Foto_Nohel_2-1

«No eres tu, soy yo»

Comparte disruptiva

Compartir en facebook
Compartir en twitter
Compartir en linkedin
Compartir en pinterest
Compartir en print
Compartir en email

El micromachismo es, de forma simple, un amplio abanico de conductas que sirven como caldo de cultivo para formas de violencia de género y machismos más fuertes – en términos de intensidad. Esto no quiere decir que sea inofensivo, sino que es más difícil de identificar por su profunda naturalización.

Debido a esta naturaleza subrepticia, pienso que es didáctico discutirlo a través de un ejemplo. Hay momentos en las relaciones afectivas especialmente complejos. Uno de esos momentos aparece con una frase que parece ya estar vetada de las conversaciones sentimentales. Esta ha sido estigmatizada durante mucho tiempo, y hoy en día cuando la escuchamos, no podemos evitar mostrar desconfianza.

Esa frase es: «No eres tú, soy yo». Pienso que hablo por las mayorías cuando escribo, todos la hemos escuchado más de alguna vez. Pero haciendo un ejercicio de memoria, en muchas de las ocasiones, cuando la he escuchado o la he dicho, inmediatamente después alguna o ambas partes hemos reído. Las razones serán muchas, y sin lugar a duda el contexto juega un papel importante, pero pienso que hay un elemento particular detrás de esta situación.

La creencia que todas las personas debemos estar siempre bien con nosotros mismos. Así de simple, y así de reduccionista. No podemos pasar por conflictos internos, no podemos sentirnos inseguros, no podemos dudar de nuestras decisiones, no podemos tener traumas por experiencias pasadas, no podemos experimentar… En resumen, no podemos construirnos y deconstruirnos como seres humanos.

Y si todo lo anterior es prohibido, mucho menos podemos conocer a otra persona cuando estamos pasando por esos momentos. Porque claro, ¿quién no tiene control total de su vida y de las personas que conoce en ella? «No eres tú, soy yo», es una forma sencilla para poder expresar esos momentos de autodescubrimiento. Es una forma para externar que nuestros conflictos internos nos impiden entablar relaciones saludables con otras personas.

Luego de pensar sobre ello, me doy cuenta la carga machista que existe atrás de la estigmatización de esa frase. Las personas no pueden decirla – y en especial las mujeres, porque en gran medida no debemos expresar nuestros sentimientos públicamente – recordemos que la concepción machista de fuerza es no ser afectado sentimentalmente por nada, y siempre debemos estar dispuestos a cumplir con los deseos de los demás.

Esto es desconcertante, porque los individuos no están preocupados por sus parejas o citas casuales – así es, tener una cita casual no significa que la otra persona o tu no deben ser tratados con respeto. Esta es una discusión que pienso relevante, pero no es una sobre la cual sea mi costumbre escribir. Quizás porque dentro de mí, y mis remanentes de masculinidad machista – tal vez debido a algunos micromachismos que faltan ser descubiertos – todavía tengo la idea que no son temas públicos y lo suficientemente serios para un espacio de discusión respetable.

Sin embargo, pienso que debemos tanto hombres como mujeres, luchar diariamente en la deconstrucción de la cultura machista que hemos normalizado. Pero esto no pasa por buscar malabares retóricos para explicarle a nuestra pareja que no estamos bien con nosotros mismos. Sino por una repartición de tareas y discusión de temáticas, donde podamos construir nuevas masculinidades, donde podamos entender como contraparte que las demás personas no nacen para satisfacer nuestros deseos y donde entendamos que la lucha contra las estructuras sociales jerárquicas es un deber del ser humano, sin ninguna etiqueta más.

Finalmente, el mensaje que resume la idea principal de este texto es el siguiente: Cuestionemos TODO, seamos unos revolucionarios epistemológicos. No podemos actuar de acuerdo a la inercia social que crea nuestro ámbito cultural. Debemos ser capaces de vaciar esas costumbres y valores sobre la mesa y diseccionarlas.

Solo así podremos analizar cuales son benéficas para nosotros, para los demás y para la sociedad. Solo así podremos ser un poco menos individuos racionales, y podremos empezar a ser un poco más ciudadanos humanistas. Así podremos decir sin miedo a risas o juzgamiento, más seguido y en público: «No eres tú, soy yo».