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La migración no para por la pandemia

En menos de un mes, dos jóvenes que decidieron migrar hacia los Estados Unidos, uno por seguridad y otro en busca de oportunidades económicas, se encuentran desaparecidos en el desierto de Arizona. 

Hay una investigación en curso, y por eso, ambas historias guardarán la identidad de los jóvenes y los lugares donde se llevaron a caboLos hechos ocurrieron con quince días de diferencia y su origen fue en el gran San Salvador.  

Alberto tiene 28 años, trabajó seis años en una empresa de suministros de alimentos. Su vida transcurría con aparente normalidad en una de las populosas colonias de las ciudades “dormitorio”, en donde siempre se ha mantenido presencia pandilleril y en donde los residentes tratan de mantenerse al margen de cualquier acción para evitar meterse en problemas. 

A principios del mes de septiembre, una discusión entre su novia y otra joven terminó en golpes y empujones, todo esto entre las paredes de las viviendas en uno de los pasajes peatonales, provocando la intervención de las familias para evitar que la pelea llegara a la mediación de las autoridades. 

Un par de horas más tarde, y ya caída la noche, dos jóvenes pandilleros se presentaron en busca de una explicación de cómo sucedieron los hechos, ya que la orden que se mantiene en la zona es que todos los problemas que involucran algún tipo de violencia entre vecinos tienen que resolverse por la pandilla y así se evita la presencia de la policía. 

Alberto para evitar que su novia fuera “castigada”, decidió asumir la responsabilidad, recibiendo una golpiza en un predio baldío. 

“Era la primera vez que mi hijo se enfrentaba a una cosa así y pensé que eso podría provocar que lo agarraran de base después, por lo que decidí hablar con mis hermanos en los Estados (Unidos) y que vieran cómo me le ayudaban al muchacho”, comenta su padre, Esteban. 

En menos de cinco días recibieron dinero para pagar a un “coyote”, quien aseguró llevárselo tras el pago de nueve mil dólares. 

“Nos llamó solo tres veces. Una en Guatemala y las otras dos cuando estaba en Tenosique, Tabasco y otra cuando me dijo que estaba en Sonora y esa noche entrarían al desierto. Esa fue la última vez que supimos de él. Un hermano de los que pagó parte del viaje me dijo que también lo llamó, que estaba bien y que el coyote le había dicho que en tres días lo entregarían a la casa. Pero desde esa fecha ya no supe nada ni de mi hijo ni del que lo llevaba”, se lamenta. 

Hay otro migrante desaparecido también en la zona de Arizona: Joel. Él es un joven de 24 años, residente también de la capital, quién decidió probar suerte y su familia pagó 12 mil dólares al “coyote”, que también había prometido llevarlo de forma segura. 

La familia sostiene que decidieron apoyarlo debido a la falta de empleo en el país y porque, afortunadamente, otros parientes que se habían marchado años atrás se encontraban bien y con trabajo. 

“Usted sabe que acá la situación por más que se diga no cambiará de la noche a la mañana, y mientras tanto ¿qué se puede hacer, dígame? Y más que el muchacho necio por quererse ir”, dice Paula, su madre. 

La partida fue casi similar a la de Alberto, hacer pocas llamadas a la familia una vez salieran de El Salvador y utilizando siempre la ruta del Petén, Guatemala. 

La familia de Joel, sí recibió una llamada del supuesto “coyote” quien dijo que el joven se había puesto mal de salud en Sonora y que ya adentro de los Estados (Unidos) en el desierto, lo habían dejado en un lugar “seguro” para que reposara. Pero, no volvieron a saber noticias. 

Por el momento el caso se mantiene en investigación sin descartar cualquier hipótesis, como el tráfico de personas. También se le ha solicitado el apoyo al grupo de búsqueda del Movimiento Mesoamericano en México, porque en todo caso, la finalidad es encontrar a los migrantes desaparecido con vida. 

También se trabajará con la prueba de ADN a sus familiares y hacer comparaciones con el equipo del banco de datos forense de Arizona y los cuerpos que encontraron en el mes de septiembre.  

Hace dos semanas, un grupo de unos quinientos hondureños partieron en caravana rumbo hacia los Estados Unidos, pese a la pandemia del Covid-19 que aún registra casos y muerte en el país centroamericano. 

“Ni los desastres naturales, ni las pandemias detienen el movimiento migratorio que tienen las mismas causas y razones por las que deciden migrar”, sostiene Omar Jarquín, secretario general del Comité de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador. COFAMIDE 

Actualmente, esta institución está haciendo entrega de canastas con vivieres a unas 300 personas entre padres, hijos y familias que han tenido la dura experiencia de vivir con la esperanza de tener conocimiento del paradero de su familiar desaparecido en la ruta migratoria hacia los Estados Unidos. 

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