Número ISSN |
 2706-5421

quieneres

¿Quién eres…?

Sería extraño que nos preguntáramos ¿quiénes somos?…; la psicología, la antropología y la filosofía poseen múltiples y diversas respuestas teóricas para explicar qué o quién es el ser humano; pero la idea de esta reflexión no es acudir solamente a los pensadores clásicos, sino intentar que el lector se cuestione sobre su ser y actuar, sobre su identidad y sus relaciones, sobre su conducta y percepciones. Se trata de un ejercicio epistemológico sobre el entendimiento humano, pero sobre sí mismo.  

Freud con el “ello”, el “yo” y el “superyó” intentó explicar el comportamiento psíquico humano. El “Ello” es una manifestación inconsciente, primitiva y en conflicto de pulsiones y deseos (en el sistema “Triuno” lo reptiliano de MacLean); el “superyó” es la instancia moral, inquisidora o enjuiciadora que proviene de la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales; y el “yo” es la mediadora entre las pulsiones y deseos (ello) y las demandas normativas (superyó). A veces parece que funcionamos así, hay fuerzas impulsoras y fuerzas restrictivas en nuestras respuestas. 

Pero hay otras fotos más cotidianas de nuestra forma de ser, personalidad o temperamento; es probable que también seamos una compleja mezcla de tres factores: a) Lo que somos desde el punto de vista genético; b) lo que nosotros mismos creemos que somos; y c) lo que los demás creen que somos. A veces actuamos para los demás, o los demás nos configuran y presionan a ser de determinado modo.  

Desde hace muchos años ha existido una preocupación por el temperamento; Hipócrates (460-370 a. C.) y Galeno (129-200) distinguían cuatro tipos de temperamentos: Sanguíneos (humor variable); Melancólicos (tristes o soñadores); Coléricos (voluntad e impulsos); y Flemáticos (calculadores o apáticos). Puede que las categorías de esta taxonomía sean muy antiguas, pero sigue siendo válidas. 

Pero en el escenario de nuestra forma de ser también aparecen las emociones, como reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación del individuo cuando percibe una persona, objeto, lugar, suceso o recuerdo. Paul Ekman y colaboradores (1983) propusieron patrones para seis emociones básicas que parecen ser biológicamente y universales en todas las culturas: sorpresa; asco; tristeza; ira; miedo; y alegría o felicidad. 

Para terminar de complicar la situación, el psicólogo cognitivo Albert Ellis (1913-2007), explica por qué las personas, pese a vivir un mismo evento, pueden desarrollar respuestas diferentes en función de sus propias creencias o sistemas de ideas. El modelo ABC de Ellis se basa en tres componentes de ajuste psicosocial: 1) Acontecimiento activador; 2) Sistema de creencias e ideas (Beliefs); y 3) Consecuencias. 

En realidad y en síntesis, nosotros somos y nos descubrimos en los demás, en la alteridad diría Emanuel Levinás; son los otros el espejo de nuestras palabras y acciones; son los otros los que nos etiquetan, alaban o critican; son los otros los que le dan sentido a nuestra vida. Son los otros los que nos estimulan o frenan. Necesitamos de la alteridad para ser y para descubrir que existimos. 

Los genotipos heredados de nuestro padre y madre, nuestra familia, la religión, la comunidad, las creencias y costumbres de nuestra cultura, la escuela, los docentes, las experiencias, la salud, las condiciones socioeconómicas, las amistades, nos han moldeado y esculpido creando perfiles neuro-evolutivos, sostiene Mel Levine en “Mentes diferentes, aprendizajes diferentes”. 

Pero también nuestro cerebro o nuestra mente controla, define, regula y proyecta un modo de ser; funciona de manera plástica con tormentas eléctricas autocontroladas, codificando y decodificando símbolos; generando imágenes internas del mundo externo; imágenes cambiantes en tiempo real. La percepción en el cerebro funciona como la validación de imágenes externas. Estas propiedades eléctricas del cerebro son la oscilación, la resonancia, la ritmicidad y la coherencia. 

El cerebro predice; y la “predicción” –espacial y temporal- es la función primordial; así, la inteligencia no es otra cosa que la aplicación de reglas tácticas teleceptivas de supervivencia y movimiento en relación con el entorno (decisiones). La predicción de eventos futuros es esencial para la supervivencia. Predicción es un pronóstico de lo que pueda suceder. En las decisiones cotidianas utilizamos la predicción; el cerebro recibe la información, divide, selecciona e implementa su atención en base a importancia para tomar decisiones momentáneas y para sincronizarse con el medio exterior o responder. 

Al final sabemos que hay muchas inteligencias, quizá más de las que definió Howard Gardner, y que esta inteligencia se vehiculiza en nuestra forma de comportarnos, aprender y ser. Son inteligencias sentientes: lógica y pasión; racionalismo y fanatismo; afabilidad y violencia; entre otras muchas dicotomías. 

¿Soy así porque me hicieron de este modo?, ¿quién soy?, ¿soy un producto de esta sociedad?, ¿puedo emanciparme o cambiar?, ¿por qué la gente mata?, ¿legalmente, somos iguales o diferentes?, son demasiadas preguntas y son difíciles, y parece que no tenemos tiempo de responder por qué tenemos mucho qué hacer, por qué tenemos que ver y contestar muchos contenidos en las redes sociales, por qué debemos trabajar y hacer dinero. Y así, la vida se va, sin saber posiblemente quiénes fuimos y a qué vinimos a este mundo… 

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