Ricardo Hernández
Máster en Política y evaluación educativa de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. Docente universitario.
Romero no es como lo pintan
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Mientras las narrativas de izquierda muestran la figura de un Romero “compa”, mártir de la revolución y símbolo de rebeldía; la derecha ortodoxa, siempre obcecada y miope, nos recuerda con insistencia a un “cura comunista”, amante de la guerrilla, marxista leninista y agitador por excelencia. Sin embargo, para quienes conocemos sobre el legado moral y ético de nuestro santo, nada nos parece más alejado de la realidad que estas posturas.
Con este panorama tan polarizado, es oportuno cuestionarnos: ¿Nos hemos dado a la tarea de conocer el legado pastoral de Romero desde su palabra y obra? ¿Hemos leído sus cartas pastorales y homilías? Para tener una valoración mucho más objetiva de su figura, cito a continuación algunos de sus discursos, mismos que contrastan con la etiqueta de las posturas políticas tradicionales.
Por ejemplo, entre las principales críticas de Romero hechas a los grupos de izquierda están los actos de terrorismo y secuestro, hechos que según él, no hacían más que aumentar la espiral de violencia que desembocaría poco después en una guerra civil. En la homilía del 20 enero de 1980, el santo se expresa de la siguiente manera:
“A estas organizaciones populares y sobre todo a las de carácter militar y guerrillero, del signo que sean, les digo también: que cesen ya esos actos de violencia y terrorismo sin sentido, y que son provocadores de situaciones más violentas. Debemos recalcar también que cuando una ideología apela a la violencia, está reconociendo con eso su propia insuficiencia y debilidad (...) Pongamos también aquí el capítulo de los secuestros. También son hechos violentos que estorban el proceso pacífico del país (…) Por último, queridos hermanos, quiero hacer un llamamiento a todos los sectores del país para que evitemos el tener que llegar a una guerra civil y de todos modos logremos en nuestro país una auténtica justicia”.
El mártir fue enfático en deplorar cualquier acto extremo que afectara a personas inocentes, como la violación de los derechos humanos por parte de todas las organizaciones armadas. En su homilía del 20 de mayo de 1979 expone:
“Existen otros motivos de carácter popular y aún humanitario que deben moverlos a no ser intransigentes, sino más reflexivos para terminar con las quemas de los buses, tomas de templos y embajadas, etc. (…) El pueblo está molesto con las quemas de buses (…), las personas que el Bloque está reteniendo en las embajadas, necesitan gozar de su libertad y algunas de ellas restablecerse de la tensión que han vivido en estos días. Hace falta que la Catedral y los demás templos ocupados, prosigan la labor pastoral en beneficio del pueblo. Continuar manteniendo las tomas y agitando el país nos parece desproporcionado. Queremos decirlo claramente: no lo aprobamos. En cualquier sistema o coyuntura política, la Iglesia -repetimos- no se identifica con ninguna opción política concreta”.
Como podemos ver, en el plano ideológico Romero fue contundente al rechazar el capitalismo salvaje y el marxismo ateo, excluyendo ambas doctrinas del pensamiento y acciones de un verdadero cristiano. En la homilía del 5 de marzo de 1978 cita Octogésima Adveniens de la siguiente manera:
“Vuelvo a leer al Papa Pablo VI, en el mismo documento Octogésima Adveniens: "El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio -eso es la política, un servicio, no una ganga, "la política concebida como servicio"- tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente, o en los puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre (…) ni a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia, y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva". Aquí está un resumen de la ideología marxista que no puede ser opción de un cristiano, porque un cristiano no puede aceptar el materialismo ateo, la dialéctica de la violencia ni concebir una libertad individual dentro de una colectividad como el marxismo la concibe ni negar la trascendencia del hombre y de la historia personal y colectiva… Pero por otro lado -fíjense bien-, un cristiano tampoco puede optar por una ideología liberal que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder. Aquí quedan, pues, excluidas de la opción política de un cristiano, tanto del marxismo ateo como el liberalismo capitalista y egoísta (…). Y otra cosa, finalmente hermanos, no tratar de identificar a la Iglesia con sus ideologías. La Iglesia cumple su deber de orientar, como lo estoy haciendo ahora (…). La Iglesia mantiene su autonomía, su independencia sobre toda ideología”.
Evidentemente, Romero tenía una opción preferencial por los pobres, se compadecía por los sectores desfavorecidos y guardaba simpatía con muchas de las peticiones que rubricaban las organizaciones sociales del momento, pero esto no significó que estuviera a favor del proyecto de las facciones más radicales de la guerrilla, o que fuera un símbolo de “su revolución”. El mensaje del santo fue un llamado a la sensatez, al respeto a la vida, al amor a Dios y a la justicia social, desde su perspectiva evangélica y apostólica.
Así pues, mientras unos utilizan su figura para sacar réditos políticos ante sus principales adversarios, destacando su martirio y relegando su mensaje religioso a un segundo plano, otros acusan y siguen acusando (con el mismo odio que desembocó en su magnicidio) al ciudadbarrence de “cura guerrillero y marxista”.
Es pertinente, por tanto, posicionar su figura como la que fue: un guía y pastor religioso que ejerció su liderazgo frente a los acontecimientos y exigencias de la situación histórica en que le tocó vivir, consciente de sus obligaciones pastorales y comprometido con la dignificación humana, que buscó mantener siempre una coherencia entre sus palabras y acciones, mirando la realidad desde la perspectiva de los más desfavorecidos.
Sirvan estas palabras para invitar a que profundicemos en la vida y obra de nuestro santo, no sólo para conocerle, sino para imitarla en la medida de nuestras posibilidades frente a los desafíos que vivimos como sociedad salvadoreña, desafíos que se asemejan mucho a los que él vivió hace casi cuarenta años.