Roberto Carbajal
La escena nacional reciente y la falta de espacios
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Desde 1962 la UNESCO, a través del Instituto Internacional del Teatro (ITI), dedica el 27 de marzo al teatro. En todo el mundo se desarrollan festivales, muestras, foros, encuentros y diversas manifestaciones a su alrededor. Cada año el ITI asigna a una figura importante, vinculada al arte teatral, a emitir el mensaje oficial para este día. Este año 2023, la actriz egipcia Samiha Ayub dice en su mensaje que “el teatro, en su esencia original, es un acto puramente humano basado en la verdadera esencia de la humanidad, que es la vida. Al subir al escenario lo hacemos con una sola vida , la de ser humano con la capacidad de reproducirse en muchas vidas y que florezca y se esparza a los demás”.
Más adelante declara que “nosotros somos los que le damos a la vida su esplendor. Somos quienes la encarnamos. Somos quienes la hacemos vibrante y significativa. Y somos nosotros quienes damos las razones para entenderla. Podemos despertar la conciencia del mundo , y encontrar la esencia perdida del ser humano”.
En el ámbito nacional, el teatro ha venido bregando por subsistir. Aún con guerras, catástrofes y pandemias, los dramaturgos siguen creando al igual que los actores actuando. Desde un luminotécnico hasta el director de la obra dejan todo por el escenario y llevar esa vida a los demás, en este caso al público.
Las producciones de espectáculos han continuado; sin embargo, la falta de espacio para realizar un ensayo o presentar un producto escénico ante un espectador ha faltado, pues en San Salvador las salas independientes y autónomos son mínimas. Se busca un auditorio, un café, un centro cultural donde compartir con el público y entrar en comunicación con este. Falta generar sinergias entre los grupos y colectivos teatrales.
Es necesario subsidiar el arte para producir, así como se subsidia el transporte o el gas, se requieren de más fondos concursables, buscar aliados tanto privados como públicos que le apuesten al arte escénico y se vea como un producto generador de bienes y servicios, que forme parte de la cadena productiva. El Ministerio de Cultura ha dado su aporte para reactivar la escena nacional después de la pandemia, pero es necesario incorporar otros sectores de carácter privado, así como también los gobiernos locales podrían aportar mucho al desarrollo de sus municipios a través del arte escénico y el arte en general.
A medida que se incentive más el producto artístico, crecerá la creatividad y ganará el país, pues tendremos un pueblo culto, educado. Y al hablar de educado, también la educación tiene su parte, los programas de educación básica-media incluyen educación artística pero no siempre se imparte. Las materias de lenguaje y literatura incorporan al teatro pero se queda a nivel de lectura cuando es primordialmente necesario verlo, aquí es donde cultura y educación deberán conjugarse y cada estudiante tendría que ver una obra teatral en vivo como parte de su formación y cada grupo teatral pondría sus producciones en función de la educación, esto se hace por parte del teatro independiente, pero falta que se vuelva una práctica oficial de los programas en todo el sistema educativo.
Desde el chamán de la tribu quien representaba con su cuerpo y su voz a los dioses invocados, el teatro ha estado presente en todos los tiempos, ha evolucionado y se ha convertido en referente de la cultura de cada país, por ese como acentúa Samiha Ayub, el teatro en su esencia es puramente humano, es vida y “esta vida merece una mano cariñosa que la sostenga, un pecho amoroso que la abrace, un corazón bondadoso que la simpatice y una mente sobria que le proporcione las razones que necesita para continuar y sobrevivir”.