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 2706-5421

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Oscar Picardo

Media Break point…

La transformación digital que viven nuestras sociedades están modificando varios patrones sociológicos; uno de ellos es la comunicación. Ya el destacado sociólogo Manuel Castells en sus tres tomos de “La era de la Información”: La Sociedad Red (1996), El Poder de la Identidad (1997), y Fin de Milenio (1998), nos anunciaba lo que se venía…

Internet -y ahora con más beligerancia Inteligencia Artificial, Metaverso y Blockchain- cambió la economía y la política, trastocando otros sistemas sociales importantes: cultura, educación, entretenimiento, comunicaciones, deportes, etcétera.

Los sistemas de comunicación a nivel global viven un “Break Point”, o punto de quiebre, se trata de una situación de ruptura ocasionada por el paradigma digital que se despliega; y los cambios son profundos, veamos algunos escenarios.

A partir de los años 90, los gobiernos distribuían su pauta publicitaria en los canales clásicos de comunicación: Televisión, prensa escrita y radio. Hoy, en plena cuarta revolución, la pauta publicitaria se ha movido a las redes sociales, sobre todo a activistas digitales, influencers o youtubers. Los millones que antes se iban a firmas convencionales o corporaciones de comunicación hoy se han democratizado y migran a Facebook, Instagram, Twitter, TikTok o YouTube.

Pero hay un problema grave de calidad y ética; esta nueva forma de hacer comunicaciones no tiene filtros ni controles; y aquí aparecen las “legiones de idiotas” de Umberto Eco y las Fake News. También se ha perdido la “responsabilidad profesional periodística”. Hoy cualquiera posee un canal, un micrófono y una audiencia; hoy se vale todo y caminamos hacia un caos comunicacional.

La pauta gubernamental -La menta Grande- era un sistema de premios y castigo de la cultura política; el principio era básico: Me alabas te doy, me criticas te excluyo…; plumas pagadas, reportajes con dedicatoria, analistas prepago, persecuciones mediáticas, difamaciones formales, eran parte de la reglas del juego entre políticos y periodistas (o propietarios de medios).

Pero hoy aparecen otros problemas más graves de anonimato y dispersión ubicua de noticias, unido a causas digitales de “odiadores profesionales”. Se trata de un “pseudoperiodismo” que presenta noticias y lecturas sesgadas de la realidad, maquilladas y virales. 

Por otro lado, la gente lee menos y tiene más preferencia por el video y textos cortos; en este contexto, el periodismo de investigación que presenta crónicas extensas pierde fuerza en las audiencias amplias, aunque es esencial para escenarios judiciales y políticos. Obviamente, todo esto sucede y se antagoniza más en sociedades poco educadas; en efecto, a menor escolaridad más oportunidades de consumir basura digital disfrazada de periodismo.

El pronóstico es reservado: Da la impresión que los canales locales de televisión se agotarán o simplificarán a franjas mínimas; los tradicionales medios impresos desaparecerán, migrando su formato hacia plataformas digitales; y la radio será un recurso casual para momentos de tráfico…

Pero más allá de este apocalipsis, la profesión periodística fue, es y será clave para saber lo que los políticos no quieren que sepamos. El asunto es cómo se convierte o se renueva el oficio en esta circunstancia de transformación digital; cómo compite con las granjas de troles o con los cientos de videos “bayuncos” que se producen al día para viralizar mentiras y propaganda.

El periodismo es un sobreviviente…, sabe como coexistir en condiciones de guerra, terrorismo, dictaduras o persecución; en no pocas veces el costo es altísimo; lo vemos en el México contemporáneo, en dónde los periodistas son asesinados por narcotraficantes o por políticos y empresarios corruptos, y, a pesar de ello, se sigue haciendo periodismo.

Hoy necesitamos un nuevo periodismo: 1) de datos breves y contundentes; 2) basado en evidencia fuerte; 3) con presencia en todas las redes sociales; 4) con un sólido respaldo ético (sin techos de vidrio); 5) con una sólida capacidad de contrastes. Un buen ejemplo de “modelo comunicacional” era Inna Afinagenova y su programa de RT «Ahí les va» (conste, que hoy se fue todo al traste con su nuevo socio Pablo Iglesias…), insisto, me refiero sólo al modelo comunicacional.

Los periodistas tienen que luchar contra tres enemigos: la posverdad; la ingeniería lingüística de la neolengua; y con la ideologización; o como anotara Moisés Naím contra el populismo, la polarización y la posverdad, los nuevos jinetes de la realpolitik digital. Además, en un escenario de democracia deslegitimada y debilitada, en dónde cualquier demente o megalómano llega al poder y lo concentra de forma total.

El periodismo no se enfrenta a una audiencia normal o tradicional pasiva, hoy se sitúa frente a hinchas -en inglés Fandom-; fanáticos afectados por las redes sociales que han encontrado un nuevo lugar sociológico; esta relación emocional, no solo es mucho más fuerte que las relaciones políticas partidarias tradicionales, sino que se ha convertido en la nueva identidad de las personas. Antes no eran nadie, hoy tienen una plataforma, una voz y una capacidad de relacionarse e interactuar a través de la redes, con diversas identidades y siendo además protagonistas en la creación o difusión de contenido digital.

El punto de quiebre está dado, no hay vuelta atrás, sólo habrá que definir la nueva caja de herramientas de supervivencia periodística; es una tarea estratégica y operativa a la vez, y requiere pensar el periodismo y no seguir haciendo lo mismo. La buena noticia que no debemos olvidar es que el periodismo sigue siendo temido por los corruptos, la evidencia está sobre la mesa, los quieren amedrentar y destruir, los atacan, los persiguen, parece que están haciendo muy bien su trabajo…

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

 

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