Óscar Picardo
Nice Story. Now Show Me the Data
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- , Ciencia, Disruptores, Educación
El dato es, según el New Collegiate Dictionary de Webster la: “información fáctica (como mediciones o estadísticas) utilizados como base para el razonamiento, la discusión o el cálculo”; otros diccionarios definen los datos como la «unidad básica de información”.
Algunos académicos creen que los datos por sí solos no tienen valor y sólo cuando se organizan e interpretan adquieren significado y se convierten en información. Al examinar de cerca los datos, podemos encontrar patrones para percibir información, y luego la información se puede utilizar para mejorar el conocimiento (The Free On-line Diccionario de Computación, 2005).
Por ejemplo: “6” es un dato; pero que sólo “6” de cada 10 estudiantes abandonan la escuela en tercer ciclo, es información. El dato se transforma en información y la información en conocimiento o sabiduría.
Lo que se ha evidenciado en disciplinas como educación, salud pública, o economía es la importancia y el reconocimiento de contar con datos en cantidad y calidad, ya sean estadísticos o descriptivos, es necesario para establecer líneas de base, identificar acciones efectivas, establecer metas y objetivos, monitorear el progreso y evaluar los impactos (Banco Mundial).
En los círculos de investigación ha habido un debate a largo plazo sobre los méritos de datos cuantitativos y cualitativos. Las influencias clave se basan en cómo los investigadores fueron enseñados. Hay momentos en que un enfoque cuantitativo se adaptará mejor a la situación y viceversa; o en no pocos casos se complementan.
Hay una variedad de estrategias para los análisis cuantitativos y cualitativos: Visualizing the Data; Exploratory Analyses; Trend Analysis; entre otras. Asimismo, un enfoque estrictamente lineal para el análisis de datos permite una buena estructura y organización; aunque un enfoque cíclico proporciona mucha más flexibilidad a la naturaleza de la toma de decisiones y también incluye más y diferentes tipos de decisiones a tomar.
El ingeniero, físico y matemático William Edwards Deming acuñó la frase: “En Dios Confiamos, los demás deben traer datos”; y es que en nuestro medio hay mucha gente imaginativa y no menos políticos mentirosos.
En el mundo de las políticas públicas y programas de gobierno hay muchas “lindas historias de éxito” o “buenas prácticas”, pero cuando examinamos la data, no hay evidencia sólida que dicha experiencia o fenómeno tenga un impacto real en la vida de las personas o sea replicable.
Hace varios años fui a dirigir una evaluación de impacto en un país de la región de un programa de bouchers, implementado por un reconocido organismo bilateral; analizamos los datos de pruebas estandarizadas para medir el impacto frente a un municipio de grupo de control, y lamentablemente no había resultados favorables, buscamos por todos los rincones demográficos: sexo, grado, y nada; pero por arte de magia y a conveniencia del financiador se hizo un informe tímidamente positivo pero radicalmente falso. Por eso estamos como estamos.
Los políticos y no pocos cooperantes copian y diseñan políticas o programas ineficientes, sin análisis de costo-beneficio y sin tasa de retorno; luego empaquetan todo bien bonito con fotos, videos y recursos comunicacionales. Gastan millones y la vida de los más pobres y excluidos no cambia. Esta historia se ha repetido muchas veces.
Hoy está de moda, en el mundo de la cooperación internacional, las políticas y programas “basadas en evidencia”; dimos un importante paso, pero ojalá no maquillen los datos de entrada –líneas de base- ni los datos de salida –impacto-.
Por esta razón es muy importante contar con datos “válidos y confiables”, como los que generaba la Dirección General de Estadística y Censo (DIGESTYC); sobre todo la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples. Estas entidades deben estar lejos de la política para que no contaminen ni manipulen los resultados.
No hay nada peor para un político incompetente -de los que abundan en nuestro medio-, que una data sólida e independiente, que presente la realidad tal cual es sin ambigüedades ni fabricación adulterada. Los políticos mienten y mucho, y además tienen un pobre manejo estadístico y matemático.
En las memorias de labores e informes internacionales, las fotos de niños y niñas sonrientes son más importantes que los datos y sus tendencias; cuando examinamos en la última década el avance de la escolaridad promedio o del alfabetismo, los datos de deserción, las tasas de morbilidad o mortalidad, la cantidad de niñas embarazadas o el flujo de migrantes, los presupuestos de universidades públicas o el costo promedio anual de un escolar versus de un privado de libertad, encontramos una foto panorámica borrosa y desfigurada. No sucede lo mismo cuando en un caso judicial se presenta el crecimiento patrimonial de un político corrupto; todo mejoró y cambió en su vida; pagó sus deudas, viajó, sus hijos estudiaron en instituciones de primer mundo, ostenta vehículos de lujo, entre otras cositas.
Ya no nos enseñen historias bonitas, muestren y defiendan sus políticas públicas y programas con datos; muchos son creyentes, pero lamentablemente necesitamos datos. Podemos tener un hospital de maravilla, pero con una tasa de mortalidad altísima, o una escuela sin brecha digital en donde los estudiantes no han aprendido nada. No nos confundamos, parafraseando a Aldous Huxley: “Los hechos no dejan de existir porque se escondan, manipulen o ignoren”, pese a que hayan “mentiras, malditas mentiras y estadísticas.” (M. Twain)
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