Óscar Picardo
Satisfacción vicariante
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“Una conducta desordenada se parece a un torrente invernal de corta duración”
Epicuro
En varios artículos he presentado el fenómeno psicológico de la “satisfacción vicariante” de modo sintético; en esta reflexión tengo la intención de profundizar más sobre este concepto, el cual fue introducido por el reconocido psicólogo Joaquín Samayoa. Valga la aclaración que existe poca bibliografía y base teórica, de tal modo que parte de las explicaciones surgen de nuestros trabajos sobre “Humor Social y Político” y del Centro Universitario de Neurociencia.
En “The Vicarius Brain” (Alain Berthoz, 2017) se afirma que la vicarianza se da cuando el cerebro evita un callejón sin salida sustituyendo un proceso o función por otro; además, el cerebro a menudo se asocia con representaciones y también se refiere a un proceso biológico en el que un órgano sano reemplaza a una contraparte defectuosa. Además, Berthoz revela su impacto en la toma de decisiones diaria de un individuo y, más ampliamente, en la creación de mundos por parte del cerebro.
Aclaremos algunas ideas: Satisfacción es un sentimiento de bienestar o placer que se tiene cuando se ha colmado un deseo o cubierto una necesidad. Vicariante: que reemplaza o sustituye algo. Satisfacción vicariante, desde la psicología, es entonces una tensión emocional sustituida; y desde el psicoanálisis -psicotrauma vicariante- es un efecto devastador generalizado del andamiaje psíquico por la violencia.
Reuchlin, M., en “Procesos vicariantes y diferencias individuales. Journal de Psychologie Normale et Pathologique” (1978), establece que el modelo de satisfacción vicariante admite la existencia de múltiples procesos alternativos para la adaptación de un individuo a una situación. Estos procesos no siempre tienen la misma eficiencia en una situación determinada y no todos son realizados por un individuo con la misma facilidad. Las jerarquías de eficiencia y evocabilidad varían según las situaciones y los individuos, respectivamente.
Partamos de un principio fundamental: Los seres humanos ante las adversidades, frustraciones, desgracias, problemas o miedos buscan rutas de escape. Las sagas, leyendas, mitos en el pasado, y hoy la religión, son refugios cognitivos y emocionales. Ante la muerte, un accidente o una enfermedad crítica la gente se acerca a la religión, porque no encuentra consuelo o sentido; o buscan un milagro o disminuir el dolor.
Un ejemplo interesante es el canon bíblico, este libro sagrado de los cristianos está redactado y construido sobre múltiples experiencias humanas que no tenían respuestas fáciles; el dolor, la enfermedad, la muerte o el mal, por citar algunos ejemplos, van evolucionando en los textos y sus causas son explicadas con sagas de tradición oral. De hecho, el libro Génesis fue de los últimos en escribirse desde el exilio judío, y allí se encuentran las principales respuestas a los orígenes de todo, pero obviamente nada fue como está descrito.
La teoría de «satisfacción vicariante» parte desde el siguiente principio: la gente, en función de sus limitaciones, necesidades, problemas o crisis, se proyecta en un ideal a seguir identificando un arquetipo antagónico a su situación. Se trata de un mecanismo del cerebro, el cual se ve acorralado o afectado por un contexto hostil y huye hacia escenarios imaginarios, en búsqueda de calma, tranquilidad y bienestar. Así, el presente pasa a un segundo plano y aparece un futuro posible…
La clave está en el constructo soteriológico: “ya sí, pero todavía no…”; que suelen utilizar las iglesias cristianas referente a la parusía o segunda venida de Cristo. Viene pronto, pero todavía no viene. Esto también sucede con la “satisfacción vicariante” estoy más pero estaré mejor ¿cuándo? No se sabe y no importa.
Un fenómeno que explica muy bien la “satisfacción vicariante” fue la alta importancia que tuvo en la vida nacional los equipos Real Madrid y Barcelona FC; ¿por qué razón había tanto fanatismo?, ¿qué conexiones geográficas o culturales teníamos con Madrid y Barcelona?; se llenaban los bares, disminuía el tráfico, buses y micro buses decorados con los escudos de ambos clubes deportivos y mucha gente vestía las camisolas deportivas, ¿por qué…?
Nuestro fútbol estaba tan, pero tan mal, que buscamos la mejor liga del mundo, nos identificamos con las mejores estrellas deportivas -Messi y Cristiano- y en ella nos refugiamos y nos hicimos super fanáticos a través de una experiencia contagiosa; nos apropiamos de esa liga como si fuera nuestra y así resolvimos nuestra frustración.
Cuando hay una crisis y no se puede resolver o escapa a nuestras posibilidades, nuestro cerebro recurre a mecanismos imaginativos y creativos; se tratan de soluciones abstractas con implicaciones reales. Así como sucede en el mundo del deporte también sucede en el escenario político.
Lo interesante aquí es que la “satisfacción vicariante” puede modificar no sólo las conductas sino también la cultura; es un fenómeno que posee una dinámica expansiva o progresiva en función de las necesidades de otros. Tiene un carácter viral o contagioso, porque hay múltiples necesidades compartidas que comienzan a unirse, y qué mejor lugar para hacerlo: Las redes sociales…
La combinación “satisfacción vicariante” con “fenómeno de masas” es una posibilidad que ya se ha desarrollado en otros escenarios, quizá el caso más relevante sea el naciosocialismo de la Alemania Nazi conocida como Tercer Reich; el cual llevó a planteamientos inhumanos y absurdos como el antisemitismo, genocidio o la eugenesia nazi, generando un cambio dramático de las conductas ciudadanas a través de la propaganda.
En síntesis, la satisfacción vicariante puede percibirse y desarrollarse en una sociedad, como un estado de ánimo colectivo y ampliamente generalizado, sobre todo en poblaciones cognitiva y emocionalmente más vulnerables, que comparten necesidades, frustraciones o miedos. Estos grupos es probable que identifiquen y encuentren una solución arquetípica en un personaje, sea un pastor, religioso, político, militar o líder; quizá pueda ser positivo o negativo; como sea, esta relación genera una conexión empática y emocional muy fuerte y duradera y sólo puede interrumpirse o quebrarse por una necesidad mayor o por desencanto.
En términos aristotélicos, nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta y agregamos que la suma de conductas refleja el carácter y la idiosincrasia de nuestra sociedad. En efecto, tenía razón Samuel Johnson: “Casi todo lo absurdo de nuestra conducta es resultado de imitar a aquellos a los que no podemos parecernos”. No hay casualidades, solo constructos sociales.
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