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 2706-5421

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Óscar Picardo

La nueva república

“La Constitución es la piedra angular de todas nuestras libertades; guárdala y cuídala; mantén el honor y el orden en tu propia casa, y la República perdurará”.

¿Y ahora que sigue…? El Presidente se entrega la banda a sí mismo… ¿y luego…?. Juguemos al “realismo mágico” con los antecedentes y con un poco de distopía, veamos escenarios y probabilidades y, especulemos con los resultados de encuestas de Humor Social y político.

Tres preguntas iniciales: ¿habrá algún gobierno que no reconozca al nuevo presidente por el tema de reelección?; ¿aparecerá algún candidato auto proclamándose ganador ante el hecho de la reelección, al peor estilo de Juan Guaidó?; ¿qué significará eliminar y refundar la democracia -según las declaraciones del vicepresidente-? Son interrogantes demenciales pero probables…

Las obsoletas y analógicas repúblicas de tradición democrática suelen ser imperfectas, lentas e inclusive burocráticas o poco eficientes, pero son el mal menos peor de las formas de gobierno; la separación de poderes y los sistemas ideológicos partidarios implican diálogo y debate, lo que suele retrasar las decisiones gubernamentales; en países pobres o en vías de desarrollo, el equilibrio entre la oferta Estatal y las necesidades ciudadanas son asimétricas, y lidiar con las prioridades es complejo. Por si fuera poco, en estas repúblicas hay demasiada corrupción. En este contexto, la gente perdió la paciencia y optó por una nueva República…    

A partir del 4 de febrero el país cambió, no es el mismo…; para algunos analistas el cambio fue mucho antes, en junio de 2019 cuando fue juramentado presidente, quizá en febrero de 2020 cuando irrumpió con militares en la Asamblea Legislativa o en mayo de 2021 cuando la nueva Asamblea Legislativa destituyó a los Magistrados de la Sala de lo Constitucional. Pero no importa la fecha, hay un cambio radical en la esencia metafísica del país, no es el mismo.

Lo cierto es que la popularidad del presidente, su evolución ideológica  y la sofisticada maquinaria de poder, doblegaron seis artículos de la Constitución que prohibían la relección inmediata, crearon un nuevo marco de posverdad e hicieron desaparecer toda la disidencia, excepto a un grupo de periodistas independientes, lo único que queda de la “vieja racionalidad cartesiana”.

La pandemia de Covid-19 y el encarcelamiento de decenas de miles de pandilleros fueron el sustrato metodológico para la nueva República; un potente aparato de propaganda y un discurso incendiario en contra de los opositores los reduzco a cenizas; y la comunidad internacional que rodea a los países pobres de Centroamérica la puso contra el paredón: o estás conmigo o están contra mí. Al final todo se fue alineando, hasta llegar a un sistema político hegemónico de miedo y terror; nadie, absolutamente nadie puede criticar, aconsejar, sugerir o disentir del presidente, si alguien lo hace es etiquetado como la peor escoria de la nación: opositor.

La nueva República tiene nombre y apellido, no es una institucionalidad, es un sujeto, una persona, que maneja los sistemas de comunicación digital y propaganda rodeado de un séquito de funcionarios efectivos; altamente ejecutivos, que no razonan, sólo cumplen las órdenes y todo funciona como un reloj suizo. El presidente es el punto de partida y de llegada de todo; y en torno a su figura se ha creado un “fenómeno de culto” debido a la “satisfacción vicariante” . El Estado es él y punto; o aplaudes o desapareces.

La gente frustrada por la corrupción y otros males endémicos: pobreza, exclusión, inseguridad, etcétera, encontró un redentor “vicario” y se proyectó en él; y cree ciegamente en él, a través de una relación religiosa; re-ligare en latín -etimología de religión- es unir o reunir mediante creencias, fe y esperanza. Esto es satisfacción vicariante, un asunto de emociones y necesidades y no de razón, política en su máxima expresión sublime o culto a la persona.

Las masas en el tercer mundo no entienden -ni les interesa- los vericuetos jurídicos del Derecho Constitucional, los debates de los politólogos, la macroeconomía, los partes económicos de los mercados globales, ni nada que tenga que ver con el mundo platónico de las ideas; la gente entiende y prefiere la escala de Maslow: necesidades fisiológicas básicas, seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización; incluso, con las dos primeras están satisfechos: tener comida, techo y tranquilidad.

Pan y circo funciona muy bien en sociedades de baja escolaridad, sobre todo si antes le daban “sólo circo sin pan” o “sólo pan sin circo”; la dosis tiene que ser equilibrada para que funcione bien. Comprender esta lógica y saber de publicidad y marketing es crucial. Como diría Baruch Spinoza: “es muy cierto que la república está en más peligro a causa de sus ciudadanos que de sus enemigos”.  

¿Cómo será la nueva República? Nadie lo sabe, no hay planes ni propuestas, solo un guion de fe que se debe creer a ciegas, por que datos no hay, aunque “dato mate a relato”. Lo que sí sabemos es que habrá más Estado de excepción, más humillación e insultos, más miedo, información reservada, un nuevo estadio y muchos espectáculos de entretenimiento. Con esto basta…

Ahora bien, el nuevo gobernante tendrá que hace malabares económicos con el limitado crecimiento, el bajo nivel de inversión extranjera y el endeudamiento a niveles muy altos; si el Fondo Monetario Internacional le da oxígeno habrá consecuencias y algo de medicina amarga; pero queda un as en la manga, en esta época de cryptoactivos y transformación digital: Tokenizar la economía, una nueva forma de imprimir billetes digitales y generar un encadenamiento comercial local, pero con limitaciones para las minorías que viajan al exterior; al fin y al cabo son minorías.

¿Cómo se tokeniza la economía?, fácil se necesita una ley de activos digitales -y la tenemos-, plataformas para realizar compras, subir bienes inmuebles, proyectos de inversión de diversa estatura económica, captar inversores de diversos calibres, y forzar una moneda digital que se encadene en toda la economía; somos animales de costumbres y en muchos centros educativos ya se enseña el uso del Bitcoin; en pocos meses salarios y pagos podrán ser en tokens. Solo habrá un pequeño problema, pero es para un pequeño sector de la sociedad y para eso aparecerá un mercado negro cambiario, ¿les suena el “dólar blue”?. Los dólares de remesas, luego de canjearos a tokens le pueden servir al gobierno para los grandes importadores; no problem… la oligarquía no se toca;  Pero esto es una vil hipótesis distópica de la nueva República.

¿Qué más podemos esperar en la nueva República? Ya no sabremos casi nada de la nueva Asamblea Legislativa; estaremos muy vigilados; los medios de comunicación grandes se debilitarán cada vez más y, viviremos engañados con youtubers e influencers; habrá cada vez más policías, más militares y más detenidos; probablemente más surf y créditos hipotecarios para los amigos. Y lo más importante: Contaremos con una promesa de bienestar en el futuro que todos deben creer, como el “ya-sí-pero-todavía-no” del reino de los Cielos o la segunda venida de Jesucristo.

No hay vuelta atrás, el pueblo ya decidió y como dice el tratado de Whig (1710) “Vox populi, Vox Dei”: “Los derechos, el poder y las prerrogativas de los reyes, y los derechos, privilegios y propiedades dependen de lo que el pueblo decida (…) No habiendo ninguna ley natural o divina para ninguna forma de gobierno, ni que una persona más que otra deba tener la administración soberana de los asuntos, o tener poder sobre muchos miles de familias diferentes, que son todas iguales por naturaleza, siendo del mismo rango, nacidos promiscuamente para las mismas ventajas de la naturaleza y para el Uso de las mismas facultades comunes; por lo tanto, la humanidad tiene la libertad de elegir qué forma de gobierno le gusta más.”.

Bienvenidos (as) a la nueva República. Pero no olviden dos cosas: 1) nuestra historia inmediata; y 2) esta frase incómoda: “El poder para moldear el futuro de una República estará en manos del periodismo de las generaciones futuras.” (Joseph Pulitzer).

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

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