Iván Gómez Trejo
Investigador en temas de migración.
Las irrealidades de Nicaragua
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Entre acusaciones, el diálogo en Nicaragua entre el gobierno de Daniel Ortega y la Alianza Cívica se estanca. Las demandas de la Alianza se vuelven un capricho de exigencias frente a la otra cara, la gubernamental, que les acusa de perturbar el orden público y la tranquilidad ciudadana.
Si lo vemos desde una óptica, la más objetiva posible, ambas acusaciones son tan irrealistas que lo que han provocado hasta el momento es mantener la polarización en Nicaragua.
Por un lado, es de reírse al enterarse de algunos comentarios “danielistas” que están obligados a hacer creer a la población -vía los medios de comunicación oficialista- que todo está con normalidad en Nicaragua. Que el país camina por el amor, la solidaridad y la alegría. Y que con el escudo de la fe se apagarán los dardos de fuego.
Titulan con la creación de tres mil nuevos emprendimientos; artesanos, servicios de comida, vendedoras de tortillas, panaderos etc, quienes generarán, según la Vice presidenta Rosario Murillo, un empuje a la economía nicaragüense. Lo que contrasta con la posibilidad de que 143 mil personas abandonen la cotización del Seguro Social este 2019.
Según la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES), la economía de Nicaragua, que venía creciendo al ritmo de un 5 %, podría mantenerse este año en apenas el 1 %, y eso no se publica en esos medios, nada que esté relacionado con los diferentes acercamientos que han tenido algunos influyentes empresarios nicaragüenses, así como la Nunciatura Apostólica, los que lograron después de siete meses de incertidumbre, que Daniel Ortega decidiera reabrir las puertas del dialogo y crear una ruta de trabajo.
Actualmente, cualquier concentración de personas en zonas públicas tienen que contar con el permiso de la policía; obviamente esos permisos están marcados a las manifestaciones pacíficas convocadas por la Alianza Cívica; las autoridades no conceden el permiso, ante la posibilidad, según se lee en su respuesta a la petición, porque estas pueden entorpecer la tranquilidad de la ciudadanía.
Por otro lado, dentro de la Alianza Cívica existen sectores que se han empecinado en que la salida al conflicto nicaragüense es la renuncia de Daniel Ortega, o en el mejor de los casos, el de adelantar las elecciones presidenciales previstas constitucionalmente hasta el año 2022.
A las demandas se agrega la salida de todos los detenidos y enjuiciados desde que estalló la crisis. Se habla de más de 700. Como acción del gobierno se han liberado a 150 personas, no más.
También hay otro sector de la Alianza Cívica intolerante a cualquier opinión contraria a sus demandas o que busquen otras alternativas para generar la tranquilidad en el país que se perdió en abril de 2018, fecha que inició la violencia social en la nación más segura de Centroamérica.
Esa intolerancia ha llegado hasta la Santa Sede Católica, pues muchos ciudadanos han criticado al Nuncio Apostólico de Nicaragua Stanislaw Waldemar, garante en la mesa de diálogo, de estar del lado del gobierno.
Algunos lo han culpado de no lograr la salida de todos los presos y procesados desde que estalló la crisis. Una muestra de la falta de conocimiento sobre cómo manejar una crisis social, en donde solo se ventila una vía, cuando existen otra buena cantidad de ciudadanos que se identifican como seguidores de Daniel Ortega.
Nadie de este sector social está pensando en que se está violentando el debido proceso judicial, independientemente que este es manejado por las fuerzas de Ortega. Situación diplomática de la que, por hoy, Daniel ha jugado bien sus cartas, incluyendo la promesa de hacer reformas al sistema electoral.
En pocas palabras, algunos de los movimientos sociales involucrados en este conflicto, no tienen nada qué envidiarle a las crisis que se vivió en los años ochenta, durante el periodo en que gobernó también Daniel Ortega, y que están enmarcados en la polarización entre sandinistas y “reaccionarios”.
Por otro lado, en nada ayuda a la tolerancia la opinión negativa en las redes sociales de “antidanielistas” y de “prodanielistas” y el vendaval de opiniones negativas por parte de muchos nicas radicados en el extranjero.
De momento, el diálogo se mantiene estancado o simplemente ninguna de las partes tiene buena voluntad de caminar, todo porque unos consideran el tema como tiranía y otros como un intento de golpe de Estado. Unos creen que Nicaragua va hacia el abismo, mientras el gobierno minimizó y puso un punto y aparte a la crisis desde finales de junio, luego de mandar a la calle a sus fuerzas paramilitares para romper los tranques en las carreteras y las ciudades.
En pocas palabras; para Daniel, la crisis ya pasó y lo que está haciendo es buscar mecanismos de acercamiento entre la sociedad rebelde –que solo es una estrategia para ganar tiempo y fortalecerse- y esperar las próximas elecciones presidenciales del 2022.
Por hoy, la Organización de Estados Americanos OEA, también criticada en su momento por las dos partes, ha sugerido la libertad de todos los presos como condición para su participación en el diálogo.
Mientras un cansado Nuncio Apostólico, quien fue quien lograra reiniciar el proceso, después de siete meses de estar estancado, aún dice tener fuerzas para continuar, pese a todas las críticas, en la búsqueda de una solución.
Y una jerarquía católica que decidió no participar en este nuevo proceso, se mantiene observando desde lejos.