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Óscar Picardo

La nueva universidad

En la conferencia “Stage X” de Global Silicon Valley 2021, el Rector Michael Crow de Arizona State University (ASU) disertó sobre el futuro de la educación Superior. A la base de sus argumentos está la gran experiencia de la “Nueva Universidad Americana” (Crow & Dabars, 2015), la cual tiene como principio y fundamento la siguiente carta: 

“ASU es una universidad de investigación pública integral, medida no por a quién excluimos, sino por a quién incluimos y cómo tienen éxito; avanzar en la investigación y el descubrimiento de valor público; y asumir la responsabilidad fundamental de la salud económica, social, cultural y general de las comunidades a las que sirve”. Así, ASU se diferenció de los tradicionales sistemas élites (Ivy League) que firmaban su excelencia por las barreras y dificultades establecidas en la admisión. Si alguien tiene el entusiasmo de estudiar hay que abrir las puertas y no cerrarlas, lo demás vendrá por añadidura. 

La primera idea de Crow es fundamental: “Transformar la educación superior es crear el futuro que necesitamos”; en efecto, son las universidades las que forman a los ciudadanos más calificados, y la estatura de una ciudad o de un país se mide por la calidad de las instituciones de educación superior que allí residen. En educación trabajamos con el futuro de los estudiantes. 

Crow señala que cada 80 años se está desarrollando un ciclo de grandes cambios tecnológicos y científicos, y nos invita a hacernos la siguiente pregunta:  ¿cómo será nuestro futuro de 2100?; se trata de una interrogante prospectiva, lo que hoy se decida impactará en el futuro, y en Latinoamérica somos más propensos a mirar el pasado y a pensar en el presente. De hecho, uno de los grandes problemas de entropía que padecen las sociedades latinoamericanas es el diseño de políticas públicas de corto plazo, de gobierno, y cada cinco años se reinventan todos los sistemas y el país, y nunca avanzamos. 

La segunda pregunta de Crow nos invita a pensar de modo sostenible: ¿Cómo aprovechamos este momento para impulsar un progreso significativo y duradero?; no sólo son importantes los cambios -que puede haber muchos- sino la estabilidad de esos cambios para las generaciones venideras. 

Luego, inclina su reflexión hacia dentro de las universidades, y nos señala que el limitado acceso a la educación superior y el empoderamiento se ha visto restringido por las tecnologías organizativas y educativas. En nuestro caso, de cada diez estudiantes que culminan educación básica, solo cuatro llegan a bachillerato; de estos cuatro, solo dos ingresan a la universidad y estadísticamente sólo uno se gradúa, y no de manera eficiente en el tiempo de su carrera o programa, sino agregándole dos o tres años más; y esto es un drama: sólo 1 de cada 10… nuestra organización, sistemas y tecnologías son excluyentes y obsoletas. 

En opinión de Crow, el diseño de las organizaciones de aprendizaje se transformaría con la democratización radical de la educación superior y esto demanda considerar seis aspectos: 1) Los profesores se convierten en un activo central de la universidad; 2) Enfoque pedagógico aplicado y pertinente (learning by doing); 3) Mejorar las articulaciones entre el liderazgo empresarial y los profesores; 4) El concepto tradicional del estudiante ha cambiado, estamos en transformación digital; 5) Diversificar fuentes de ingreso, para no depender sólo de las cuotas; y 6) El principal diferenciador entre las universidades se convierte en su capacidad para desarrollar y desplegar tecnologías educativas (las universidades son organizaciones de aprendizaje). 

Las universidades como servicio público deben aspirar a acelerar los resultados sociales positivos a través de la perfecta integración de la innovación teológica de vanguardia y la escalabilidad con culturas institucionales dedicadas al avance de las organizaciones académicas y el valor social. Nótese aquí la importancia de las tecnologías educativas para enseñar y aprender mejor. 

Todo lo anterior implica tres temas esenciales en torno al núcleo de conocimiento institucional (knowlodge core): 1) Organización académica (cómo están pensadas las facultades y sus dirigentes); 2) Conocimiento organizacional (cómo se administra la experiencia y evoluciona de buscar la excelencia); y 3) Aprendizaje organizacional (cómo se desarrolla el aporte institucional, hacia sí misma y hacia la sociedad). Esto permite un diseño curricular y científico como respuesta en todas las condiciones. 

Finalmente, las capacidades institucionales en desarrollo para democratizar la educación superior requieren una sola cosa: Mirar al futuro, este es el verdadero detonador. 

A estas alturas, en un profundo proceso de transformación digital con el apalancamiento del Blockchain y de la Inteligencia Artificial, vamos ingresando a la quinta revolución y necesitamos revisar el equipaje. Todo apunta a los dispositivos móviles, a la automatización, a la robótica, a lo molecular ¿qué futuro estamos diseñando e imaginando? Esta es la tarea, buscar la respuesta. 

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