en la acción educativa, la motivación y la creatividad forman parte de las estrategias que deben considerar quienes aún permanecen cumpliendo roles ya sea de educador o de estudiante. Por cuanto que, son las acciones de motivación las que se enfocan en reducir el impacto de la crisis que se refleja en la no asistencia a clase y la desmotivación, buscando superar los obstáculos de siempre.
El académico venezolano cierra postura al dar con buen tino el considerar que la acción educativa en tiempos de crisis se ha convertido en un reto para quienes tienen el deber de educar y una celebre experiencia que mide su entereza, profesionalismo y su capacidad de adaptar las estrategias pedagógicas a las nuevas realidades, para el caso particular, las realidades que nos deja la pandemia del COVID–19.
Las diversas acciones llevadas a cabo por los docentes en sus diversas prácticas desde la virtualidad ante el coronavirus, les ayudará a mejorar sus capacidades y habilidades, desarrollando sus competencias con sacrificio, pero con mucha creatividad. Esto se demuestra en la intervención del Secretario General de la OEI, Mariano Jabonero, quien en sus propias palabras considera que: “En momentos en los que se han limitado derechos fundamentales, como son la libre circulación o el derecho de reunión, debemos aunar esfuerzos para promover apoyos concretos para millones de niños y niñas que confiaron en que la escuela era parte imprescindible de su futuro y que hoy se encuentran fuera de ella. Y para ayudarnos, entre todos, a pensar en un mundo postcrisis que, con toda certeza, será muy distinto al actual”.
Siguiendo el mismo orden de ideas, se ha considerado de suma relevancia evidenciar el planteamiento oficial de la Organización de Naciones Unidas para los fines académicos del presente documento, por lo que al indagar la postura de la ONU, al respecto manifestaba que debido al cierre de escuelas en cien países para buscar contener la propagación de COVID-19, un estimado de 850 millones de estudiantes en el mundo se quedaron sin clases debido a que estas cien naciones cerraron las escuelas, una cifra jamás antes vista, lo que motivó a la rápida intervención de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, a brindar apoyo inmediato a los Gobiernos, con medidas como la educación a distancia inclusiva para hacerle frente al COVID–19.
En la postura sostenida por la UNESCO dicha institución apoya la implementación de programas de educación a distancia a gran escala y recomienda aplicaciones y plataformas educativas abiertas que las escuelas y los maestros pueden utilizar para llegar a los alumnos de forma remota. Facilitando de alguna manera la puesta en práctica de las mejores prácticas para aprovechar las tecnologías móviles de bajo costo con fines de enseñanza y aprendizaje para mitigar las interrupciones educativas. Aun y cuando la misma directora general de la UNESCO Audrey Azoulay, informaba en medio de la crisis mundial desatada por el coronavirus, ellos trabajan con todos los países miembros de la ONU para asegurar la continuidad del aprendizaje para todos, especialmente los niños y jóvenes desfavorecidos que tienden a ser los más afectados por el cierre de escuelas.
Siendo para muchos países, una situación incontenible la problemática de salud del COVID–19, se rescata el provechoso aporte del Secretario Académico de la Universidad de Guadalajara, el doctor Carlos Iván Moreno Arellano, el cual compartía bajo la premisa de una Disrupción Universitaria Global, la visión que con el COVID–19 las universidades a nivel global han llegado a su “Tipping Point” -el punto de quiebre– donde los cambios disruptivos son inaplazables y deben ser rápidos. El doctor Carlos Iván indica, con excelente análisis, que después del coronavirus todo el planeta aprenderá a tomar las pandemias en serio y a prepararse en consecuencia. El secretario general de la UDG argumenta que el reto es titánico si se considera que el mundo no está listo para la educación en línea tal y como lo advierten los especialistas del Boston College, Philip Altbach y Hans de Wit quienes ya fueron citados anteriormente, por lo que la mayoría de los académicos en el planeta deben aceptar que no están capacitados para impartir cursos a distancia de manera efectiva, replicando la riqueza de las interacciones y dinámicas presenciales, ya que en la opinión de Moreno Arellano, el crear ambientes de aprendizaje efectivos en la virtualidad no es cosa fácil, sentenciando que una de las resacas de esta pandemia sería la baja del rigor académico en las universidades alrededor del mundo.
Por otra parte, es de gran pertinencia dejar en claro que, parte de la preocupación que se logra inferir del posicionamiento de la UNESCO en esta pandemia de COVID–19, es que de manera muy oportuna señalan que cuando las escuelas cierran, el rendimiento educativo sufre ya que una interrupción de la escolarización también conduce a otras pérdidas más difíciles de medir, incluidos los inconvenientes para las familias y la disminución de la productividad económica a medida que los padres luchan por equilibrar las obligaciones laborales con el cuidado infantil, señala la agencia.
Los cierres también agravan las desigualdades educativas, y es que la UNESCO estima que las familias económicamente favorecidas tienden a tener niveles más altos de educación y más recursos para llenar las brechas de aprendizaje y proporcionar actividades de enriquecimiento a los niños que no pueden asistir a la escuela frente a la gran mayoría de la población escolar que es de escasos recursos.
Como cierre argumental a este artículo de opinión científica y de gran valor académico, debemos regresar a la idea de Edgar Morin quien fundamenta en forma congruente y coherente que para el desarrollo de saber enseñar la comprensión, es necesario en primer lugar consolidar una reforma de mentalidades que considere una urgente intervención de formaciones puntuales y precisas para el abordaje y seguimiento del hecho educativo en tiempos de pandemias, pues es necesario superar el estado de barbarie e incomprensión que obstruye el estudio de las causas y síntomas vividos en tan difíciles momentos a los que el globo terráqueo se enfrenta. En resumen, toda la comunidad educativa desde padres, docentes, estudiantes y demás personal administrativo que ayudan a la buena gestión educativa deben entender que estos cierres temporales de escuelas como resultado del coronavirus o algunas otras crisis no es algo nuevo para la humanidad, si es de retomar con la importancia debida que, desafortunadamente, la escala global y la velocidad de la interrupción educativa actual no tienen precedentes y, si se prolongan, podrían amenazar de forma categórica y contundente, el acceso legítimo a la educación. Ya de alguna forma Marcelo Cabrol, del Banco Interamericano de Desarrollo, deja algunas reflexiones que podrían complementar la idea de cuáles serán los nuevos desafíos que nos deja la pandemia de COVID–19 en el campo de la organización escolar de nuestros países, señalando los siguientes:
Protocolos de respuesta.
¿Tienen la capacidad las escuelas de lidiar con pacientes 0?
¿Hay personal capacitado para manejar estas situaciones?
¿Cómo interactúan las escuelas con la salud pública en temas de identificación y referencia de casos potenciales?
Estrés para las familias.
¿Qué provisión se hace para que los padres puedan dejar a sus niños en casa?
Pedagogía a distancia.
¿Se tienen las plataformas, el acceso a internet y los dispositivos para enseñar y aprender remotamente?
Estos desafíos planteados por el doctor Cabrol, permiten concluir con la firme postura de reconocer que los sistemas educativos no han logrado sacar el máximo provecho al recurso tecnológico, sentenciando que la misma ausencia de literacidad informática en buena parte del sector docente no les ayuda a entender que las nuevas tecnologías son baluartes transformadores que contribuirán a palear las crisis educativas que afecten la presencialidad del estudiante en el aula.