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Óscar Picardo

República de la Mentira…

Según el diccionario de la RAE, mentir tiene varias acepciones: Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa; inducir al error; fingir o aparentar; falsificar algo; faltar a lo prometido; en síntesis: Decir deliberadamente lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa que es verdad con el fin de engañar a alguien. 

También conocemos el trastorno del comportamiento llamado “Mitomanía”; se trata de una adicción a mentir de modo sistemático. Otro fenómeno asociado a este problema es la “mendacidad” o mentira patológica, a través de la cual el sujeto cree firmemente en ella, fabrica verdaderas confabulaciones, y se desarrolla en su personalidad esquemas seudólogos fantásticos o personalidades mitómanas. 

En opinión del psicólogo Dr. Juan Moisés de la Serna: “Los mentirosos patológicos falsean la realidad como vía de escape, para obtener atención e incluso admiración, y entran en un círculo vicioso que les acaba dejando solos en el laberinto de sus mentiras”. 

¿Cuáles son los mecanismos psicológicos que actúan al construir una mentira? Según los especialistas, se eligen leer aquellos fenómenos de la realidad de la manera que más se acercan a las creencias previas; la mentira comienza desde la niñez y siempre tiene un propósito, un objetivo; se alimentan creencias que generan grietas en nuestra mente. 

El Dr. Marcelo Cetkovich, neurocientífico argentino, señala que para mentir, se tiene que poder ponerse en el lugar del otro, saber que la mentira va a funcionar y que el destinatario la va a creer; se involucran regiones de la parte frontal del cerebro y otras relacionadas con la percepción de uno mismo; hay que tener algo de desinhibición para poder mentir, uno tiene que evitar decir la verdad, que sería lo más natural. 

En el inventario de problemas relacionados con la mentira también encontramos el «síndrome del impostor», según la doctora Valerie Young, algo muy común en nuestros días; en donde se asume que el éxito es cuestión de suerte y nunca lo asocias a tu inteligencia sino a factores externos o al hecho de que hayas tenido que trabajar muy duro para lograrlo…  

Las ciencias cognitivas han evolucionado muchísimo para entender el fenómeno de la mentira; por ejemplo, nos recuerdan que la orientación no verbal en la detección de mentiras asume que cuando alguien miente su conducta no verbal difiere de la que muestra al decir la verdad (Ekman, 2009). La famosa “hipótesis del filtraje” nos recuerda de que quien miente debe enmascarar sus emociones. Aquí hay dos condiciones importantes: a) Observar al sujeto; o b) Comparar lo que decía antes con lo que dice ahora.  

Pero nuestra clase política está en otro nivel y en otra categoría patológica: “Mentirosos profesionales por conveniencia”; comienzan a mentir en las campañas electorales para llegar al poder; prometen obras irrealistas; se rodean de grupo de aduladores que comienzan a creer en sus mentiras. Luego, al llegar al poder se hacen megalómanos, y la mentira pasa a ser un recurso retórico de primer nivel. 

En este contexto, se comienza a construir una “República de la Mentira”, y esto sucede cuando la mentira se instala en el imaginario colectivo y desplaza a la verdad; la mayoría comienza a interiorizar y a asumir la mentira como un hecho fáctico, y comienza a cambiar el baremo ético de la gente. 

Pero al hablar de mentira debemos preguntarnos ¿Qué es la verdad…?, esto sí es complejo de responder, pero digamos de manera simple y recurriendo al tomismo clásico: la adecuación de la cosa a la mente (Adaequatio intellectus et rei), la concordancia entre el juicio y la realidad diría Heidegger (Übereinstimmung). 

Para delimitar esta concordancia y llegar a la verdad solemos utilizar la “evidencia científica”, el dato o la prueba. Tanto en el mundo de la investigación como en el periodismo hay que exponer y demostrar la verdad. 

En la República de la Mentira los gobernantes manipulan, intentan ocultar la verdad y crean nuevos sistemas de creencias para deslegitimar las evidencias y pruebas; actúan como una secta, en donde la fe en sus promesas y mentiras -aunque no se comprendan- son superiores y más potentes que lo obvio. La fe es una creencia teologal, un tipo de conocimiento que está por encima de las evidencias y que no necesita pruebas… 

Los gobernantes de la República de la Mentira, para mantener sus mentiras o seudo verdades, tienen la necesidad de instaurar un entorno de terror, y esto es necesario, ya que el miedo es una condición fundamental para el nuevo sistema de creencias y para la fe. 

El político mentiroso debe inventar una historia plausible o narrativa que no contradiga lo que el receptor sepa o pueda averiguar, debe procurar que no se le escape información relevante y debe memorizar la historia falsa para poder repetirla en el futuro si es necesario; el problema es que no tienen esa capacidad o no saben estas condiciones y suelen caer en sus propias trampas. Tarde o temprano se contradicen o sale a flote la verdad. 

En la historia de la República de la Mentira ningún gobernante ha negociado con pandillas para bajar los homicidios o crear una sensación falsa de seguridad; ningún gobernante ha sido corrupto, todo es persecución política; no hay nepotismo ni clientelismo; en el sistema de justicia impera el Derecho y la verdad. Solo hay periodistas psicóticos que tienen intenciones malvadas para hacerlos quedar mal. Todo es mentira… 

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

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