La solución…
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En el campo de las ciencias políticas y en el diseño de políticas públicas, la “ingeniería social” persigue el diseño de soluciones para influir en conductas, actitudes, creencias, relaciones y/o acciones sociales en la población de un país o región para implementar o aproximar programas de impacto que generen cambios positivos y bienestar (W. H. Tolman, 1909).
En no pocos casos, se ha utilizado el aparato de “propaganda” como estrategia metodológica o método de control de la ingeniería social; pero en esta reflexión no nos referimos a publicidad, propaganda, marketing, comunicaciones o relaciones públicas, sino al diseño de decisiones o a las políticas públicas que generen un verdadero cambio ante una situación negativa.
Ante los complejos fenómenos de la migración, pandillas y pobreza encontramos múltiples hipótesis, teorías, críticas, proyectos y pocas soluciones o resultados; hacer ingeniería social en contextos desfavorecidos, excluyentes o pobres es una tarea difícil pero imprescindible.
La evidencia es muy clara y los datos están a la vista: De cada diez estudiantes que terminan educación básica, sólo cuatro culminan la educación media, sólo dos ingresan a la universidad y sólo uno se gradúa; la estadística perversa y excluyente no tiene discusión: sólo uno de cada diez estudiantes tiene oportunidad de lograr bienestar y un proyecto de vida decente.
Pero nos vamos a quedar en la solución hasta educación media, ¿qué sucede con los seis de cada diez estudiantes que desertan del sistema y no terminan su bachillerato?, tres situaciones: a) Migración; b) Pandillas; y c) Trabajo de baja calificación o remuneración; y esto sucede desde inicios de los años 90 y no hemos reaccionado.
Dentro de las principales razones de la deserción escolar encontramos: aspectos económicos (trabajo infantil y aportes de los adolescentes a la economía familiar); violencia (el no control del Estado en algunos territorios); factores endógenos educativos niños (as) que no lograron un buen aprendizaje básico y luego no logran entender contenidos curriculares más sofisticados; entre otras causas. Algunas pueden ser justificadas, pero se deben corregir y no tolerar.
Entonces, ¿qué podemos y debemos hacer? LEGISLAR; establecer una ley para que la educación hasta educación media sea: GRATIS, LAICA Y OBLIGATORIA; y que de no cumplirse haya consecuencias. Una ley para establecer la obligatoriedad educativa hasta los 11 grados, sin atajos y sin excepciones.
Los padres y madres que deciden tener hijos son responsables de su crianza y educación, y el Estado les ayuda brindando los servicios educativos; entonces, no debería haber excusa para que los preadolescentes y adolescentes estén fuera del sistema educativo.
En este contexto, necesitamos un instrumento legal especial que genere presión -hasta que se normalice la cultura- para que los niños (as) en edad escolar estén en la escuela; es decir, la ley debe establecer consecuencias específicas para aquellas familias que tengan hijos en edad escolar y estén fuera del sistema educativo, como por ejemplo no tener acceso a DUI, NIT, pasaporte, trámites municipales o gubernamentales, acceso a solvencias, multas, etcétera.
La actual Ley General de Educación en su artículo 5 señala: “La Educación Parvularia y Básica es obligatoria y juntamente con la Especial será gratuita cuando la imparta el estado”; pero esto no es suficiente; el problema de deserción está en tercer ciclo y en educación media.
Una opción más práctica podría ser la reforma y ampliación de este artículo 5 en los siguientes términos: : “La Educación Parvularia, Básica y media es obligatoria y juntamente con la Especial será gratuita y laica cuando la imparta el estado (…) un Reglamento especial establecerá las consecuencias o restricciones para los padres, madres y/o representantes con potestad legal que tengan hijos menores de 18 años fuera del sistema”.
La gratuidad no implica mayor discusión y debate; no obstante, es importante incluir en la discusión la laicidad de los servicios educativos. Es relevante que la educación sea laica para establecer las bases de la formación del ciudadano, al margen de las creencias, iglesias, religiones y otros vectores antropológicamente intervinientes que puedan fragmentar el proyecto educativo nacional.
Sería importante que también el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología pudiera orientar curricularmente los programas de estudio de tercer ciclo y educación media hacia la habilitación laboral y certificación de capacidades y competencias; en efecto, muchas familias o jóvenes no tienen en sus planes ingresar o culminar una carrera universitaria.
También las universidades e institutos superiores especializados deberían diseñar soluciones técnicas y de formación continua orientadas a la habilitación laboral, con flexibilidad curricular; tal como lo hacen los Community Colleges, en donde cursos cortos técnicos poseen valor académico o créditos para que, en un futuro, la suma de esos cursos, tengan valor para una carrera técnica o universitaria.
Los modelos represivos de disciplinamiento social para corregir contextos o aplacar la violencia no suelen terminar bien; las conciencias colectivas administran y guardan los resentimientos, y al final la violencia engendra más violencia y otras respuestas colaterales. De hecho los sistemas dictatoriales o autoritarios en la historia obtuvieron respuestas de guerrillas clandestinas.
Creo que la mayoría estamos de acuerdo que educación sigue siendo la solución, y que los jóvenes necesitan oportunidades y espacios sociales, culturales, artísticos, deportivos y científicos para canalizar sus inteligencias, capacidades y expectativas.
La juventud más que una etapa en la vida es un producto social y cultural, una consecuencia de la calidez y calidad de los sistemas de crianza familiares y educativos; nadie nace malo o violento, se aprende o se reacciona ante un contexto amenazante u hostil.
El gobierno y los diputados deberían arriesgarse a pensar en otras soluciones para el futuro; algo mejor o más creativo que encarcelar a jóvenes desfavorecidos que viven en escenarios de pobreza y exclusión. Nuestras cárceles no educan, atomizan y comprimen la violencia, la estilizan, la agudizan la hacen más sofisticada.