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 2706-5421

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Susana Joma

Fotografías y video: Marvin Díaz

María Salazar, una maestra sin límites para aprender

María Antonieta Salazar Clara es una maestra salvadoreña para quien la edad no es una barrera de aprendizaje, muestra de ello es que antes de cumplir sus 78 años, se convirtió en licenciada en Psicología, de la Universidad Nacional de El Salvador. “Toda la vida, me ha gustado estudiar, conocer más cosas, innovar”, afirma Salazar, una mujer de tez morena, delgada y de hablar pausado.  

Salazar, originaria de Santo Tomás, San Salvador, cumplió así su sueño de convertirse en psicóloga graduada de la universidad estatal, uno que venía acariciando desde el año de 1981, cuando, en el marco de la guerra, se vio forzada a buscar refugio en México, el mismo camino que tomaron muchos maestros afiliados a la gremial Andes 21 de Junio, que en aquella época junto a otros gremios de trabajadores hicieron fuerte oposición al gobierno. 

La educadora, a quien Disruptiva visitó antes de cerrar 2023, aclara que si bien no era activa en la lucha, como ocurría con otros colegas, sus padres insistieron en que debía marcharse, temiendo que fuera denunciada por “algún oreja”, como se conocía a los informantes, y terminara desaparecida solo por su afiliación. 

Ella estudió el primero, segundo y tercer ciclo de Educación Básica en una escuela de su localidad, para luego realizar estudios en la Escuela Normal España, de donde en 1964 obtuvo su título de maestra. 

Antes de marcharse a México laboró en la Escuela Antonia Mendoza que fue cerrada durante el conflicto, así como en la Escuela Rubén Darío; también logró egresar de la carrera en Psicología en la UES. 

Durante su estancia en ciudad de México, la cual se extendió hasta el 2005, continúo su labor como maestra: “Nosotros estábamos viendo cómo se colaboraba para ayudar a todas las personas que salían de refugiadas de El Salvador. A mí me tocó crear una escuela de niños refugiados. Muy bonita, trabajé 17 años con esa escuela. Nos apoyaron organizaciones europeas y también el Alto Comisionado de las naciones Unidas para los Refugiados, para que los niños que llegaban no perdieran el tiempo, porque a las escuelas mexicanas no era tan fácil que los niños accedieran”. El centro de estudios que creó se denominó La Escuela de Todos los Niños. 

Sentada en un sillón, María Antonia habla del trabajo que hacía con sus estudiantes en el aula, los almuerzos del mediodía, los refrigerios que se servían, y que decir de los obsequios que preparaban para ellos en Navidad y el Día del Niño, pasando por ropa, juguetes, cuadernos, que obtenían a través de donaciones. 

“Tocó aplicar los conocimientos (de Psicología) para darles terapias de apoyo (a los niños) y para ayudar a los padres de familia también”, detalló. 

A lo largo de sus 17 años ayudando a sus compatriotas nunca perdió la visión de seguir estudiando. Motivada por el consejo de una amiga mexicana y por las oportunidades que se le abrieron, pudo graduarse de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) como licenciada en Ciencias de la Educación y, además, tomar varios cursos entre ellos: adolescencia y aprendizaje, desarrollo del niño, didáctica general y desarrollo de la lingüística del castellano. Sin embargo, siempre mantuvo firme en su mente la idea de terminar su carrera de psicología en la universidad pública de El Salvador. 

¿Qué motivó su regreso?  

“Las instituciones que ayudaban a la escuela, en la alimentación, o en útiles, en todas las cosas, en el pago del alquiler de la casa donde estaba la escuela, creían que con los Acuerdos de Paz ya se había solucionado todo (en El Salvador)”, explica la educadora sobre cómo llegó el cierre de la escuela para refugiados. 

Al finalizar el proyecto de la escuela, siempre con apoyo de amigos, se defendió impartiendo clases particulares de dibujo y pintura en un colegio; estas es una habilidad que descubrió antes de marcharse en calidad de refugiada, pero que tuvo la oportunidad de cultivar en esas tierras de la mano de un maestro refugiado boliviano casado con una mexicana. 

“Yo sentí que el refugio no es lo mismo que estar en su país, pero claro que uno trata de ver lo mejor de, aprender nuevas situaciones, aprender a defenderse, aprender cosas nuevas también”, comenta. 

Antes de regresar, hizo gestiones, incluso mandó un anteproyecto de graduación a la UES, con miras a graduarse, algo que no logró concretar porque en medio de la burocracia institucional dieron por perdido el documento. Una vez llegó al país volvió a tocar las puertas del alma mater para terminar su carrera; sin embargo, las reglas y planes de estudio en este centro universitario ya habían cambiado, tuvo que hacer sus prácticas profesionales, además desarrollar el trabajo de graduación. 

La educadora combinó sus esfuerzos de desarrollo profesional con la enseñanza; siempre tras su retorno, entre 2005 y 2009, luchó por entrar a trabajar en una escuela pública, así llegó al Centro Escolar Jorge Lardé, de San Jacinto. Ahí a los escolares de tercer ciclo del turno vespertino les impartió varias asignaturas, pero también desarrolló sus prácticas y aplicar su proyecto de graduación enfocado en la educación sexual. 

Ella ha impartido las asignaturas de Matemáticas, Biología. Lenguaje y Ciencias Sociales. En esta última se preparó cuando el Ministerio de Educación desarrolló un proyecto de formación docente que permitió a los maestros especializarse en áreas distintas a su formación inicial, para poder tener más oportunidades de empleo. 

“Entonces estudiaba los sábados, desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde. A mí me tocó aquí en el Albert Camus, en San Antonio Abad”, precisa. 

En 2020, en medio de la pandemia, ella estaba de lleno con sus estudios y ni siquiera el hecho de que todo se tenía que trabajar en línea la detuvo. Ante la falta de computadora tuvo que auxiliarse de un celular para poder avanzar; en este punto agradece la ayuda de la licenciada Rosana Galdámez. “Yo le mandaba mis informes por correo (electrónico), los revisaba y después teníamos reunión donde me orientaba qué es lo que seguía”, apunta. En 2021 empezó su trabajo de graduación y sobreponiéndose a tanto contratiempo administrativo generado por la pandemia lo defendió con éxito el 22 de noviembre de 2023. 

Aunque el año pasado la profesora María Antonia se retiró del ejercicio docente en las aulas del sistema educativo público, está dispuesta a seguir estudiando y aportando a la sociedad. No descarta abrir una clínica para atender situaciones educacionales, o dedicarse a dar clases de dibujo y pintura en Santo Tomás. 

“Toda la vida me ha gustado estudiar, conocer más cosas, innovar, por eso siento que con las generaciones con las que he estado trabajando, a pesar de que soy mayor, siempre los he entendido. Para estar allá en México tuvimos que aprender la historia mexicana, muchas costumbres, comida”, recuerda. 

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