Wilson Sandoval

Parte II: Deliberación y participación para una América Latina inclusiva

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¿Cuál es la situación de la ciudadanía en Latino América con relación a la ausencia de libertad debido a la pobreza? Para responder a esa pregunta, se analiza de manera muy breve la situación de pobreza en la región a partir del Índice de Pobreza Multidimensional. Esta metodología considera que cada persona de un determinado hogar se clasifica como pobre o no, dependiendo de la cantidad de privaciones a las que está sometida su familia (PNUD, 2010). Esta metodología es una propuesta de Alkire y Foster (2007), la cual basándose en las privaciones que los hogares sufren (o individuos), permite generar perfiles de carencias en dimensiones que determinan el bienestar.

Uno de los enfoques que se utilizan, precisamente para aplicar la metodología, es el enfoque de capacidades mediante la selección de diferentes dimensiones que terminan por retomar las capacidades centrales propuestas por Nussbaum. Sin embargo, para Sen (2000) estas dimensiones no son consideradas como una lista cerrada o exclusiva de capacidades, sino que son un punto de partida que permiten guiar los trabajos de evaluación y comparación sobre diferentes temas que afectan el desarrollo humano, como la calidad de vida, la pobreza extrema o el acceso a servicios sanitarios, entre otros.

De tal explicación y ejemplificación, se colige que el índice en esencia refleja la proporción de personas que son pobres en varias dimensiones y el número promedio de privaciones que experimenta cada hogar pobre cobrando especial interés dos elementos: la incidencia e intensidad de la pobreza, siendo la primera la proporción de personas que son pobres en varias dimensiones; y la segunda, que indica el porcentaje de privaciones que experimentan los hogares identificados como pobres. Así, en región de Latino América y tomando en cuenta 17 países, se tiene que Para el año 2012, aproximadamente un 28 % de la población estaba en situación de pobreza multidimensional. Las mayores incidencias se encontraban en Nicaragua (74,1 %), Honduras (70,5 %), Guatemala (70,3 %), y el Estado Plurinacional de Bolivia (58 %), y las incidencias más bajas se verificaban en Chile (6,8 %),  Argentina (8,1 %),  Uruguay (9 %), Brasil (14,5 %) y Costa Rica (14,9 %) (CEPAL, 2014).

Con respecto a la intensidad de la pobreza, de acuerdo con los últimos datos recogidos en el Índice de Pobreza Multidimensional de países en desarrollo en el Informe de Desarrollo Humano 2016, en la región de América Latina, las mayores intensidades se encontraban en Haití (48,1%), Honduras (47,4%), Nicaragua (45,6%), Colombia (42,2%), República Dominicana (41,6%) y Perú (41,4%). Lo que los datos reflejan, en primer lugar, es que la pobreza América Latina, en efecto constituye un obstáculo para alcanzar la libertad y por lo tanto una buena vida humana y en segundo lugar, desde una perspectiva más acuciosa, por ejemplo en países como Nicaragua, Honduras y Haití los hogares en pobreza multidimensional, reflejan una tasa alarmante de combinación de privaciones de capacidades asociadas a dimensiones como vivienda, servicios básicos, estándar de vida, educación y empleo y protección social, siendo identificable en los países con las tasas de pobreza más altas, un porcentaje promedio de privaciones que supera el 45% (ídem).

Esto significa que en promedio los pobres multidimensionales son privados en más de dos dimensiones completas. Si se analizan las dimensiones en específico, por ejemplo en cuanto a las privaciones en la dimensión de vivienda, El Salvador, Honduras, Bolivia, Perú, Guatemala y Nicaragua, cada uno en su último año de observación, tuvieron entre el 20 % y el 40 % de las personas en hogares pobres con materiales de pared precarios, y con relación a los servicios básicos, las privaciones en energía y en saneamiento muestran los niveles más altos, siendo la proporción de hogares pobres y privados en saneamiento del 55 % en Nicaragua en 2009 y 37 % en Bolivia en 2011, mientras que en Guatemala, El Salvador, Paraguay, México y Honduras tenían entre 20 % y 30 % de las personas en hogares pobres con servicios de saneamiento privados (Santos, 2015). Si se toma la dimensión de educación, la escolarización de adultos es el indicador con niveles sustancialmente más altos de privación. En Guatemala, Honduras y Nicaragua había entre 50 y 64 % de personas en hogares pobres privados de educación; 39 % en El Salvador, 20 % a 30% en México, Bolivia, Paraguay, Colombia, República Dominicana y Ecuador; 10 a 20 % en Perú, Costa Rica, Venezuela y Brasil, y 8 % o menos, en Chile, Argentina y Uruguay (ídem).

Con lo anterior, se puede explicar que la pobreza a nivel “operativo” constituye un obstáculo para alcanzar la libertad, entiendo que las capacidades que una persona puede poner en funcionamiento son la base para la dinámica de poder “hacer”, siendo tal dinámica la que dota de dignidad a la persona humana al verse esta como un fin y no como un medio, tal como se encuentra definido en la perspectiva del capital humano que difiere de la perspectiva de la capacidad humana en la cual el fin prioritario es la expansión de la libertad garantizando el poder “hacer” (Conill, 2004). De acuerdo con esto, la pobreza limita el poder de disponer o poder efectivo de decidir, lo que implica la presencia de una carencia o privación de capacidades humanas para lograr determinadas realizaciones a partir de un abanico de oportunidades entre las cuales las personas realizan elecciones, dicho de otra forma, las realizaciones están referidas a diversas dimensiones del ser y el hacer, esto es a las diversas condiciones de vida, que pueden ser logradas o no, en tanto que las capacidades, están referidas a nuestra habilidad de lograr dichas condiciones de vida, siendo así una realización un “logro” y las capacidades, las habilidades que permiten “lograr”.