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 2706-5421

educacion evaluacion
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Óscar Picardo

Pensar lo pedagógico…

“La educación es la culpable, casi siempre, de desviar a la gente de sus talentos”.

“Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación formal”.

Hacemos educación para formar ciudadanos y no para pasar evaluaciones…; buscamos crear un entorno de aprendizaje para fomentar el pensamiento crítico, la autonomía, la capacidad de asombro, la problematización, la perseverancia y las habilidades sociales y colaborativas. Para lograr este desafío es fundamental valorar cinco componentes pedagógicos.

1.- Tiempo efectivo de aprendizaje: El docente debe maximizar el tiempo de aprendizaje al asegurarse de que la mayoría de los estudiantes estén enfocados en la tarea y ofrecerles una actividad de aprendizaje durante la mayoría del tiempo. Esto implica planificar y cumplir el calendario educativo o escolar y darle sentido didáctico a la mayor cantidad de oportunidades y hechos cotidianos que se presenten como oportunidades para el aprendizaje. Todo puede educar.

2.- Ambiente de aprendizaje: El docente debe fomentar un ambiente en el aula donde los estudiantes se pueden sentir emocionalmente seguros, a gusto y apoyados. Al mismo tiempo, todos los alumnos (as) deben sentirse integrados y bienvenidos, ya que el docente debe tratar a todos con respeto, utilizando lenguaje positivo y responder a las necesidades de cada uno de los estudiantes. El ambiente educa, su estética y su micro-cultura.

3.- Convivencia: El aula es un espacio de convivencia y el docente debe establecer expectativas claras de comportamiento para las actividades o rutinas del aula. Debe promover el respeto mutuo y el buen comportamiento, estableciendo las expectativas de la conducta esperada e indicando en el momento oportuno el comportamiento indeseado. Los humanos somos complejos, y el rol del docente es saber moderar los ímpetus de cada uno de modo prudente y firme.

4.- Provocar el aprendizaje: La principal responsabilidad del docente es facilitar el aprendizaje para promover la comprensión y aplicación de los nuevos conocimientos; debe ofrecer explicaciones claras de los conceptos, y conectar lo que se está aprendiendo con otros conocimientos o con las experiencias personales. El docente está llamado a modelar demostrando, acompañando, ayudando, corrigiendo y estimulando. El aprendizaje se logra cuando el cerebro se emociona, entonces el docente debe manejar el arte dual de la inteligencia sentiente.

5.- Verificar el conocimiento, comprensión y aplicación del aprendizaje: El docente hace preguntas y ofrece indicaciones y utiliza diversas estrategias para determinar el nivel de entendimiento de los estudiantes. Evalúa, pero lo hace en un sentido constructivo, para identificar vacíos y superarlos. El docente monitorea a todos los estudiantes durante las actividades de aprendizaje individuales o grupales. El docente ajusta su enseñanza al nivel de cada inteligencia. También retroalimenta, realiza comentarios específicos o da indicaciones para ayudar a identificar confusiones, comprender sus logros y guiar los procesos de pensamiento para promover el aprendizaje.

Todo lo anterior parte de: I.- una visión filosófica educativa: cómo comprendemos e interpretamos la realidad y el hecho educativo; desde qué corriente de pensamiento; y desde ciertos límites y alcances epistemológicos, metafísicos y éticos; II.- una visión antropológica: que propone un marco de ideas sobre el ser humano que se educa y que es educado por otro; y III.- una visión psicológica: que da cuentas de un modelo para comprender los comportamientos, las relaciones emocionales y el propio proceso de aprendizaje.

La preocupación por los “fundamentos de la educación” se fue perdiendo poco a poco; hoy estamos frente a un paradigma pragmático que se preocupa simplemente por cumplir objetivos, estándares, capacidades o conocimientos, a partir de programas afectados por ciertas métricas sin mayor sentido, por capacitaciones a la medida basa en modas y en libros de texto que se apeguen al guion. A inicios de los 90 abandonamos el conductismo lancasteriano y asumimos el constructivismo superficial; era la tormenta perfecta para el descalabro educativo.

El sistema educativo ha extraviado su “espíritu”, quizá nos tomamos muy enserio a Víctor Hugo: “El sentido común no es resultado de la educación”. Tiene poca mística y está preocupado por algunas cifras descontextualizadas o por los rankings nacionales o internacionales. Las altas autoridades públicas buscan buena prensa, y cada año mueven los indicadores de los compromisos internacionales para quedar más o menos bien. Los problemas reales educativos siguen intactos.

Desde mediados de los 90 comenzó la preocupación por las tecnologías del aprendizaje; luego, la informática social educativa (B. Kling) llegó a un punto altísimo con el nuevo milenio; en 2003 publicamos una advertencia en el Instituto Interdisciplinario de Internet de la Universitat Oberta de Catalunya: “pedagogía informacional”; posteriormente surgió la gamificación, flipped classroom, blended learning, MOOC´s (Massive Online Open Courses) y las plataformas online Sakai, Blackboard, Moodle; y hoy todo está de cabeza con  Machine Learning e Inteligencia Artificial.

Los docentes compiten con YouTube y en clara desventaja por falta de habilidades digitales; mientras que los padres y madres, en los niveles escolares, están más preocupados por el autoestima de sus hijos que por si aprenden algo útil para la vida. Un sistema proteccionista y de Derechos fundamentales eliminaron la disciplina clásica escolar y ahora todo se debe tratar con pinzas, sino proceden demandas; al final, los docentes mejor no se complican: ¿Qué quieren, que necesitan, qué desean…?, eso les damos…

Por eso estamos como estamos; lo que sucede en el mundo democrático no es casualidad, los desequilibrios, extremismos y abusos -léase Italia, Brasil, Argentina, Nicaragua, Guatemala, Honduras, El Salvador, etcétera- son el producto de sistemas educativos autómatas y acríticos, que no forman en ciudadanía, y que intentan funcionar como simples “ascensores sociales” (M. Baró). La gente busca un título, un cartón, sin esfuerzo; incluso, muchos ni lo necesitan pese a sus grandes responsabilidades públicas y privadas, valoran más el acto de graduación que los conocimientos adquiridos. Parece que estudiar es una pérdida de tiempo, y si conocieran la Tasa Interna de Retorno (TIR) de cada nivel educativo, la situación sería mucho peor.

Sólo en el mundo universitario hay demasiada gente enseñando contenidos que nunca los han experimentado en sus vidas; ¿Qué han innovado los que enseñan innovación…?; y en los niveles de Media y Básica enseñamos contenidos cuyos docentes no saben cómo se aplican en la vida real, pero hay que aprenderlos porque están en el programa.     

Necesitamos una pedagogía, que permita al menos dos cosas: a) que la persona se realice y logre su bienestar; y b) que en un futuro tengamos más patentes y seamos productivos. “Se comprende mucho mejor un mapa, cuando se le puede hacer por uno mismo. El mejor recurso para comprender, es producir” (Immanuel Kant).

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